20 Años
20 Años
Por Pedro Peñaloza
“Recuerdo lo que no quiero y no puedo
olvidar lo que quisiera”. Marco Tulio Cicerón
La vida es un momento, un
instante, efímera, pasajera. Entrega felicidad, amor, pasión, ímpetu, cariño,
deseo. También, la vida es amarga y dura. Cruel y decepcionante. Aleccionadora
y pedagógica.
La vida es una abstracción
concreta. Caminamos con rumbo a lugares preconstruidos por el deseo o
imitación. Nos alimentamos del futuro y del pasado, pero el presente nos ubica.
Nuestros reales alimentos son la cercanía y la entrega incondicional de quienes
amamos o sentimos vitales. En realidad, no sabemos describir los sentimientos.
Únicamente nos invaden como aire fresco y nutritivo.
Sufrimos cuando perdemos esos
estímulos. La nostalgia de esos besos o arrumacos nos cambian el sentido de la
vida, a veces para descubrir otros impulsos o para reñir con los recuerdos. En
nuestras vidas pasan emociones y pasajes que no se borran de eso llamado
memoria. Y en ocasiones quisiéramos manejar la amnesia a nuestro libre
albedrío. Resistimos pérdidas y ausencias.
En ese océano de sentimientos
existe un dolor único, que es indescriptible y demoledor, me refiero a perder a
un hijo. Uno mío se fue hace 20 años y me destrozó el alma. Sí, Pedrito partió
y sólo me salvaron del precipicio Emiliano y Lidice Estelí, mis otros amados
hijitos. Y también la ternura de Elenita, mi madre. Y otros seres cercanos. Su
fresca presencia representó mis motivos para seguir viviendo.
Pedrito vivió en su cosmos,
enfrentó a las miserias humanas y nunca cayó. Nadie le regaló nada. Vivió en
carne propia la podredumbre del futbol profesional. Destacó desde pequeño. Fue
seleccionado nacional Sub 17 y Sub 20. Fue mundialista. Tuvo que soportar a
entrenadores de “prestigio” que carecían de valores humanos básicos. ¿Sus
nombres? ¿Para qué? No ensuciemos este aniversario.
La experiencia en el equipo de
sus amores, Pumas de la Universidad, representó una prueba definitoria en su
vida. Se encontró con personajes de la misma especie que en las selecciones
nacionales. Directivos y entrenadores miserables e hipócritas. ¿Nombres? Ahí
andan dos de ellos. Uno que ahora es “comentarista” y enfermo de egolatría sin
límites; y, el otro, que ahora está en Nuevo León, protegido por un enemigo de
los jugadores jóvenes. No importan sus nombres. Imagínenlos. Estas líneas
merecen respeto.
20 años sin Pedrito, pero siempre
presente. Lo recordamos con su carácter alegre y bromista. Jugador fino y
talentoso.
¡Nada de tristezas! Cumplo 20
años de escribir ininterrumpidamente y sin censuras en El Sol de México, cuya
hospitalidad justiprecio.
Pedrito se fue sin irse. Lo
tenemos en nuestro recuerdo. Por ahí nos encontraremos, hijito.