Ars Scribendi

FELIZ DÍA DE LA MADRE

Comparte

Rafael Rojas Colorado

rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx

Para ti que vives con las estrellas.

  Madre, hoy más que nunca te recuerdo, Hace mucho tiempo que te marchaste de mi lado. La orfandad fue la soledad en la que inútilmente te buscaba, pero tu presencia, no estaba allí. El frío de tu ausencia ha sido insoportable, sobre todo, en los primeros años de tu partida. No es egoísmo, pero cuando se es niño son muchos los momentos en lo que se desea refugiar en los brazos de una madre.   No son pocas las veces en las que te he soñado despierto. Te miro a mi lado llevándome de la mano a la escuela, ayudándome en las tareas escolares, alisándome la ropa o regañándome por algún berrinche sin causa y compartiendo innumerables horas de alegría; que satisfacción más grande para una madre que el ver dibujada en los labios de su hijo una sonrisa de dicha y felicidad.   Pero no fue así, la amargura de mi vida comenzó cuando se apagó tu luz, que dolor tan más grande es ver morir a una madre cuando aún se es niño. Mirar ese rostro pálido y el cuerpo inerte, la impotencia se hace presente. El amor que profesó al hijo que amorosamente trajo al mundo se ahogó por completo.

El amor de una madre es sustancial, no cabe duda. Fue una tía quién tomó tu mano que todavía conservaba un halo de calor y con ella me dieron la bendición, la que a ti no te dio tiempo de pronunciar porque acababas de perder la conciencia de la realidad. En ese momento abundantes lágrimas brotaron de mis ojos y por vez primera me sentí inmensamente solo en el mundo. Recuerdo que fugazmente pensé en Dios, pero a los once años desconocía quien era y en que podía ayudarme.

Desde entonces la vida se tornó árida en mi diario vivir, tu recuerdo ha estado en mis adentros. Cuantas veces tuve el deseo de refugiarme en tus cálidos brazos buscando el consuelo y el cariño; ya no era posible, la realidad a cada momento me lo recordaba.   Así crecí y el paso del tiempo fue adormeciendo ese dolor que hiere el alma al perder a una madre a temprana edad. A esta distancia las líneas de tu rostro son difusas, pero sigues viva dentro de mi ser, El peso de los años no me han alejado de esa infancia en la que me acunabas con tus brazos contra tu pecho, más la muerte te arrebató de mi lado. Cuantas vivencias no compartidas que voy inspirando en mi imaginación y en las fantasías, tal vez te hubiese gustado vivenciarlas a mi lado.

Son quimeras que han hecho latir mi corazón a través de los años.   Hoy te recuerdo más que nunca y, te soy sincero, dos lágrimas asoman a mis ojos, parecen ser las mismas que derramé frente a tu cuerpo inerte, jamás se han agotado, a veces, incesantes fluyen los recuerdos y las afloran vertiendo el sufrimiento que viene de mis adentros, ese punzante dolor que se experimenta al perder a una madre cuando tanta falta hace su amor. Tu nombre parece adormecerlo en tiempo, pero tu recuerdo está vivo para regalarte en tu día una flor que cultivé en mi corazón.

Felicidades a todas las mujeres que cada día con sus acciones cotidianas nos recuerdan que son madres.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *