ASONADA MILITAR DESDE LOS SÓTANOS DE LA SEDENA
ASONADA MILITAR DESDE LOS SÓTANOS DE LA SEDENA
Por
Edgar Hernández*
Los
ataques contra a las instalaciones del Campo Militar No. 1 y Zonas militares en
el estado de Guerrero por el asunto Ayotzinapa, la forzada incorporación de la
Guardia Nacional a la SEDENA y la alianza de cierto grupo castrense con el
Cartel de Sinaloa, al formalizarse el corredor delincuencial
Chiapas-Tamaulipas, tiene muy molestos a ciertos mandos medios y medios
superiores del ejército.
Grupos
importantes de la tropa que han sufrido sensibles bajas por la política de
abrazos no balazos, están inconformes.
Les
incomoda y molesta que no exista más el mito, esa leyenda de que “Presidente,
los militares y la Virgen de Guadalupe eran intocables”.
Por
primera vez en la historia castrense de México, excepción hecha del movimiento
armado de 1910, los soldados son vejados, ofendidos, lastimados en sus valores
patrios y despreciados al dejar de ser garantes de la seguridad de los
mexicanos y depositarios exclusivos de las armas nacionales.
Las
últimas revelaciones de lo que en realidad sucedió en Ayotzinapa, terminó por
dividirlos tras el maquillaje de la verdad gestada por López Obrador, quien
desde que se reabrió la investigación sabía que los 43 estudiantes muertos
desde septiembre de 2014, había sido orquestada por mandos militares aliados a
grupos criminales.
En su
columna publicada en Reforma el sábado anterior, la periodista Peniley Ramírez,
refiere que “Casi todos los 43 normalistas que desaparecieron el 26 de
septiembre de 2014, fueron asesinados, descuartizados y enterrados esa misma
noche”.
“Los
criminales de Guerreros Unidos pensaron en quemarlos, pero eran muchos
cadáveres y cambiaron de opinión. Se los repartieron. Cada grupo criminal se
deshizo de los restos a su cargo como pudo”, publicó.
Peniley
muestra asimismo mensajes donde se comprueba que el Ejército tuvo que
ver en custodia a seis estudiantes que estuvieron vivos hasta el 30 de
septiembre de 2014 en una bodega de Pueblo Viejo, para después asesinarlos
y desaparecerlos.
“Varios
de los cuerpos fueron movidos al interior del Campo Militar del 27
Batallón de Infantería, en Iguala, pues ‘allí no entraba nadie”, señala la
periodista en su hilo de Twitter.
Ello
a la par de las 20 órdenes de aprehensión giradas en contra de altos mandos y
tropa militar por lo mismo, el caso Ayotzinapa, que han provocado el encono de
las cúpulas en la Secretaría de la Defensa Nacional.
Fue
tanta la molestia por las acusaciones, que consideran injustas, que desde la
Sedena hubo presión para que las órdenes de aprehensión no fueran solicitadas
por la Fiscalía General de la República o que se desistieran de las acusaciones.
El
propio general Crescencio Sandoval llegó a plantearle el tema a López Obrador y
a externarle al presidente su inconformidad por la forma de actuar del
subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas en contra del Ejército, la
negativa fue tajante.
La
molestia castrense se acrecentó al resultar imperdonable el ingreso violento de
manifestantes al Campo Militar No. 1 de la Ciudad de México, la instalación más
importante y emblemática del Ejército mexicano, donde jóvenes encapuchados
destruyeron los accesos, pintarrajearon y tiraron letreros y lograron penetrar
al territorio castrense.
Hoy,
en el marco de la conmemoración de los ocho años de la tragedia de Ayotzinapa,
el ambiente está cada vez más caliente, los padres de los normalistas siguen
sin convalidar ni aceptar del todo el informe con las nuevas investigaciones.
Mientras
que los militares, que tanto poder acumulan hoy en el gobierno, están molestos
por las acusaciones penales en su contra y porque el “salpique” de poder y
dinero a los mandos militares es sesgado.
La
informidad entre el grueso del ejército, pilotos y marinos es por el caudal de
privilegios –dinero y posiciones de mando- entregados a un localizado grupo
afín al general Secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval,
dejando fuera a importantes mandos.
Centroamérica
y los países del cono sur como Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina,
y la misma Venezuela, han dado muestras en el pasado de las caídas de las
juntas militares o dictaduras en el poder, al producirse rebeliones desde el
interior de los cuartes o zonas militares alejadas de los centros de poder
militar.
En
Sedena hay división, efervescencia y una gran molestia al perderse el respeto a
la institución más respetada y temida desde que la Revolución se bajó del
caballo.
La
violencia es el signo de nuestros tiempos.
Tiempo
al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo