Tal cual

Antes y ahora

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Antes y ahora

Tal cual

Por Alberto Loret de Mola

 

 

A la eterna Flor Silvestre, por aquel beso. 

Zacatecas, hace más de medio siglo. 

 

“Ándale, toma -mi padre, don Carlos, quien no tuvo que emputecer la memoria de ninguna abuela cuando gobernador, me dio disimuladamente un billete de cinco pesos- y cruza al parque a comerte una torta de jamón, que es lo único que te gusta”, me dijo mientras degustaba alguna comida rara, allá por el año 1967, en el restaurante de cuyo nombre ni en broma puedo acordarme. Estaba reunido con unos aburridísimos señores que hablaban de cosas inentendibles para mí. Recuerdo únicamente la palabra “escrutinio” porque la repitieron hasta el cansancio, Llegando a mi casa, en la ahora llamada CDMX, me metí a la biblioteca de mi padre a averiguar qué significaba tan elegante palabra. 

 

De todo esto recuerdo con gratitud, la torta. Tenía frijoles quesillo y algo parecido al jamón.  Me costó un peso con 25 centavos y yo, no recuerdo por qué, estaba seguro de tenía ese dinero en morralla pero, aparentemente me equivoqué para mi desgracia porque me quería quedar con el de a cinco, al grado que el vendedor extendió la mano pidiéndome de vuelta su manjar y me dijo con resignación: “no te alcanza” y fue entonces que me salió la infantil soberbia y le saqué los cinco tecolines, se los abaniqué en la cara y le solté un ¿ah no?

 

Estaba en ese momento la carrera sucesora en Zacatecas, siendo gobernador José Rodríguez Elías. Un hombre cabal y honesto, él sí, capaz y conocedor de su gente. Mi padre fungía, siendo Senador, como delegado del PRI para encontrar al candidato que, a tiro hecho, lo relevaría. En esa época, se ganaban los votos a diario, no sólo durante las campañas. Recuerdo una reunión en la que no les quedó más remedio que sentarme a morir de aburrimiento en una de las tres sillas, entre Rodríguez Elías y mi padre para hablar de los precandidatos y que, de paso me había ya emparejado, teniendo 10 años, con la hija del entonces gobernador: Gabriela. 

 

Al campesino no lo engañas. O lo atiendes a diario o te da la espalda. Al obrero hay que defenderlo todos los días. A la gente no se le usa para ir a votar. Se le sirve cada día. Dijo el gobernador.

 

En cuanto a Gaby, fue un tórrido romance que se resumió a una llamada telefónica de larga distancia que mi hermana Berta le hizo y le preguntó si me aceptaría de novio a lo que ella, fiel al trato de nuestros padres, asintió. La siguiente vez que la vi, ella corrió con mi hermana a ver las vacas y yo, colorado como chilpachole jarocho, corrí en sentido contrario a ver los caballos en su rancho, en San Pedro Piedra Gorda. Volví a saber de Gaby para su boda con algún afortunado, quince años después. 

 

Ese mismo día, nos fuimos en varios vehículos a comer al Rancho “El Soyate”, de Antonio Aguilar y su bellísima esposa, Flor Silvestre. Yo, con mi padre me uní a una plática de hombres mientras que las mujeres de mi familia se sentaron en el corredor de la casa principal con la anfitriona quien al llegar, me agarró un cachete, me lo apretó con fuerza, me plantó un beso en la frente y me soltó un casto piropo que por modestia me reservo. 

 

En un momento dado, en reunión de hombres, Antonio Aguilar le dijo al entonces gobernador, “a ver mi Pepe, eres muy bueno para atrapar ladrones, igual que aquí el general, señalando a su secretario de Seguridad -del que no recuerdo su nombre pero se veía un tipo bragado, no como ahora que basta con que tu influyente prima te recomiende-,  debo reconocer que se acabó el robo de ganado y los malandrines los mantienes a raya, pero… ¿qué tal eres con los coyotes, los de a deveras? Hay un jijo del maiz (sin acento para su correcta pronunciación) que se anda robando mis gallinas, vamos a ver quién se lo quiebra. Los quiero ver disparar” “pos pa’luego es tarde” dijeron al unísono mi padre que acarició su inseparable 38 Special que traía calada al cinto, el gobernador y el general, y al poco trajeron cuatro caballos. No es necesario explicar que este sufrido novio avergonzado, contó los corceles y los jinetes y pues se quedó sin jaca para montar. Así que, resignado,  encaminé mis pasos a donde las viejas. Estaban sirviendo para mi fortuna un maravilloso dulce de maíz (ahora sí con acento) de repetir y repetir, mientras me dieran.

 

Aquí viene el antes y ahora:

 

Antes, los votos se ganaban con atención diaria, con apoyo permanente, con presencia y sensibilidad; ahora, algunos los compran con dinero del narco.

 

Antes, a los coyotes se les perseguía para que no se robaran gallinas; ahora se les contrata para que se roben las elecciones.

 

Antes Las flores servían para adornar estancias o como sobrenombre de una primera actriz; ahora sirven para “embellecer” la cabeza de gobernadores enclosetados y viejitos seniles.

 

Antes, los encargados de seguridad eran seleccionados por sus conocimientos y su probada lealtad y su reconocido valor; ahora basta que la no-primera dama imponga a un primo, por inepto que éste sea.

Antes, los candidatos surgían de escrutinios a la población; ahora tienen que ser los consentidos del presidente o gobernador. 

 

Antes los gobernadores y presidentes daban resultados; ahora leen estadísticas y cuando resultan negativas, le echan la culpa al pasado.

 

Antes los gobernadores no perdían contacto con el pueblo; hoy el gobernador no voltea a ver a un humilde vendedor de chocolates y el presidente sólo reverencia a la mamá del Chapo, su patrón.

 

Antes el Ejército tenía honor y no soltaba a narcos capturados; ahora reciben órdenes de rendirse cuando han triunfado.

 

Todo esto viene a colación porque en Veracruz se van a arrancar, como caballos de hipódromo, los aspirantes a las alcaldías, las diputaciones locales y las federales y las cosas no son como antes. 

 

Para no ir más lejos, comencemos aquí, en el puerto de Veracruz: para desgracia de muchos suspirantes sólo se barajan dos nombres: por un lado, Miguel Yunes y, por el otro, Bingen Rementería, 

 

Miguel, perdedor de las elecciones a gobernador hace dos años ante el inepto Cui de las flores, me imagino quisiera llegar para seguir regenteando al CJNG pero, al parecer, no cuenta con el apoyo del PAN. Su discurso de destape se lo debe haber escrito algún despistado porque lo proyectó como aspirante al Gobierno del Estado. Dice que fue alcalde pero no menciona que irá por esa investidura. A su favor, recursos ilimitados de sus “socios” para comprar votos. Como se acostumbra ahora.

 

Por el otro, un joven diputado Bingen Rementería, busca llegar, con el apoyo de su partido, según reveló hace unos días, para modernizar el puerto, atraer inversiones con estímulos fiscales, y para realizar obras que no se tengan que volver a hacer cada sexenio. Y además no nos lo imaginamos regenteando narcos, y sí erradicando el narcomenudeo y terminando con esas lacras que tan feliz y rico, hacen al ex “gobernador cascarita”. Se le ve seguro y claro, es de buena entraña, buena sangre pues. Lo honesto le viene de familia. Lo capaz de herencia, lo preparado de su propio esfuerzo. Los votos los ganará a pulso. Como antes.

 

Ps. En Xalapa, dos opciones: Velasco Chedraui y el buen Antonio Frutis quien sólo deberá cargar la sombra de Hipo Litio. Por ahora no hay más. La aspirante Ferráez, del cártel de los narcomenudistas los chiquidráculas, no tiene nada que aportar. De ellos y del resto de los suspirantes, hablaremos nomás se dejen ver. Para pronto, la próxima semana.

 

Ps. 2. Al coyote lo mató mi señor padre y su piel sirvió muchos años de tapete en nuestra casa de campo.