Apagón
Apagón
Por Aurelio Contreras Moreno
Como
si no bastasen los problemas y desgracias, en México se viven momentos de mal
fario ante la magnitud de lo que estaría por venir.
Este
lunes y martes se registró una jornada inédita de apagones –que
eufemísticamente el gobierno federal prefiere llamar “cortes programados de
energía eléctrica”- en más de la mitad de los estados de la República. Veracruz
incluido, con todo y que es productor de electricidad y hasta opera una planta
nuclear para ese propósito.
El discurso
ideologizado y el reparto de culpas a terceros no se hizo esperar: desde el
neoliberalismo hasta el frío invernal fueron las causas de lo que en los hechos
se terminó convirtiendo en un primer racionamiento nacional de la energía
eléctrica, algo no visto en México nunca desde que se tendió el sistema
eléctrico de nuestro país.
Si
bien es cierto que una severa tormenta invernal provocó este fin de semana un
corte en el abasto de gas natural proveniente del estado de Texas, con el cual se
produce electricidad para las entidades del norte de México, lo que quedó al
descubierto fue la vulnerabilidad del país en materia de generación de energía
y la desmedida dependencia de Estados Unidos que, con todo y las peroratas
nacionalistas del régimen, ha permanecido intacta los últimos dos años.
Y es
que como resultaba obvio, de inmediato salieron a relucir las justificaciones
ideológicas –que si la defensa de la soberanía, que si la culpa es de los
gobiernos neoliberales anteriores y la reforma energética- para buscar ocultar
las deficiencias técnicas de una administración empecinada en retroceder en
todos los sentidos. El común, entre éstos.
Porque
si a ésas vamos, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador firmó el Tratado de
Libre Comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) en las condiciones en las
que opera en la actualidad y que contemplan sendos acuerdos de cooperación
bilateral en materia de abasto de energía. Mismos que, por cierto, podrían
provocar un conflicto con nuestros socios comerciales si el régimen de la “4t”
saca adelante la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica con la que, en
lugar de avanzar hacia las energías renovables no contaminantes, se entierre al
país en una fosa de carbón.
Pero
regresando al punto de este texto, el problema que se vive sería mucho más
grave de lo que el gobierno está dispuesto a reconocer. Los apagones han
afectado a unos cinco millones de usuarios de norte a sur del país solamente en
dos días. Y a pesar de que tanto el director de la Comisión Federal de
Electricidad, el impresentable Manuel Bartlett, como el vocero presidencial
Jesús Ramírez juran que los cortes de electricidad son controlados, rotativos,
aleatorios y no duran más de media hora, la realidad es que desde varias
regiones del territorio nacional se alzan quejas porque familias, negocios e
instituciones se han quedado sin energía durante varias horas, lo que
representa cuantiosas pérdidas de las, que por supuesto, absolutamente nadie se
hace responsable.
Los
efectos han sido inmediatos. El precio del gas para consumo doméstico se
disparó en las últimas horas y empresas distribuidoras de gas natural como
Engie pidieron a sus clientes “reducir al máximo” el consumo para “contribuir a
mitigar la baja disponibilidad” del fluido en el sistema. Esto, mientras el
propio Centro Nacional para el Control de la Energía (Cenace) solicitó a la
población y al sector industrial su apoyo para “la reducción en el consumo de energía
eléctrica no esencial”.
En
medio de una pandemia que ha obligado al confinamiento, al trabajo desde el
hogar, a la educación en línea, y que hace vital el funcionamiento de aparatos
electrónicos para atender a los miles de enfermos que los necesitan para
sobrevivir, ¿cuál de estas actividades encuadraría entre las que consumen la “energía
eléctrica no esencial” que el gobierno pide racionar, al estilo de lo que
sucede en los países bajo las dictaduras que admira?