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Candidatos vacíos

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Pedro Peñaloza

  1. López Obrador: el discreto encanto del mesianismo.El tabasqueño es especialista en los desplantes y ocurrencias que buscan aplausos y loas de públicos cautivos y matraqueros. Habla sin parar y sin posibilidad de abrir diálogos o debates. Su estilo es escucharse a sí mismo y repetir lo impactante. Se desplaza por el territorio nacional con facilidad y frecuencia, doce años de ser un juglar de inventos verbalizados. Reta y pregona, se autoproclama como el salvador de la patria. Reivindica a Juárez y Lázaro Cárdenas. No oculta su estatismo y presidencialismo autoritario. Lanza guiños e incorporaciones de represores y representantes empresariales. Se quiere presentar como un candidato que no espante a las buenas conciencias, pero mucho menos a los dueños del dinero, por eso es cuidadoso en no cuestionar a los personajes de los últimos deciles que concentran la riqueza del país.

Su verborrea contrasta con su comportamiento cotidiano. Se pinta como demócrata, pero en su partido no existen las oposiciones, cualquier disidente es calificado como miembro de la “mafia del poder”. No concita ni promueve el debate con los distintos. No incluye en sus planteamientos a la diversidad sexual y a la equidad de género. Su felicidad y plenitud radica en el eco de sus palabras. Su bandera es reiterada y casi de sonsonete: la lucha contra la corrupción. Sí, quiere un “capitalismo equitativo y justo”. Adiós a la izquierda que lucha contra los privilegios.

  1. Anaya: la estulticia de un discurso híbrido.Este imberbe candidato oscila entre el discurso facilón y el engolamiento. Camina sin rubor entre los senderos de la izquierda deslavada, los adoradores del mercado y la derecha oportunista. Zurce acuerdos con la nomenclatura panista y abre espacios a las tribus perredistas y las cúpulas del Movimiento Ciudadano. Habla como si la historia tomara nota, sin embargo, sus gritos estentóreos no tienen asidero conceptual, es simplemente cronista de los males provocados por el PRI. No ofrece alternativas, sino acaso un abstracto futuro luminoso dotado por un invertebrado gobierno de coalición. Su discurso es lineal y, a veces, jocoso. Pero, sobre todo, se cuida de no mostrar su anatomía conservadora.  Camina con firmeza ficticia, los fórceps de la alianza lo limitan. La amnesia de las pifias y tragedias de los gobiernos panistas es una de sus principales enfermedades.
  2. Meade: un tecnócrata defensor de dinosaurios.El candidato priista no logra conectarse con públicos ruidosos, educados por cencerros y tambores. Su discurso no tiene voz ni energía, sus posturas y dichos son dignas de consejos de administración y juntas empresariales. Es un simple lector y memorista de sus asesores, intenta agitar, improvisar, pero su tono no alcanza los decibeles necesarios. Sus espacios de convocatoria son cerrados y fríos. Intenta cuestionar y debatir con sus contrincantes, pero lo hace sin emoción y con argumentos baladíes. Es incapaz de deslindarse de quienes lo apapachan y lo rodean. Tiene el tacto de elefante al vanagloriar a Romero Deschamps y abrazarse con lo peor del sindicalismo mexicano. No propone nada nuevo, sólo pide a los electores que confíen en su honradez personal. La pesada loza de la corrupción de sus colegas lo persigue como su sombra.

pedropenaloza@yahoo.com              @pedro_penaloz   

 

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