La Otra VersiónPLUMAS DE COATEPEC

A COATEPEC, MI TIERRA

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A COATEPEC, MI TIERRA

Nací en el año de 1951, aquí en Coatepec, precisamente en la época de Don Elías Forzán. En ese tiempo se añoraba aún todo aquello sucedido en los años cuarenta de dicho siglo, lleno de ese auge cafetalero que traspasó las fronteras por la calidad y fama del aromático. El despertar del modernismo económico que había prometido Don Miguel Alemán Valdés, desde la presidencia de la república, no llegó nunca a estas tierras que vieron nacer a la famosa escritora María Enriqueta Camarillo y Roa. En el recuerdo más inmediato quedaba aquella inolvidable primera feria del café, que fue visitada por infinidad de visitantes y gente de nuestro pueblo.

Coatepec era en aquel entonces un bello lugar colonial, lleno de cientos de casas antiguas y algunos bellos edificios con tejados del color del barro. Sus calles principales del centro, eran exactamente las mismas actuales, sólo que pavimentadas con ese tradicional derivado del petróleo (chapapote). Las calles más lejanas llenas de piedra de río, formando hileras que con la lluvia parecían brillar a la luz del sol y de la luna. Las calles más lejanas, simplemente hechas de tierra, que al contacto con el agua despedían un olor mojado inolvidable. La ciudad era verdaderamente pequeña, se podía recorrer de norte a sur y de este a oeste, en instantes.

No había tráfico vehicular, los ancianos cruzaban calles con seguridad. Los jóvenes jugaban por las tardes en ellas. Los niños se divertían a cualquier hora sin peligro alguno. Todos en este pequeño lugar veracruzanos nos conocíamos y nos saludábamos a diario. La verdad se vivía con mucha tranquilidad, salvo, me cuentan, que en la zona del mercado y de una calle de Santos Degollado, los sábados y domingos, de vez en cuando, al menos un herido o muerto, existía. Pero vinieron las décadas de los años sesenta, setenta, ochenta y las cosas empezaron a cambiar con rapidez. Ninguna autoridad estatal o local puso la atención debida y ese Coatepec de antaño se fue perdiendo, hasta llegar al caos actual.

Gente de fuera y nuestra invadieron los lugares públicos como el parque, el mercado y las calles, para llenarlas de mercancías. Los autos se súper multiplicaron en las estrechas calles debido a infinidad de apertura de nuevos comercios de todo tipo. Ahora hay que sumar las motocicletas que circulan a toda hora. Se promocionaron más ferias, se cambiaron los formatos de las principales fiestas religiosas, se hizo mágico el pueblo y la gente de dentro y de fuera aprovechó para que cada mes fuera su “agosto”. Todos nosotros lo vimos y lo sufrimos, pero nadie, incluyéndome, denunció. Nos invadió el caos, nos llegó la tarde y muy pronto la noche.

Y así, a partir del primer año de este nuevo siglo, las cosas cambiaron, un poco para bien y mucho para mal. Aunque poco a poco se viene perdiendo el cultivo del café, pero en aquellas fincas nacieron muchísimas colonias, algunas hasta de 2 calles. A alguien se le ocurrió que mesas y sillas de los cafés del centro salieran a la calle. Igual nació la emoción de componer calles, de las que duraban meses los trabajos. Luego, llenar de ambulantaje de todo tipo y sin nada de estética. Tres o cuatro veces cambiar la fisonomía de nuestro único parque. Bueno, para que seguir. Todo esto hizo perder lo típico, lo tradicional, ese sabor a viejo de mi Coatepec, mi tierra. Nadie extraña los días y los meses de aquellos años o tiempos viejos, añora lo que existía en ellos, eso que daba a todos, ese feliz y grato sentido de pertenencia personal y de grupo.

La comisión de los pueblos mágicos, o no sé quiénes, exigen más y más, creo yo. Calles de piedra tallada, festivales para fomentar el turismo, tianguis de productos artesanales de “esta región”, fiestas y bailes populares por doquier, pistas de hielo y todo aquello que despierte el interés de la gente de fuera por visitar Coatepec y sus bellezas naturales. Todo esto y más, que en ocasiones le agrada mucho a la gente del pueblo, y aplaude, se divierte y olvida todas sus penas pasadas, presentes y futuras. Pero hay muchas otras voces inconformes que se molestan, quizá por su vejez, su enfermedad o su estado emocional, y tienen derecho a ser escuchadas. Diría nuestra Claudia Mayor: “Todos tenemos derecho a manifestarnos en un país democrático como el nuestro”.

En fin, que estas líneas puedan sean leídas por el Consejo Local Ciudadano, ya no tanto para que solucione o remedie lo que pasa hoy en Coatepec, sino mínimo que aconseje, en un futuro próximo, a quienes tengan en sus manos, planear y ejecutar, todos esos sus buenos deseos.

sagare32@outlook.com