¡Atarantado a la vista!
¡Atarantado a la vista!
Por Edgar Hernández*
Hasta
flojera da, pero no deja de seguir siendo importante dar cuenta a la opinión
pública que, al corte del 20 de febrero, por 27 meses consecutivos el
gobernador Cuitláhuac García Jiménez no deja el liderato de los peores
gobernadores.
Con
el de Puebla, Miguel Barbosa y el de Morelos, Cuauhtémoc Blanco -el que decide
con las patas- se ubica, como cada mes desde que llegó al poder, entre los
mandatarios con el mayor índice de reprobación a nivel república.
Y
como no debía ser así luego de observar su determinante empeño por ir de la
mano de la corrupción, llevando consigo a su familia y amigos, entregando el
territorio a los Cárteles y empujando a los 8 millones 300 mil veracruzanos a
una pobreza no vista en el último siglo.
¿Qué
es el peor?, eso nadie lo duda.
Es
más, si no hubiera encuestas o sondeos demoscópicos, el sentir ciudadano es de
total reprobación, particularmente luego de comprobar la Auditoria Superior de
la Federación, desvíos que alcanzan los dos mil millones de pesos tan solo en
su primer año de gobierno.
¿Y
la pandemia?
Ya
para el segundo año, en el marco de la pandemia por Covid-19 no le basto
-seguimos refiriéndonos a nuestro cliente Cuitláhuac- llevar al estado al
tercer lugar en mortalidad e infectados por el coronavirus, sino apropiarse del
dinero de las medicinas y los recursos para el aprovisionamiento de hospitales.
Ya
mismo se ignora si sigue abierto el Velódromo de Xalapa para recibir contagiados
cuando en los hechos el inmueble construido para carreras de bicicletas, no
para hospital, nunca se abrió al igual que otros centros presuntamente
habilitados, pero que ni como espacios deportivos funcionaban por su abandono.
Para
el mes de febrero las encuestadoras colocan a Cuitláhuac en el lugar 29. Es el
29 de 32 mientras la opinión pública se pregunta si ante tanta necesidad de no
dejar los últimos lugares no sería bueno que llegara al lugar 32 para que de
una vez se quede en ese liderato.
Pero
no.
Ahí
-pan pianito- ahí la lleva. Está convencido que su pueblo lo ama. No tiene la
menor duda que sus boots, que son como pinchemil, lo ven hasta guapo,
expresivo, leído y escribido.
Como
tampoco existe la menor duda que el grupo de aduladores, peores que él, lo
miran como el gran transformador gracias a las carreteras de 20 metros en curva
que ha inaugurado, mínimo, unas 50 veces para la foto y los videos donde se
expresa al más puro estilo cantinflesco que hasta saliva escupe.
Seamos
justos, sin embargo.
Mejor
imaginemos que cada día nuestro gobernador se levanta pensando que está
bendito, como se lo dijo el patrón; que es Winckler el que le está chingando la
borrega; que vamos requetebién; que en junio no habrá voto de castigo; que en
marzo del año próximo tampoco habrá revocación de mandato, que su abuelita
nunca cantará la verdad sobre su parentesco con Eleazar Guerrero, que Ahued
nunca ganará y que Manuel Huerta es un ojete.
Es
mejor pensar así, porque de otra suerte el “chahuistle” nos perseguirá por
siempre.
Tiempo
al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo