A tres años…
Norma Carretero Rojano
Como cada semana, para mí es un privilegio poder compartir parte de mis experiencias de vida con mis queridos lectores; sus muestras de cariño son la causa principal que me motiva para compartir tales experiencias; a veces chuscas, en ocasiones de dolor profundo, incluso de vivencias laborales. Pues bien, en esta semana se han cumplido ya tres años de poder llegar a usted a través de estas humildes líneas, ya que me hacen el favor de su atención. He aquí una recopilación en pequeños fragmentos de las columnas más leídas y gustadas a lo largo de éste tercer año, espacios que no he seleccionado yo, sino ustedes mismos que me hacen llegar sus comentarios y que con mucho gusto en este número reproduzco engalanando así nuestro TRECER ANIVERSARIO JUNTOS. Gracias y envío un abrazo con todo mi cariño especialmente para Usted que me distingue con su atención y dedica parte de su valioso tiempo para seguirme cada semana.
Luna. […] Constantino Luna, fue el más fiel trabajador de mi abuelo Rómulo y años más tarde de mi papá, Alfredo Carretero.[…] No quisiera dejar pasar estas líneas sin comentarles que el día que desafortunadamente Carlos Vega dejó de estar entre nosotros, fue uno de los días más desoladores y tristes que le conocí a mi papá cuando lo vi llorar como un niño por su amigo que se había ido. Ahí, creo que empecé a conocer el valor de la amistad. Dicen que la palabra influye, pero el ejemplo arrastra. ¡Luna!, de repente dijo mi mamá cuando se preguntaban una y otra vez, ¿a quién contratar para que nos ayude en “Abarrotes Coatepec”?. Así, recuerdo que lo fueron a visitar a su casa para plantearle la posibilidad de volver a colaborar en un negocio de la familia y Luna aceptó gustoso, ahora, quedando bajo las órdenes de mi papá. […] no era sencillo, tiene su técnica, ahora las dan en bolsas de plástico, pero hace 40 años no y para los criterios comerciantes exigentes de Luna “mi azotito”, los kilos de azúcar no quedaban bien hechos y, literal, me quitaba del mostrador, por más que yo argumentaba en mi favor, no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión y lo que Luna decía era ley, así que, era el momento de partir a “La Campana” a ver en que entretenernos por allá. Fueron tardes maravillosas entre una tienda y otra, tardes de travesuras, de juegos y sobre todo de crecimiento de mis padres, siempre trabajando honrada y arduamente…¡Coatepec de mis recuerdos!.
Cambio climático, ¿consecuencia o evolución del mundo?… […] Como una iniciativa primaria invito a que cuidemos el agua, reduzcamos el uso superfluo y/o excesivo de las fuentes de energía, como focos encendidos constantemente cuando tenemos luz natural o aparatos eléctricos conectados, mejor conocidos como “vampiros”, pues absorben constantemente grandes cantidades de energía eléctrica aunque estos estén apagados.
Apagones en Coatepec, 1973…tiempo de ratas. […] Para no variar estábamos todos los días en La Campana, el negocio de mi mama, ya que después de comer en casa nos íbamos el resto de la tarde al despacho –como le decíamos- ahí jugábamos mi hermanita Elichabe y yo -y muchas tardes también con nuestras compañeritas de juegos Cindy Pons y Charito Ortiz Arenas- […] como una especie de joroba como si alguien estuviera en cuclillas tratando de ocultarse sin embargo no fui escuchada, como niña que era…
Los juguetes olvidados. […] Otro de los juegos de la época eran las muñequitas de recortar –así se les conocía-, las había desde las más sencillas que uno podía comprar en la papelería –también en La Campana- y que costaban .50C (un tostón) […] Si, era un juego sano y muy creativo donde muchas tardes nos sorprendía el viento llevando en él nuestros papalotes multicolores. En aquellos años, uno podía hacerlos caseramente: se compraba papel de china en varios tonos para su elaboración pegándolos con engrudo; los carrizos para confeccionar el armazón en tiras muy delgadas y diferentes tamaños; el hilo del “doble cero” -que si mal no recuerdo tenía como emblema un oso- y, a veces se les colgaban colas de tela para darle contrapeso y hacerlos más resistentes, claro, ¡los más expertos!, o bien, simplemente ir a la tienda del señor que también vendía revistas y periódicos y, cuyo domicilio se encontraba en la calle de Justo Sierra, no recuerdo su nombre, pero usaba bastón y, en una bolsa grande de cuero como chiquihuite colgada al hombro llevaba su mercancía (revistas, cuentos de la Periquita, la Pequeña Lulú, los Archi, Lorenzo y Pepita, entre otros y, periódicos) por las calles de Coatepec.
¡QUE VOTEN LAS “VIEJAS”! […] se llevó a cabo en la explanada del CEN del PRI -donde fui invitada y, donde me invitan voy-, la develación del busto de la Lic. Margarita García Flores (1925-2009), principal precursora del voto para la mujer mexicana. […] ¡QUE VOTEN LAS “VIEJAS”!, así, entrecomillado, aunque parezca mentira, fue uno de los encabezados de los periódicos que registraron y dejaron plasmada en tinta la lucha por el sufragio femenino; fueron décadas de lucha, pues desde el año 1937 se hablaba ya como una iniciativa en el Senado, el voto femenino y su participación con las lides políticas, con reformas constitucionales y a la Ley electoral.
La Ciudad de México, Segunda Parte. […] Recordar el Coatepec de antaño me remite a mis raíces, que para mí es un gusto tratar de poder transmitir parte de aquellos años de ardua lucha y tesón por forjar un futuro y dejar los cimientos bien firmes para sus futuras generaciones que ahora formamos Elichabe (mi hermanita), Marcela (mi prima hermana) y yo, con nuestras respectivas familias.
Hola, ¡¿qué tal?! […] Usted ya me ha leído muchas veces, situación que agradezco con el corazón por seguir semana a semana este pequeño espacio, pero lleno de sentimiento hacia mi querido Coatepoec, compartiéndole parte de mis primeros recuerdos cuando niña, mis primeras vivencias con el mundo exterior, mis travesuras, mis alegrías y, ¿por qué no?, también algunas tristezas y desencuentros de mi vida. De repente, vienen a mi mente tantas cosas, de tantos sucesos vividos en esta tierra prodigiosa, donde cada vez que llego me invade la nostalgia; esa sensación indescriptible; la piel se eriza, y mis recuerdos se agolpan en cascada. Eso y más me provoca el entrar a Coatepec; entre el frio y el calor, entre la humedad de la brisa y la sequedad de su temperatura; su olor, mmm, ¡qué aroma tan especial!, desde el perfume de sus flores y árboles hasta el olor a café, café en proceso de tostado desprendiendo su esencia en su estado más puro. Pues bien, invadida de todos estos sentimientos de reencuentro con mi pueblo llegué la semana pasada, el día sábado veintidós de febrero, en visita relámpago, donde pude estar al lado de mi bella familia conformada por mi madre y mi hermanita, pero la ocasión no era para menos, fui invitada a participar en el periódico semanal “EL REGIONAL”, ahora con la variante de que dicho periódico lanza su programa al aire vía internet, donde Usted y yo, podremos platicar, comentar las narraciones de la columna COATEPECANA DE CORAZÓN y resolver algunas dudas en relación a la misma. Será un espacio único, donde Usted y una servidora podremos intercambiar opiniones, extender los temas tratados y, sobre todo transmitir más profundamente el sentimiento empleado en la realización de cada columna semanal; explayarnos en sentimientos y emociones.
Hospital Civil de Coatepec. […] Tal vez, o seguramente, muchos coatepecanos habrán conocido a la señora “Heber” López López, enfermera del hospital civil de Coatepec y que, a principios de los años cincuenta estudió en la primera escuela de enfermeras, misma que se ubicaba en la contra esquina del palacio municipal, si, la escuela se encontraba erigida en la casa de la distinguida familia Pérez Jácome. En alguna parte de nuestros baúles del recuerdo, mis hermanos y yo aún conservamos de mi madre, su ficha de inscripción, el plan curricular de la carrera de enfermería, y lo más curioso, con su nombre legitimo: María de Jesús Rufina López López, -no es que sea mi madre-, pero mujer con gran ética y valor para trabajar, de un compromiso social que, actualmente creo, no se da mucho. […] Una experiencia llena de sensaciones difíciles de explicar en todo su contenido. […] Gracias al hospital civil por ser un cuarto más de mi casita o mi casa un cuarto más del hospital y porque en él vivió muchos años la señora Heber López López, quien gracias a Dios era mi madre… Juan Manuel Canseco López.
Los regalos y yo… […] La comida dio inicio de manera normal, saliendo del colegio empezaron a llegar a casa las invitadas, la comida transcurrió alegremente y llegada la tarde sonó el timbre de la casa, cuando salí para ver que se ofrecía, era Eli, quien llegaba a recoger a Mirna, su hija, y a llevarme mi regalo, el paquete no era muy grande y cuando lo destapé quedé estupefacta cuando vi lo que era, ¡me encantó!, pensaba para mis adentros ¡que buen gusto y que fineza!. Acto seguido abrace con mucho cariño y felicité a Eli y entonces ella sonrió mucho y me dijo: no Normita, felicidades a ti, tu nada más tienes que dar las gracias cuando te regalen algo.
“Contar con la crítica propositiva o incisiva, enriquecen los espacios y ayudan al crecimiento del mejor de los proyectos” Norma C.R. (1965- ). Abogada laboralista y administradora de empresas turísticas.
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