Especial

Apagones en Coatepec, 1973…tiempo de ratas.

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Por: Norma Carretero Rojano

 

 

No siempre se pueden abordar temas del todo agradables, he aquí una anécdota vivida por mi familia en la década de los 70´s, pero que considero puede ser de utilidad cuando soslayamos, en ocasiones, lo que las niñas y niños expresan.

 

Como por ahí del 1900.. ¿Que será?… como  73 ó 74, yo tendría unos 8 añitos, es esa época en ese año ignoro el motivo hasta la fecha pero, en Coatepec había apagones todos los días ya pardeando la tarde, como de las siete de la noche en adelante. Para no variar estábamos todos los días en La Campana, el negocio de mi mama, ya que después de comer en casa nos íbamos el resto de la tarde al despacho –como le decíamos- ahí jugábamos mi hermanita Elichabe y yo -y muchas tardes también con nuestras compañeritas de juegos Cindy Pons y Charito Arenas- con lo que podíamos, jugábamos todo el tiempo porque podíamos jugar con muchas cosas, era una tienda tan surtida que igual jugábamos a la casita que igual al lechero porque había cantaros de leche o limábamos las uñas con las limas o al te porque también se vendían vajillas entre otras muchas cosas, coleccionábamos álbumes pues también se vendían las estampitas; con muñequitas de recortar que ha sido uno de mis juegos favoritos de toda mi vida, pero también tomábamos las linternas, pues también se vendían con y pilas rayovac. El negocio en la parte del frente contaba con un gran tapanco de madera donde se almacenaba la mercancía que ya no cabía.

Bueno, pues una noche de estas, se fue la luz como todos los días pasaba, en esa ocasión recuerdo que estaba jugando justamente con una de estas linternas y es entonces que enfocando hacia el techo vi una joroba extraña sobre el tapanco que refiero con anterioridad, conocía cada lugar, cada rincón de ese tapanco, había morrales, catres, cantaros de leche, etcétera, yo sabía perfectamente bien que caja estaba en cada sitio, que catre se encontraba como y donde, que caja podíamos jugar Elichabe y yo y que caja no podíamos tocar porque era frágil por contener cristal o vidrio de la misma mercancía.

 

Al ver esta figura rara reflejada por la luz de la linterna, de inmediato puse en alerta a mi mama y a Agustín quien era el empleado de confianza y aprovecho estas líneas para enviarle un gran abrazo con todo mi cariño; les dije que veía algo raro, como una especie de joroba como si alguien estuviera en cuclillas tratando de ocultarse sin embargo no fui escuchada, como niña que era y lo suficientemente inquieta para dar credibilidad a mi dicho y he de decir, porque también se vale, nunca he sido mentirosa, al contrario siempre expreso lo que pienso y eso, también me ha acarreado algunos problemas en mi vida, desafortunadamente la gente no está acostumbrada a que se le hable con la verdad.

Retomemos el tema, advertí de una joroba sin embargo no hubo eco a mis palabras de niña y al filo, recuerdo perfectamente bien, parece que lo estoy oyendo y viviendo, al filo de las tres de la madrugada de esa noche se escucho como alguien tocaba fuertemente el candado con el que se cerraba la reja de la casa donde vivíamos en Justo Sierra numero 48, una casita divina llena de amor, donde como familia completa fuimos muy felices, era ni más ni menos un policía vestido de azul marino portando su uniforme dándoles la noticia a mis papás de que el postigo de La Campana de encontraba abierto, de inmediato se trasladó mi papá, mientras nosotras ya sin poder conciliar el sueño, hicimos lo propio por la mañana para irnos al colegio para más tarde enterarnos que se habían metido a robar y que según el peritaje inicial hecho por las autoridades responsables y un investigar contratado por mis papas, el robo se había perpetrado desde el interior del negocio, me acuerdo mucho de los detalles porque para mí fue muy impresionante, a raíz de esto, tuve mucho miedo muchos días, un miedo de niña un miedo de incierto. La explicación que daban era que se encontró un boquete sobre el tapanco, pero que casualmente debajo de este boquete se encontraba una caja como de un metro cubico llena de bombillas para quinqué que por supuesto también se vendían, aparentado que por ahí habían entrado, sin embargo esta teoría se desvaneció cuando se encontró que con las mismas limas y desarmadores extraídos de una de las vitrinas del negocio, rompieron los candados y quitaron la chapa del postigo para poder salir del lugar. Era evidente que el robo se había perpetrado desde adentro y no como el o los ladrones quisieron hacer pensar dejando un boquete con una caja de bombillas debajo del mismo, encontrándose las bombillas intactas.

En estos tiempos tan controvertidos y donde las sociedades hemos perdido la capacidad de asombro, es recomendable escuchar a los pequeños, pudieran estar en verdadero peligro y quizás sus palabras nos lleven a la verdad.

 

“El niño conoce instintivamente a su amigo y a su enemigo”.

Edgar Allan Poe, (1809-1849). Escritor estadounidense.

 

E mail: jurídico_coatepec@hotmail.com

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