Aniversario del Mercado Rebolledo
Rafael Rojas Colorado
rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx
(1945-2015)
Un mercado es cualquier espacio en el que se comercia algún tipo de mercancía, puede ser física o intelectual; el comerciante ofrece sus productos y siempre existe un cliente dispuesto a adquirirlos. Pero hoy refiero al mercado que está frente a mis ojos, en el que aprecio los frutos del campo despidiendo olores y sabores que persuaden el olfato y al paladar despertando de su cotidiano ajetreo a la mente, para dibujar en su seno el prodigio del campo, la imagen en la que se visualiza al labriego cegando la tierra para mañana cosechar la abundancia.
El mercado, al que los antepasados gustaban más llamar plaza, es colorido y folclor tejido en una estampa que denota al comerciante cumpliendo su noble trabajo, a la marchanta regateando el precio de las de las frutas, las semillas y las legumbres, siempre economizando el gasto familiar. El espontaneo pregón nos despierta los sentidos, es la voz del singular mercader anunciando lo que vende, es la musicalidad de su alma con la que persuade la sensibilidad de sus clientes, con su trabajo sobrevive y ahonda sus huellas en el tiempo y en el espacio.
Por sí mismo el mercado conforma una poesía. Cada vendedor, cada puesto, la carga y descarga de los frutos y verduras, cada punto ya es un elemento del poema, como lo son también las paredes, el techo, las ventanas, el piso. Esas partes son amalgamadas al sabor, al aroma, oído, tacto y vista formando los hilos que tejen el singular paisaje del mercado Rebolledo, que nos estimula cierta ensoñación, provocando que se fuguen los suspiros.
Aquí se vende de todo: chiles, cebollas y jitomates, frutas, legumbres y semillas, pescados y carne, zapatos y ropa, yerbas de maltanche para el espanto y sauco para el mal viento, libros con hedor a tiempo y se regalan muchas cosas más como abrazos y sonrisas, preferencia y agradecimiento; todo esto conforman los colores con los que se tiñe el lienzo que conforma el mercado.
Los aromas y sabores que aquí se aspiran son los mismos que desafían al tiempo, son los que convocan los recuerdos viajando hasta nuestra infancia, en aquella edad cuando nuestra madre o la abuela nos llevaban de la mano a conocer el mercado y familiarizarnos con el pintoresco paisaje. Son los mismos aromas, los mismos sabores impregnados en el alma, que viajan a través del tiempo, acercándonos una época arrullada en la ensoñación de los recuerdos y nostalgias provincianas.
En el mercado radica la simplicidad de las expresiones, por eso es magia, por esa razón hechiza, envuelve, armoniza, hace fluir las emociones develando la esencia de su espíritu. Ese es su valor, su rostro, su imagen, la romería que viene y va en todas direcciones; es la gratitud del locatario hacia la marchanta, el amor al trabajo, el diario sustento y las bendiciones divinas.
El mercado es paz, es regocijo, converge al pueblo y lo estimula con sus virginales aromas, lo enamora y lo hace volver, en este espacio se canta el himno que tributa al campo, que agradece a los dioses y a la tierra por lo que engendra y hace florecer. Lo que aquí se merca es reflejo del hortelano escuchando la voz de la naturaleza susurrando quedamente a su espíritu, en el que percibe las más bellas sensaciones del amor al trabajo. Es el amor del hombre que no se regocija a sí mismo sino en los demás. El mercado es un trajín cotidiano y dulcificado del alma humana. Es el vínculo con lo divino, con la naturaleza y con la propia vida.
Esto es el mercado Rebolledo, aunque parezca una fantasía tú lo puedes palpar, lo puedes disfrutar permitiendo fluir las alegrías, tus emociones, incluso tus rebeldías y plácido puedes cantar que estás de fiesta en este día.
Felicidades por su 70 aniversario.