ASALTO A LA CORTE
ASALTO A LA CORTE
Pedro Peñaloza
“Es más fácil engañar a la gente
que convencerlos de que han sido engañarlos”.
Mark Twain
El ciudadano presidente no esconde lo que pretende,
es más, lo confiesa públicamente: su visión de la gobernabilidad tiene como
base la captura de los otros dos poderes de la unión. Las viejas consignas que
exigía como opositor han sido sepultadas e incluso negadas. Por ejemplo, su
feroz resistencia a la ola militarista se convirtió en una entrega total a las
fuerzas castrenses, convirtiendo su presencia en militarismo (hegemonía en la
estructura del Estado) y no en militarización.
López Obrador es un personaje sin memoria, que
utiliza a las personas según su conveniencia y las desecha cuando ya no le son
útiles. No confía ni acepta críticas. Siempre los ve con ojo vigilante. No
admite errores ni veleidades. Sus fronteras son cuasi religiosas y no soporta a
sacrílegos de su catecismo moral y ético. Confundiendo lealtad con pleitesía.
Por eso, no es raro ver que se declare traicionado
por algunas de sus propuestas a la Suprema Corte. Pensó que tendría una oficina
más en el máximo tribunal, como lo es en este momento el Congreso. Ahora,
ensaya con otra fórmula: decidió mandar al Senado a una terna de integrantes
cercanas a la nomenclatura. Tres mujeres de sepa obradorista. Seguro que no lo
traicionarán en sus planes hegemónicos. Apuesta a la incondicionalidad y al
seguidismo.
No quiere decir necesariamente que alguna de ella
obtenga la mayoría calificada que se requiere. El tabasqueño sabe las reglas y
lanza bolas de humo para institucionalizar la simulación. Al final del proceso
en el Senado, y de sus propuestas claramente condicionadas, en el tercer acto
impondrá a quien se le pegue la gana. Aunque, al momento de escribir estas
notas se rumora que parte de la oposición en el Senado se inclinaría por alguna
de las enviadas del señor de Palacio. En cualquier caso, el mensaje es
terriblemente ilustrativo. El presidente quiere a los tres poderes a su
servicio. Nada de separación ni contrapesos, ni ilusiones democráticas que
evoquen al viejo Montesquieu.
Sin embargo, nadie debe sorprenderse de este
desplante autoritario. Así ha sido su comportamiento durante todo el sexenio.
Todo indica que viviremos tiempos aciagos en los próximos días y meses. El
tabasqueño desea concentrar todo el poder y no dudará en cometer los atropellos
que sean necesarios. Aspira a dejarle a su incondicional una presidencia
absoluta. Mientras él se mantiene atrás, vigilando que nadie se desvíe de su
epístola. Únicamente un vuelco en las urnas puede evitar la próxima pesadilla.
Ese es el formidable reto.
@pedro_penaloz