ALCALDES, CABILDO Y AUTONOMÍA
ALCALDES, CABILDO Y AUTONOMÍA
Por Uriel Flores Aguayo
Ayuntamiento
y Cabildo son sinónimos en definición del lenguaje, distintos en desarrollo
político y administrativo. Su historia se remonta, en lo que ahora es Mexico, a
1521, cuando Hernán Cortés, funda la Villa Rica de la Veracruz. Siendo la
Constitución de Cádiz, de 1812, la fuente influyente de nuestro desarrollo
Constitucional, hasta la fecha es posible encontrar elementos originales en
nuestro modelo municipal. Las Alcaldías derivaron en Presidencias acorde a
nuestro sistema presidencialista; y los Concejales en Regidores. Aunque
formalmente somos una Federación la realidad es que vivimos en Entidades y
Municipios sujetos al centralismo presidencial, más ahora. La autonomía
municipal es irrealizable o limitada en exceso de acuerdo a la distribución del
presupuesto nacional. El papel de los Regidores es fiscalizador y de
votaciones, sin injerencia directa en la administración municipal.
Algo
de disfuncional tiene que, en el ámbito local, se reproduzca el férreo y
arcaico presidencialismo y se margine a los regidores ya de por sí poco
representativos. Incluso hay una tendencia en México para disminuir el número
de Ediles con el argumento de su costo, sin reparar en la función trascendental
que pueden cumplir. Lo de sus gastos tiene sencilla solución con presupuestos
austeros, lo de su papel no es fácil de superar ante las tareas que exigen
sociedades grandes y cada vez más urbanas.
En
la CDMX convirtieron a las delegaciones y delegados en alcaldías y alcaldes,
respectivamente, en una reforma importante para darse una organización política
acorde al momento histórico y a las complejidades de gobernar once millones de
habitantes. Es la ruta para el resto de municipios, cambiando nombres de
gobernantes y dando más capacidades políticas y económicas. En nuestro caso
podríamos tener Alcaldes y Alcaldesas, preferibles al extraño e impuesto título
de Presidentes. Igualmente los Regidores podrían ser Concejales en un
relanzamiento de su papel de administración y deliberativo.
Suena utópico, al menos llevará mucho tiempo, pero hay que
irse asomando a nuevas formas de elección y representación en los municipios.
Con un sistema de partidos patrimonial y colocado a espaldas de la ciudadanía
sus propuestas edilicias no corresponden a la pluralidad y talentos de la sociedad
que gobiernan. Hay una brutal desconexión entre la gente común y sus Ediles. En
general esas autoridades municipales surgen del entorno y carreras partidarias,
donde se tiene una especie de exclusividad y se premia la lealtad y
pertenencia. Los Regidores, síndicos y presidentes vienen de las nomenclaturas
partidarias independientemente de sus trayectorias, capacidades y compromiso
social. Ese es el dato mayor. No elegimos al mejor ciudadano sino a quién
ocupará el cargo solo por su militancia política; puede haber excepciones,
donde se den cita ambas cualidades en alguna candidatura pero eso es raro. Con
Ediles que obedecen al interés de sus partidos o, peor aún, a sus pretensiones
personales, la comunidad es mal representada y gobernada. Lo ideal es que
ocupen esos cargos los hombres y mujeres más representativos: los y las mejores
artistas, los y las mejores deportistas, los y las mejores trabajadores,
los y las mejores estudiantes, los y las mejores docentes, los y las mejores
artesanos, las mejores mujeres, la juventud comprometida, los y las mejores
profesionistas, las y los mejores colonos, etc.. Solo así podríamos salir de la
intrascendencia. En tanto hay que pelear por la autonomía y dejar de ser
Gobiernos de segunda, con pocas capacidades para hace frente a sus
responsabilidades. En la pugna autónoma va implícito un compromiso solemne del
Cabildo por jugar un papel activo en el desarrollo democrático y la activación
ciudadana.
Recadito: descendemos a nivel del
suelo con el grotesco manejo de la vacunación.