¿A QUIÉN ESTAMOS PERDIENDO?
¿A QUIÉN ESTAMOS PERDIENDO?

Nahima Spinoso Nuño
Estratega y Consultora
Nahimaspinosoahoo.com
Cuántas veces al día los padres de familia se preguntarán
si sus hijas o hijos, al estar en casa, están más seguros o simplemente con
tenerlos a la vista están fuera de peligro. ¿Saben qué piensan, qué sienten,
cuáles son sus emociones y cómo responden a la realidad en la que hoy se
encuentran? ¿En verdad los conocen y entienden? Esto lo cuestiono después de
ver la serie “Adolescencia” que se difunde en la plataforma de Netflix.
Su trama nos lleva a reflexionar sobre el mundo interior
en el que viven los adolescentes, al mostrarnos que existe una falta de
comunicación y desvinculación de los padres de familia con sus hijos. Al decirnos
que hay un alejamiento emocional y afectivo de los jóvenes hacia sus padres, no
tienen confianza y prefieren estar acompañados por sus redes sociales y por quienes
las alimentan de información o validan, aunque no los conozcan.
Hoy debemos entender y enfrentarnos a esta realidad, los adolescentes,
quienes pasan mucho tiempo frente a las pantallas digitales, viven bajo la presión
social que ellos mismos generan a través de plataformas como Instagram, Facebook y TikTok; donde sus interacciones, que utilizan un lenguaje y
códigos que desconocen sus propios padres y que solo ellos interpretan, no
tienen límites y que pueden transformarlos y trastocarlos emocional y
mentalmente hasta incitarlos a la violencia, atentando contra su seguridad e integridad
y de quienes los rodean.

Los adolescentes están atrapados y se están perdiendo en
el mundo virtual que son las redes sociales, es el caso que la serie plantea, donde
Jamie Miller, de 13 años, quien tiene problemas de autoestima y agresividad, es
acusado de asesinar a una compañera de escuela, Katie Leonard, ambos expuestos y
exhibidos en la red social de Instagram a través de fotografías, insinuaciones
y comentarios. Sufren ciberbullying por parte de la comunidad virtual a
la que pertenecen (alumnos de su escuela, principalmente).
Él y ella pasan por el acoso, ella es vulnerada en su
intimidad, él tiene un fuerte deseo de pertenencia y aceptación que termina en
rechazo, aquí se construyen realidades ajenas.
La historia nos muestra que los adolescentes no
dimensionan el alcance y la influencia que tienen las redes sociales sobre sus
vidas: se manipula, se radicaliza y se condiciona su desarrollo emocional y
autoestima. Desafortunadamente este problema está afectando también a los
adultos, a las personas mayores de 18 años, y lo más preocupante es que sus
efectos pueden influir en las niñas y niños, porque a temprana edad sus padres
les dan una pantalla digital, brindándoles el acceso a un mundo infinito a
través del internet, tema que será tratado en otra publicación.
Por otra parte, hay que cuestionar si los padres de
familia son conscientes de la importancia de entender, ayudar y apoyar a sus
hijos, como es el caso de Eddie Miller, padre de Jamie, quien se lamenta por
creer que su hijo estando en su habitación se encontraba a salvo. Se reprocha haberle
dado cosas materiales y tratado de meterlo a su mundo (jugar futbol, practicar
box, etc.), y no entrar al mundo de él.

La pregunta es saber si los padres de familia conocen en
qué se involucran sus adolescentes cuando deslizan sus dedos por las pantallas
de algún dispositivo, independientemente del lugar en donde estén, puede ser la
casa, la escuela, la calle, o son ajenos.
Este es el punto de reflexión, qué están haciendo los
padres de familia para involucrase y conectar con sus hijos, sean niñas, niños
o adolescentes. Cómo crean sus vínculos de confianza y se comunican con ellos
para saber lo que piensan y lo que sienten. Cómo orientarlos y ayudarlos a
controlar lo que genera el mundo virtual para prevenir y evitar sean
enganchados por terceros o se conviertan en adictos a las redes sociales.
Independientemente de la respuesta, es hora de actuar, no
podemos ser pasivos y dejar que este problema que se cuenta como historia y que
puede ser una realidad, crezca y se normalice afectando a nuestros jóvenes.
Lo primero que debemos hacer es que los padres de familia
asimilen las consecuencias del uso sin control de las redes sociales y sus
efectos, poniendo limites al uso de las pantallas digitales, generando una
cultura de la prevención. Posteriormente deben capacitarse para cerrar esa brecha
generacional de información tecnológica, así como trabajar en ellos mismos,
emocional y afectivamente, para contar con las herramientas que les permitan acercarse,
acompañar y ayudar a sus adolescentes a superar sus angustias, miedos,
debilidades y frustraciones.
Aquí nadie se puede perder, por ello es necesario crear
entornos seguros, pero esta tarea no depende solo de los padres de familia, sino
también de las autoridades, de las maestras y maestros y de la sociedad en
general.
Protejamos a nuestras niñas, niños y adolescentes para que
tengan un crecimiento y desarrollo sano, un futuro libre de la adicción digital.