AL INFINITO Y MÁS ALLÁ
AL INFINITO Y MÁS ALLÁ
Uriel Flores Aguayo
Después del periodo llamado
revolucionario, la transición a la democracia y la regresión autoritaria los
pendientes democráticos siguen siendo los mismos. Esto es: elecciones libres,
instituciones autónomas, división de poderes, estado de derecho, derechos
humanos, federalismo, sano y plural sistema de partidos y prensa libre, como
elementos fundamentales para contar con sociedad de derechos y gobiernos
funcionales y transparentes. Mucho de eso lo tuvimos a medias o nunca lo
tuvimos; otro tanto fue simulación. Ahora es más limitado todo. La transición
democrática no resultó lo plena que se esperaba, fue reversible. Resurgió con
otros colores y liderazgos la aplanadora electoral, se recorta la pluralidad y
se fusiona al gobierno con el partido vuelto oficial. En términos generales no
se avisará un futuro luminoso para nuestro país. Faltan las definiciones claves
del relevo: autonomía presidencial o maximato. Formas nuevas al menos o la
repetición demagógica y caudillista.
El gran déficit radica en la
sociedad civil, la organizada, en la ciudadanía en plenitud. De su ejercicio de
derechos y libertades depende nuestro nivel de democracia. No es por medio de
monólogos y consignas, seudo ideologías y ocurrencias, carismas mitómanos,
asambleísmo y doctrinas transnochadas como se forma ciudadanía. Para que sea
tal van sus derechos en primer lugar, el respeto absoluto a su forma de pensar,
el proporcionarle información puntual, fomentar su participación en las
elecciones y en la vida pública, alentar su organización, no hacerla masa
amorfa y no verla como clientela electoral. Una visión democrática, honesta y
consecuente, trabajaría en formar ciudadanía para tener una sociedad sana y
participativa. Necesitamos cuidamos críticos, cuyas opiniones se respeten desde
el poder.
A más participación ciudadana
mayor fortaleza de nuestra democracia. Es el voto y sus efectos, es la vida
pública y la vida privada, son los derechos, son las libertades. Es lo
indispensable para vivir en sociedad, como individuos libres, con visión de
futuro y con proyecto democrático. No es cuestión de darle más o menos
importancia a determinado partido político, las exigencias son para todos,
porque en general son bastante similares.
Si no se actualizan y
regeneran van a terminar como simples cascarones y estorbando a la democracia.
Una oxigenación de la democracia mexicana pasa por la refundación de nuestro
sistema de partidos, hoy reducidos a cascarones burocráticos y cúpulas de auto
consumo. Han dejado de cumplir con sus obligaciones democráticas y
constitucionales.
Es urgente su propia reflexión
para que nos digan qué van a hacer con los problemas de nuestro país, cuál es
su idea sobre la sobre representación y la demolición del poder judicial; esos
y la inseguridad son los grandes temas que le interesan a los mexicanos; son
los asuntos que los partidos omiten, a pesar de que nos salen muy caros. Si al
menos hicieran un intento por ser útiles.
Sin ciudadanía plena no hay
transformación alguna y mucho menos la pomposa “revolución de las conciencias”.
Recadito: seguimos esperando el balance de los partidos de oposición.