Al borde del vacío
Al borde del vacío.
Martín Quitano Martínez
Twitter: @mquim1962
Produce una inmensa
tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la
escucha.
Víctor
Hugo
Dicen los expertos que el
riesgo es de dimensiones planetarias y ya toca duramente nuestras puertas. Las
dimensiones de la catástrofe son el exterminio de nuestra especie, los mensajes
que nos envía la naturaleza muestran que hemos cruzado los límites, la
desbordada acción humana ha costado vidas de flora y fauna que no recuperaremos, pero se insiste
en continuar con la extinción.
Modificar la relación con
nuestro planeta es un imperativo de vida. No modificar el modelo seguido hasta
ahora, ha significado, además de altísimos niveles de desigualdad e injusticia
social, la depredación de los recursos naturales. El cambio climático es hoy una
catastrófica realidad y deben tomarse acciones contundentes.
Exijamos que los gobiernos
todos establezcan sin demora, las estrategias y metas claras para detener la
profundización de la tragedia ambiental. En ello debemos comprometernos, demandando
políticas públicas que frenen la producción de los gases de efecto invernadero,
con el uso de alternativas energéticas apoyadas con presupuestos
suficientes para el desarrollo de
acciones específicas de protección y estímulo para la salvaguarda de nuestro
planeta.
Los fenómenos naturales
atípicos que miramos y padecemos más frecuentemente muestran los desequilibrios
medioambientales. Las altísimas temperaturas en Canadá, los deshielos en los
polos, la creciente cantidad de incendios forestales, hasta la misma pandemia, son
elementos que evidencian los agotamientos planetarios, acercándonos al terrorífico
escenario de que la temperatura planetaria se incremente en 1.5 grados en el
transcurso de esta década, lo que nos ubicaría en un punto de no retorno.
El temor, más bien dicho, el
terror de la comunidad científica es evidente ante la falta de señales
positivas para contener el incremento. La falta de voluntad de muchos
gobernantes y la increíble lejanía e indolencia de muchos en nuestras
sociedades, ante lo que sucede ahora y nos puede pasar demasiado pronto, nos
hace compartir los terrores de los expertos.
Es muy claro que para encarar
la tragedia se necesita la cooperación internacional. Se requiere un gran
esfuerzo por alinear políticas de trascendencia del mayor calado, para
realmente darnos una oportunidad de vida. Sin embargo, la responsabilidad
social no es cosa menor, no solo como una condición para la exigencia sino como
modificación de políticas locales y formas de vida privadas.
Debe quedar diáfanamente
claro que como especie no tenemos otra casa para habitar, que la responsabilidad
de “este diminuto punto azul”, como diría Carl Sagan, que compartimos junto al
resto de los seres vivos del planeta, nos corresponde únicamente a nosotros y que
la estamos destruyendo. La huella de nuestra presencia ha sido ya muy negativa
y nos ha puesto al borde del vacío.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
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