A LA CHINGADA TODOS
A LA CHINGADA TODOS
Por Aurelio Contreras Moreno
Si una certeza dejó
el pasado proceso electoral, además de la brutal suciedad e inequidad con la que
se desarrolló, es que el sistema de partidos que tenemos en México no da para
más.
Si bien se enfrentó
una elección de Estado como no se había vivido en México en los últimos 30
años, eso no desaparece la responsabilidad de los partidos que desde la
oposición demostraron con creces que se merecen el repudio de la ciudadanía.
La debacle del 2 de
junio no podría comprenderse en su justa dimensión sin la actuación protagónica
de los peores dirigentes partidistas en la historia del PRI y el PAN: Alejandro
Moreno Cárdenas y Marko Cortés.
El tal “Alito” Moreno
fue un absoluto lastre para todos los candidatos de la alianza opositora. Donde
se paraba durante la campaña, se convertía en un negativo, en una resta
automática de apoyo. No solo por la corrupción evidenciada de este sujeto –que
no fue castigada porque al régimen le conviene tenerlo donde se encuentra-,
sino porque su gestión como presidente nacional del PRI ha implosionado al
otrora todopoderoso tricolor, provocando un éxodo de figuras, militantes y
operadores hacia otras fuerzas políticas, en especial a Morena o a su “patiño”
el Partido Verde.
El Partido
Revolucionario Institucional es hoy un cascarón, que si bien logró mantener
posiciones en el Congreso de la Unión vía los plurinominales, en las elecciones
de mayoría lo perdió todo. Como ya lo había venido perdiendo durante el sexenio
y con especial rapidez desde que el campechano tomó la dirigencia priista, a la
cual se aferra con uñas y dientes.
A pesar de la
escandalosa derrota del 2 de junio, Moreno Cárdenas pretende mantenerse al
frente de la presidencia nacional del Revolucionario Institucional, para lo
cual ya prepara una asamblea nacional a modo que lo unja, gracias a que
controla todos los órganos de dirección. Parece empecinado en ser el enterrador
no únicamente del partido creador de las instituciones del México
postrevolucionario, sino de la democracia construida en las últimas décadas. Su
destino será, invariablemente, la extinción. Pero en el camino seguirá causando
un daño inconmensurable.
En Acción Nacional no
están mejor. Marko Cortés, perteneciente a esa camada de jóvenes ambiciosos y
sin escrúpulos que dominan al PAN desde el sexenio pasado, es la antítesis del
fundador Manuel Gómez Morín. Pero también de quienes como Manuel Clouthier
volvieron a ese partido un ente competitivo y no solo testimonial.
La exhibición de sus
“enjuagues” para la negociación de candidaturas, su conducta prepotente,
mezquina y convenenciera para hacer política y su actuación más que lamentable
durante estas campañas, denunciada hasta por su candidata presidencial Xóchitl
Gálvez, provocaron un retroceso histórico para su partido y para el sistema
político mexicano en su conjunto, hoy al borde de una regresión de por lo menos
50 años. Y también se quiere mantener en la dirigencia del PAN, donde se han
vuelto expertos en ganar elecciones… internas.
El PRD, el partido
más importante de la izquierda democrática de la historia de México –Morena es
una masa amorfa sin más identidad que el neopriismo obradorista- solo transitó
hacia lo que ya era previsible desde hace unos años e inevitable: su muerte por
inanición y su propio éxodo hacia Morena. De alguna manera marca el camino que
seguirá el PRI y si no se recompone, también el PAN.
Movimiento Ciudadano se
reafirmó como una franquicia político-electoral propiedad de una sola persona,
Dante Delgado, al estilo caciquil del propio López Obrador. Sin propuesta real
de país y con la frivolidad y la estulticia como estandartes, no representa una
nueva visión ni una nueva política, sino su degradación.
MC es un partido
esquirol que como el Verde, se acomoda a la circunstancia política que más le
convenga. Pero que también está a punto de sufrir un quiebre ante la inminente
salida de la facción jalisciense del partido, la más fuerte desde hace unos
años, y que podría desfondarlo en un acto de “justicia poética”.
Los partidos de la
alianza oficialista merecen un análisis aparte, pero por lo pronto baste
señalar que lo único que mantiene unidos a Morena, PT y PVEM es la figura de
Andrés Manuel López Obrador. Y claro, el triunfo electoral. Pero ni AMLO ni las
victorias son eternas.
La partidocracia, el
sistema de partidos mexicano está agotado. Hace mucho que no representa a los
ciudadanos ni se ocupa de sus verdaderas necesidades. Y ante la marejada
autoritaria y centralizadora del poder que se viene en unos pocos meses, cuando
el bloque oficialista desmantele las instituciones de la transición y la
alternancia, la acción ciudadana organizada será el único camino que quede para
volver a aspirar a una mínima normalidad democrática. Aunque costará mucho
tiempo recomponerla. Probablemente, muchos no la veremos de nuevo.
Por ahora, que se
vayan a la chingada todos. Este sistema no sirve más.
Pausa
Para atender unos
pendientes personales de su autor, la Rúbrica pausará su publicación la próxima
semana. Gracias a todas y todos sus lectores.
Email: aureliocontreras@gmail.com
X: @yeyocontreras