A Cuitláhuac ¡Se le va el avión!
A Cuitláhuac ¡Se le va el avión!
Por Edgar
Hernández*
¡Preocupa
su desequilibrio mental!
No se saben bien a bien los requisitos para
pertenecer a Morena y gobernar bajo sus siglas, pero seguro que para dirigir
pueblos y destinos lo esencial es ser pillo, iletrado, no conectar el cerebro
con la lengua y dejar a un lado el compromiso social.
Hace 24 meses la ciudadanía veracruzana observa con
azoro a un gobernador fuera de toda realidad, con ocurrencias absurdas,
atrapado en alucinaciones y persecuciones fantasma, así como razonamientos distantes
del sentido común.
Eso de ver “trenes aéreos”; mandar a los periodistas
a preguntar a su abuela Manuela Durán, bajo tierra, sobre la parentela para
comprobar si hay o no nepotismo en su entorno o invitar a la playa a la
ciudadanía en grupos de 30 por la pandemia de Covid-19, preocupa.
Devolver el dinero público para pedir prestado no es
de gente sana.
Y esa obsesión, esa enfermiza necedad de acusar a
Yunes y Winckler de todos los males de su gobierno, como que es tema de
psiquiatría.
Ello al igual que escoger a una Fiscal General,
Verónica Hernández Giadans, ligada familiarmente a los Zetas, para atender los
problemas de la procuración de justicia o permitir que un violador, Manuel
Huerta, sea el benefactor social de las familias veracruzanas.
Todo ello sin contar los pasajes hilarantes de su
improvisada vida.
Todavía se recuerda ese lapsus en Martínez de la
Torre, cuando a grito pelado un alebrestado Cuitláhuac llamó “bodoque” al hijo
de Andrés Manuel López Obrador.
“Ahí anda el hijo, el bodoque de Andrés…”, dijo
García Jiménez, quien al percatarse de su error y los abucheos de la gente tuvo
que rectificar en medio de la burla generalizada.
Algo no le funciona bien en su azotea.
Ese video de la famosa “lombricomposta” en donde
aparece explicando como salvarse de la crisis económica mediante los huertos
familiares fue de risa loca.
¿Y los sabadabas o la escasa higiene al mostrarse
comiendo tacos de tripa gorda?
Irse los fines de semana a chapear camellones preocupa,
al igual que esos “productivos” fines de semana en los que decide hacerla de
pintor de brocha gorda, nada propio de quien gobierna a casi ocho millones de
veracruzanos y dispone para hacerlo de casi 130 mil millones de pesos.
Preocupa a no pocos veracruzanos la salud mental de
quien nos gobierna.
Preocupa, desde luego que tenga al taibolero,
Zenyazen Escobar, en la máxima responsabilidad de encabezar desde la Secretaría
de Educación el destino de millones de niños y adolescentes. Alarma que un
corrupto como el Secretario de Salud, Roberto Ramos Alor no pueda comprobar mas
de 900 millones de pesos y tenga en sus oficinas a mil 40 aviadores y ¿Qué sano
puede ser que su segundo, Eric Cisneros sea un peleador de cantina que lo único
que desencadena son crímenes arteros y crispación ciudadana?
Y si en su último informe ha dicho voz en cuello que
“su ineptitud es por no saber robar… ¡lo siento, no sabemos robar!”, hay que
tener cuidado porque si ahora que no saben robar no encuentran 2 mil millones
que la Auditoría Superior de la Federación demanda ni los 450 millones que
perdió el DIF y las transas en SIOP, SEV y SESVER… ¡Cuidado! porque cuando
aprendan esto va a ser la locura.
Y no se trata de comparar quién es peor, si el de
Morelos, Cuauhtémoc Blanco o el de Puebla, Miguel Barbosa, cada quien con su
loquito, de lo que se trata es apartarlo del daño social que el nuestro está
provocando a millones de veracruzanos vía Revocación del Mandato o licencia al
cargo.
Lo de Cuitláhuac no es un simple dolor de cabeza.
Es una enfermedad contagiosa que está llevando al
paroxismo de la corrupción a sus colaboradores temerosos de que en cualquier
momento todo esto se acabe.
Por eso están en pleno “Año de Hidalgo” en donde que
chingue a su madre el que deje algo.
Tiempo al tiempo.
*Premio
Nacional de Periodismo