AMLO, UN RANCIO QUE NO SOPORTA A LOS RANCIOS
AMLO, UN RANCIO QUE NO SOPORTA A LOS RANCIOS
Por
Edgar Hernández*
Pocas
veces en el último siglo se ha visto tanto ánimo ciudadano.
Son
tiempos inéditos.
Es
el despertar de la sociedad civil en abierto rechazo a la dictadura disfrazada
que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Es,
a no dudar, la lucha de todo un pueblo inconforme ante el proceso de
militarización aunada la destrucción de las instituciones.
Son
tiempos de protestas, de manifestaciones en las calles y plazas –a las que ya se
les perdió el miedo-. Será la respuesta masiva a la convocatoria para la gran
marcha y mítines convocados por la resistencia civil en todo el país, donde medio centenar de
ciudades saldrán el próximo domingo a protestar por la embestida oficial de
desaparecer al Instituto Nacional Electoral.
Es la
exigencia ciudadana de poner un alto a las violaciones a la ley –“¡ Y no me
vengan con que la ley es la ley! (sic)”-, así como a las burlas y ocurrencias
del singular personaje de Palacio, que desde su púlpito ha hecho de la mentira
mejor ejercicio del poder.
Es el
pulso de la inconformidad popular ante la desmesura de las políticas públicas.
Es
estar en contra de un socialismo trasnochado y hacer manifiesto el repudio al
régimen en las redes sociales, en las marchas, en los mítines, en la charla
familiar y con amigos.
Es
llamar la atención a una oposición partidaria dormida y seguir respaldando a la
prensa critica, a los chayoteros que tanto emberrinchan al Presidente.
Un
presidente que hace coraje contra los que están en su contra, los que censuran
las raterías de su familia y que le embarran en la cara su falta de palabra, la
indignidad con que lleva la investidura.
No
debemos sorprendernos, por tanto, que en cualquier momento que de tanto
desencuentro se nos informe que ya le dio el patatus, torzón o, mínimo, ya se
le derramó la bilis.
De
por sí carga con dolencias cardiacas, 11 enfermedades reconocidas por el mismo
y cargando una especie de recipiente de diálisis bajo la rodilla, así como las
ojeras hasta el suelo víctima de un brutal insomnio.
De
ahí su rabia y desprecio en el lenguaje; sus toscos ademanes y rabioso
vocabulario.
“Si
hay algo que distingue a los conservadores rancios es su autoritarismo”, dijo
ayer ante el plantón ciudadano que rechaza la militarización del país.
Un
hilillo de sangre le escurre cuando el exponente de lo rancio habla de otros
“rancios”; un conservador en el amplio término del concepto político e
ideológico por su autoritarismo que censura a los conservadores.
Acaso
por ello se coincide que si para López Obrador las mayorías que protestan son
rancias y conservadoras, pues bienvenidas, bienvenidos los jóvenes y mujeres
rancios, pero en edad de votar; bienvenida la clase media rancia que es la que
vota y decide por encima de los rancios de la tercera edad y los huevonazos
chairos becados por López Obrador.
Este
país, nuestra república, abre la puerta a los aspiracionistas rancios, al
comercio organizado e industria rancios; se tiende la alfombra roja a la
iniciativa privada y capitalistas rancios.
También
sean objeto de respeto los universitarios rancios becados en el extranjero que
tanto molestan a López Obrador… y a los médicos rancios objetos de repudio
oficial pretexto para abrirle las puertas a los médicos cubanos, que ni son médicos
ni son cubanos, son mercenarios.
La
república se pone a las órdenes de los 90 millones de rancios que en 2024 están
en posibilidad de derrotar a los 15 millones de chairos bajo la férula de
Morena.
Que
gusto da que por lo pronto el conservadurismo rancio de nuevo se vuelque en las
calles el próximo domingo en rechazo a la
desaparición del INE.
Que rechace el «Plan B», iniciativa de reforma a leyes secundaria,
una reforma legal con la que se busca modificar seis leyes secundarias, con las
que se propone reducir en 3 mil 500 millones de pesos el presupuesto del INE.
Será un golpe a las finanzas que pone en serio riesgo la elección
presidencial, al grado de anularse ante la incapacidad de un INE sin capacidad de movilización nacional para
evitar una elección de estado.
Por
ello es importante salir a las calles el próximo domingo.
Promesas
incumplidas.
“¡A
la primera manifestación de 100 mil personas en mi contra, me voy a Palenque!”, gritó el Presidente el 29 de
septiembre 2020.
Los
rancios se quedaron esperando que se fuera a “La Chingada” -como llama a su
racho de Palenque, Chiapas- luego que 153 mil en marcha ciudadana inundaron días
después el Zócalo de la Ciudad de México.
Y
como esa historia se cuentan muchas más.
Acaso
por ello importa la nueva presencia ciudadana el próximo domingo desde la sede
de nuestra residencia.
Dejemos claro que el Zócalo no es de nadie, no
es del presidente. Demostremos que no es un pequeño grupo de personas o de
partidos los que no estamos de acuerdo, sino que es la muestra de un gran
sentimiento ciudadano.
Obligado
que rancios y no rancios estén presentes.
Tiempo
al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo