Alto a la violencia
Por: Linda Rubi Martínez Díaz
Qué tal amigos lectores, me da mucho gusto saludarles. Agradezco sus comentarios; son enriquecedores para esta columna.
Estas semanas han sido muy tristes para todos los mexicanos: homicidios aberrantes e indignantes, que nos llenan de enojo; la niña Fátima de 7 años, la bebe Karol de 5 meses, los estudiantes asesinados en Puebla junto con el chofer de Uber.
¿Qué es lo que está pasando en esta sociedad donde hay una degradación de valores morales, donde solo parece imperar la violencia?
Vemos que la violencia cada vez es más grave. Se habla de un sinfín de condiciones que la generan como son: la desigualdad económica, la corrupción, delincuencia organizada, mala política de seguridad, fallas en el sistema educativo, por mencionar algunos. Desde mi punto de vista y aparte de estos factores en los cuales infinidad de críticos están de acuerdo en señalar como causantes de la violencia en México, hay un problema de fragilidad en la familia. Recordando a Juan Pablo II, “la familia es la base de la sociedad donde aprendemos valores que nos guían toda la vida”.
Desde la familia debemos reforzar los valores que nos enseñaron nuestros padres y abuelos, los cuales tienen validez universal pero que, de no preservarlos, se corre el riesgo de instaurar una sociedad en la que predomina el más fuerte.
Los valores morales son el conjunto de normas y costumbres transmitidas por la sociedad al individuo y representan la forma buena o correcta de actuar. En este sentido, los valores morales nos permiten diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto. Los valores morales deben ser inculcados desde el hogar para impulsar buenos seres humanos.
Cuando era niña, vivía en una época donde prevalecía la armonía, donde podía salir a jugar con mis vecinos y nos cuidábamos los unos a otros. Poco veíamos televisión y los programas que me permitían ver eran caricaturas como Candy, los Supersónicos, los Picapiedras por mencionar algunos. Había límites que estaban bien establecidos.
Cuántos padres y madres de familia, entre ellos me incluyo, tenemos que salir a trabajar para poder llevar sustento a casa. Algunos tenemos la fortuna que un familiar nos apoye con el cuidado de nuestros hijos; sin embargo, hay otros que no cuentan con ese privilegio y deben dejar a sus hijos solos en casa.
El enemigo número uno de los niños, adolescentes y jóvenes es la televisión e internet por los programas que incitan a lo cuantitativo y no a lo cualitativo. Con esto me refiero a que se promociona el valor material de las cosas y no el moral y existencial de las vivencias. ¿Cuántos niños no juegan a que son delincuentes? Definitivamente se está creando una crisis moral que está deteriorando el tejido social.
Cuando pasan tragedias como la de Fátima o la de los estudiantes de medicina, sobre todo cuando hay un golpe mediático por ello, es cuando las autoridades toman medidas. Como dice el dicho popular, “después de ahogado el niño, tapan el pozo”.
Yo los invito estimados lectores a que retomemos nuestro papel activo en la sociedad. No le dejemos todo al gobierno; actuemos de inmediato, inculcando valores morales, amando a nuestro prójimo, sirviendo al que más lo necesita. Y sí, también exigir a nuestras autoridades que hagan su trabajo para que salvaguarden la vida de todos, que nos protejan de aquellos individuos que decidieron tomar el camino de la delincuencia.
Pienso además, que el gobierno debe ya tomar medidas de castigo más severas, pues parece que no es suficiente la cárcel. Debemos traer a tema de discusión pública formas de intervención que sean efectivas, para que este problema de violencia no siga escalando.
Por último, si algo podemos hacer como ciudadanos es empezar con nosotros mismos. Practiquemos con el ejemplo y enseñémosles a nuestros hijos a hacer lo propio, para que sean buenos seres humanos.
Nos leemos la próxima semana. ¡Dios les bendiga!