Al rescate del campo cafetalero
Hola amigos lectores, los saludo con el cariño de siempre. La región de Coatepec se destaca por la gran calidad del café que produce a nivel mundial, cuyo cultivo fue introducido a principios del siglo XIX desde Cuba hasta la hacienda de Zimpizahua. A partir de ahí y en las décadas que vinieron, se tuvo una época de bonanza y crecimiento social, así como económico, que duró hasta finales del siglo pasado.
La bondad de esta tierra, rica en minerales, en su clima y en condiciones naturales favorables, ha permitido que el grano de café arábiga sea único en su variedad, que cumple con las expectativas del paladar más exigente. Sin embargo, aun su alta rentabilidad en la venta como producto final, los beneficios que antes iban directamente a las familias de productores y cortadores, hoy en día ya no se ven reflejados en su desarrollo. Antes, la cosecha de café se traducía en una verdadera fiesta que traía beneficios económicos a muchas familias, pero hoy estamos ante la situación en la que quienes están adueñados de la cadena productiva, pagan el kilo de café a menor precio que el estipulado en precios internacionales.
Por lo tanto, estamos ante un verdadero atentado contra el campo y quienes lo protegen. Fenómeno que por desgracia no es exclusivo de nuestra región ni de este cultivo, sino que se ve en el azúcar, el frijol y el maíz, por mencionar estos productos clave en nuestra alimentación. Por ello, es importante que se apoye a este sector, que no sólo se fortalezca desde abajo sino que la cadena productiva favorezca a todos y no sólo a los comercializadores. Me parece imprescindible que quien cosecha el café se le pague como lo merece y también se le apoye con equipo de producción para darle mayor valor. Creo que sólo así, podremos generar una nueva época de prosperidad y justicia en nuestra región y en nuestras familias.
Debemos tomar también como ejemplo a otros modelos que ya buscan el comercio justo entre los involucrados. Es preciso que el progreso sea para todos, y no solo para unos cuantos.
Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga