Ars Scribendi

LA HISTORIA DE UNA VIDA

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ARS SCRIBENDI

Rafael Rojas Colorado

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx

 

 

Bajo la atmósfera de un pueblo que fue parte del escenario revolucionario, comienza a latir la vida de Elvira Morales Quitano.  Su infancia y adolescencia se esculpen en un entorno provinciano; forjando un espíritu de servicio y trabajo.

Doña Elvira, sumamente emocionada evoca su niñez al lado de su madre. Por las condiciones de vida le fue imposible cursar una carrera profesional, pues solo cursó tres años de educación primaria en la escuela Miguel Hidalgo. Tuvo la fortuna de recibir la enseñanza de parte de la inolvidable profesora Rufina Ochoa Lobato. De aquellos años infantiles en el barrio de Hernández y Hernández, lugar que fue su cuna y hogar de toda la viva, recuerda a don Gregorio, un hombre que, por las tardes, visitaba esa calle, aún de tierra, vendía cacahuates de cáscara y a ella le gustaban mucho y disfrutaba al paladear esa golosina.

Con una discreta sonrisa intenta ahogar un suspiro que discretamente se le escapa, y devela aquel provinciano barrio de Abasolo, su mamá la mandaba a ese lugar para que le molieran el nixtamal que ocupaban para las tortillas, las cuales vendían a los vecinos a cinco centavos cada una. Hacía mandados por la misma paga. Aprendió costura y cosía ajeno para subsistir. Aún están impresas en su mente aquellas imágenes de cuando los cristeros entregaron sus armas, lo hicieron en la parroquia de San Jerónimo (cuchillos, machetes, rifles etc.) la guerra había terminado. La emoción reflejada en su rostro convoca esos emotivos recuerdos de cuando llegaban al pueblo las carpas, porque venían artistas populares de aquella época, doña Elvira no asistía, pero la emocionaba el saberse tan cerca de esas personalidades, lo mismo sucedía con las corridas de toros, las disfrutaba con la imaginación.

Un comerciante de la ciudad de Xalapa, instaló un almacén de ropa en la apacible provincia coatepecana de aquel ayer, doña Elvira, aún en la flor de su juventud se empleó en ese lugar por seis meses, ganaba veinte pesos diarios. Durante toda la vida la señora Elvira ha esculpido un carácter de trabajo cotidiano, en el mismo visualiza cada instante de su vida.

Doña Elvira Morales Quitano, nació el 25 de octubre de 1920 en la ciudad de Coatepec, Veracruz. Fueron sus padres don Amado Morales Piña y Eusebia Quitano Camacho, quienes, además de Elvira, procrearon a Enedina Morales Quitano. Tuvo dos hermanos únicamente por parte de su mamá, Alberto y Rosa María Espinosa Quitano.

La señora Elvira a la edad de 17 años contrajo nupcias con Antonio Martínez Pérez, la ceremonia religiosa se ofició en la parroquia de san Jerónimo. Plenos de amor iluminaron su hogar con los hijos: Ramón, Florencio y Concepción Martínez Morales. Lamentablemente a los pocos años quedó viuda, pero acostumbrada al trabajo, allanó el porvenir de sus hijos.

A la edad de 50 años inició una nueva aventura convirtiéndose en agente de ventas de la marca “AVÓN”, esta nueva actividad le proporcionó, sustento, satisfacciones, realización, vitalidad, alegría en su trabajo y conocer infinidad de personas con las que cultivó la amistad. Lo hizo por espacio de 30 años.

En la actualidad, la señora Elvira Morales Quitano, cuenta con 97 años de edad, las fuerzas físicas la han abandonado, pero el amor a la vida la mantiene erguida espiritualmente. Su vida está a punto de completar un siglo, a través de esta bendición divina posee una historia muy bella que contar, en la misma visualiza sus más íntimas vivencias, una historia de amor que lega a su descendencia que está estructurada con sus hijos, nueve nietos, siete biznietos y dos tataranietos y, aún está lúcida de sus facultades mentales.

La señora Elvira es un ícono de su familia, cerca de un siglo de vivencias corre por sus venas y su corazón todavía late con fuerza al evocar que siempre la acompaño el amor, el trabajo y el profundo deseo de velar por quienes dependían de ella, por este sublime hecho tiene todo el derecho de agradecer a Dios y a la vida por todo lo que le dio, ser su corazón el mismo hogar que acunó amorosamente a una familia. FELICIDADES.

 

 

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