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ACTO DE CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

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ACTO DE CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Xalapa, Ver., a 27 de marzo 2022.- El pasado 25 de marzo de 2022, el Papa Francisco consagró a Rusia y a Ucrania al Corazón inmaculado de la virgen María. Los obispos de todo el mundo junto con sus diócesis, también se unieron a este acto de consagración. Fueron los obispos ucranianos quienes en una carta solicitaron al Papa Francisco que hiciera esta dedicación como lo solicitó la Santísima Virgen María en una de sus apariciones en Fátima el 13 de julio de 1917.

 

Después de las apariciones de Fátima, se han tenido diferentes actos de consagración al corazón inmaculado de María: El Papa Pio XII, el 31 de octubre de 1942 consagró el mundo entero y el 7 de julio de 1952, consagró también a los pueblos de Rusia. El 21 de noviembre de 1964, el Papa Pablo VI renovó la consagración de Rusia al corazón inmaculado de María.

 

También el Papa Juan Pablo II compuso una oración que llamó un “Acto de encomienda” donde consagró a toda la familia humana a la virgen el 7 de junio de 1981. El mismo acto fue repetido en Fátima el 13 de mayo de 1982 y el 25 de marzo de 1984, en la Plaza de San Pedro confió a todos los pueblos al corazón inmaculado de María.

 

Este 25 de marzo de 2022, el sucesor de Pedro, llevó a cabo la oración de consagración de Rusia y de Ucrania para pedir por el cese de la guerra entre esas dos naciones y para orar también por la paz del mundo. Resaltamos algunas expresiones llenas de fe y de confianza que el Papa Francisco dijo frente a la imagen de la virgen de Fátima:

 

“En esta hora de tribulación, recurrimos a tí… Madre de misericordia, tu presencia nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. ¡Hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes!

 

¡Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común! ¡Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas!

 

En el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos.

 

¡No nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra! ¡Inspira proyectos y caminos de reconciliación! ¡Vuelve a traer la armonía de Dios al mundo! Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

 

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, te dijo: “Ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.

 

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria. Por eso, solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

 

Acoge este acto nuestro, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo. Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén”.