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Bautizo de María Enriqueta en Coatepec*

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Por Enrique G. Zoza

“Coatepec, la amada tierra donde abrí los ojos a la vida, expresó alguna vez en su obra María Enriqueta; en la casa que a la fecha es de doña Guadalupe Contreras viuda de Gálvez y que marcada con el número 13 correspondía a las situadas en la calle principal, hoy avenida Pedro Jiménez del Campillo, fue donde al mundo vino la predilecta hija de este precioso rincón veracruzano y en donde… “mis primeros pasos con temblores de avecillas que empiezan a volar, cruzaron…”.

Costumbre de la época era registrar a los recién nacidos, a la mayor brevedad y fue por ello, que al día siguiente en brazos de su padre Don Alejo Ambrosio Camarillo Rebolledo fuera llevada ante el juez Don Francisco Palma acompañándole a esta ceremonia de registro sus amigos don José Prudencio Quiroz, creador del jardín, La Granja, que tanto renombre turístico alcanzara en aquellos años por su belleza y lo interesante de sus curiosidades, y también don Félix Nadal de honorable familia Coatepecana, mismos que sirvieron de testigos en aquel trascendental acto.

La madre de la criatura, doña Dolores Roa Bárcena de Camarillo, aunque estaba imposibilitada de asistir al bautizo de su hija, quiso que este se efectuara ese mismo día el registro, para lo que les pidió a sus parientes Doña Micaela Roa y al mismo señor juez Francisco Palma, esposo de ella, asistieran en representación de su hermano el escritor y político José María Roa Bárcena y de su esposa Doña María Alcalde de Roa Bárcena, quienes por la premura de esta ceremonia y tener su residencia de la ciudad de México les fue imposible asistir a esta liturgia.

La comitiva salió de aquella casa número 13 de la calle principal y se dirigió a la parroquia de San Jerónimo: muy próxima a ella entrando por donde antiguamente existía en la esquina (hoy escuela secundaria Joaquín Ramírez Cabañas) **, una de las cinco entradas que esta tuvo; llegaron a la sacristía, en donde fueron atendidos por el señor cura de Coatepec, don José María Sainz, mismo que después en el bautisterio puso óleo y crisma a la criatura, bautizándola con los nombres de María Enriqueta Concepción Guadalupe Canuta.

Y así, tal parece que María Enriqueta llegó a este mundo con el destino de ocupar un dignísimo lugar que conquistó en las letras, porque según cierta teoría las personas que han de brillar en la vida cuentan con antecedentes de perfeccionamiento gradual en los cerebros de sus antepasados; pues rara vez se encuentra una persona notable aparecida de improviso en familia donde ninguno de los predecesores se haya distinguido por la claridad, talento y lucidez de las facultades psíquicas.

María Enriqueta vino hacer como la flor y el coronamiento de una dinastía de seres exquisitamente intelectuales.

*Publicado número especial de Regional de homenaje póstumo 15 de febrero de 1968.

**Actualmente es Curato y librería parroquial. Nota del editor

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