ACOSO: EL TALÓN DE AQUILES DE ESTE GOBIERNO
ACOSO: EL TALÓN DE AQUILES DE ESTE GOBIERNO
Mónica Mendoza Madrigal
En el primer año de la actual administración, al
término de un evento oficial un par de mujeres me abordaron. Había participado
en una ponencia sobre la instrumentación del protocolo de acoso y hostigamiento
sexual en instituciones gubernamentales –proceso que estaba impulsándose en
todas las dependencias de gobierno federales, estatales y municipales, ante la
urgente necesidad de erradicar esa tan común forma de violencia en los espacios
laborales que quedó desnudada luego de que el #MeToo sacara a la luz estas
deleznables prácticas– y lo que me dijeron me dejó fría: ambas venían
padeciendo un infierno de violencia laboral y sexual en la dependencia de
gobierno en la que laboraban de parte de un sujeto que se ufanaba de ser
cercano al gobernador de Veracruz.
Me pidieron acompañarlas en su proceso “porque
nadie más se atrevía” y pese a que en ese momento yo era funcionaria todavía,
caminé con ellas largamente en un infierno que aún no termina, porque el sujeto
–entonces secretario particular de la titular de la Sedema– sí resultó ser del
círculo cercano del gobernador, de la hoy titular de la Secretaría del Trabajo
y de su hermana Magistrada, instancia en la que esa pesadilla sigue estando
entrampada.
El valor y la determinación de Yael y de Julieta han sido mayores a las muchas
trabas interpuestas. Primero dentro de la dependencia en donde fueron
revictimizadas. Y luego por parte de la justicia, que sigue protegiendo a este
acosador. Su caso no es aislado.
Una breve revisión de los múltiples acosos que se han hecho públicos en esta
administración estatal rebasa por completo los límites que podrían situarlos
como “casos aislados” y permiten dimensionar el amplio alcance de un delito
recurrente entre la clase política que hoy gobierna.
Hemos sabido en estos años transcurridos de casos
muy sonados en la Secretaría de Gobierno, en la Secretaría de Educación, en
Salud y recientemente se “voló la barda” la revelación pública de una presunta
red de favores sexuales en la Secretaría de Seguridad Pública, misma que fue
negada rápidamente, sin una investigación interna que sustente ese dicho.
La propia Contralora General del Estado reconoció
durante su comparecencia en diciembre pasado que en los primeros tres años de
gobierno hay un registro de hasta 200 casos de acoso y hasta el momento han
sido cesados apenas una veintena de funcionarios públicos, cifra nada
significativa de acuerdo con la magnitud de denuncias que les ha sido
canalizada, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿y los otros más de 150 casos en
los que no se ha procedido contra los responsables? Seguramente sus víctimas
siguen conviviendo con ellos en el mismo espacio laboral en donde una y otra
vez se les refrenda que el poder político protege a los acosadores.
La semana pasada, dos hechos ocurridos relacionados
con este tema han encendido los semáforos en forma particular.
El primero, es relativo a la denuncia presentada por una ex trabajadora del
Instituto Veracruzano de las Mujeres por acoso laboral y amenazas, hecho
sumamente grave porque, ya de por sí, el IVM se ha convertido en el estandarte
del desdén de este gobierno hacia las mujeres. No tan solo disminuyendo su actuar
pese a la grave situación de violencia que viven las mujeres en la entidad,
sino que ya lleva cuatro años y todo pinta que llegará a seis sin renovar los
consejos Consultivo y Social y sin emitir –con base en la ley– la convocatoria
que lleve a nombrar una Directora al frente de ésta, que es la institución que
las veracruzanas impulsamos para ejecutar la política pública en materia de
mujeres en esta entidad.
Y claro, si en el IVM se violenta a las mujeres, ¿qué se puede esperar en el
resto de la administración pública estatal.
El segundo de los hechos que sienta un precedente significativo en esta materia
es la revocación que hizo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación de la resolución adoptada por los órganos jurisdiccionales electorales
del estado en relación con la violencia ejercida por parte del Secretario de
Gobierno hacia una diputada local.
Hasta hoy los órganos electorales habían estado determinando que en el Derecho
Parlamentario no había violencia política, pero esta resolución redimensiona
ese hecho y establece que el Derecho Parlamentario solo aplica a quienes son
representantes populares y por tanto, quienes desempeñan una función pública
externa al Congreso no están exceptuados de cumplir la ley.
El impacto que las violencias institucionales generan de parte de quienes
considerando que el poder que tienen les permite acosar laboral o sexualmente o
bien, violentar a mujeres, es la esencia misma que las leyes en la materia y
sus instrumentos normativos –como los protocolos– buscan proteger: que ningún
agresor sienta que el poder le protege.
Si al interior de las dependencias no se actúa con contundencia para combatir
todas las formas de violencia, ¿con qué congruencia pueden intentar disminuir
las violencias que se generan en la sociedad que gobiernan?
El ejemplo debe primero ponerse en casa. Y en ese renglón, aquí están
reprobados.