SERGIO MENDES
Hace más de sesenta años, a finales de la década de los 50, un grupo de músicos procedentes de los barrios de Copacabana, Río de Janeiro, Brasil, revolucionaron el mundo filarmónico, con la creación de un género musical, al cual bautizaron con el nombre de BOSSA NOVA. Los traductores mencionan que esto quiere decir “ritmo nuevo”, “nuevo estilo” o “nuevo camino” por lo que, hasta la fecha, tienen un buen trabajo en ponerse de acuerdo.
El Conservatorio de Música de la ciudad de Niterói, ubicada al cruzar el puente de la bahía de Guanabara, de ahí mismo de Rio de Janeiro, perdió un magnífico estudiante de la carrera de piano en la modalidad de concertista llamado SERGIO MENDES, nacido el 11 de febrero de 1941, ya que éste, al escuchar las síncopas del Bossa Nova, producto de combinar la samba con el jazz, abandonó dicho plantel para conformar su propia banda y con insuperable elegancia, se dio a conocer en todo el mundo.
Al inicio de mis estudios en la facultad de Arquitectura (hace 48 años), las aulas-talleres, contaban con equipo de sonido el cual se controlaba desde la dirección del recinto y nos deleitaban con música variada de la época. Ahí fue donde escuché por vez primera a Sergio Mendes y su Brasil 66. Me pareció una banda excepcional. Un ritmo acompasado, lleno de gracia como la misma canción de la chica de Ipanema, creación inspirada en las paradisiacas playas de la propia Ipanema.
En una mera opinión, la mejor bossa nova, de todas las que he escuchado, se llama AGUAS DE MARZO. Es una obra del compositor Antonio Carlos Jobim, que, inicialmente él mismo la lanzó como solista, pero fue hasta 1974 que Sergio Mendes le dio su excepcional toque personal.
La canción en sí, no tiene una historia que contar, sin embargo, la poesía empleada, me describe pasajes de mi niñez en Las Puentes, cuando en temporada de las crecientes, las aguas del río Huehueyapan se desbordaban y para contemplarlas, solía recorrer los cafetales en medio de los aguaceros, percibiendo y disfrutando ese peculiar aroma de los suelos empapados. El poema nos describe perfectamente la estación del año, de ahí el título, pues recordemos que marzo en el hemisferio sur, es el fin del verano y el principio del otoño.
Las notas de Aguas de Marzo, nos llevan a imaginarnos la exquisita lluvia, donde nos trasmite ver “las aguas que corren, y es el palo que arrastra, es la piedra, es el final del camino, es la vida, es el sol, es la noche, es la muerte, es un lazo y un anzuelo y es todo lo que huela a tierra mojada”. Así logramos que, el mensaje del canto nos anime a amar, a no rendirnos, a prolongar nuestro andar. Es un poema que nos instiga a vencer el umbral de la duda y en este caso, a no suspender el evento de vivir enamorado sin límite.
Amigos, dicen que tiempo pasado fue mejor, y así lo dice Jobim: “Son las AGUAS DE MARZO, cerrando el verano, la promesa de vida en tu corazón”. Si tienen chance, la escuchan, porfa. Si no, no.
¡Ánimo ingao…!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
Versión de audio en la voz del «Jarochito»: