Especial

Ausencia Levet

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 Por Sergio González Levet

Un día antes del 18 de diciembre de 2016, cuando cumpliría 95 años, doña
Ausencia Levet Lambert decidió hacer definitivo su nombre. Acostada en su casa y
en su cama de Martínez de la Torre, se nos fue a un mejor lugar, en donde
seguramente estará gozando de la vida, masticando el chicle de marqueta que
tanto le gustaba y dándole vuelo a la plática, ella que era tan buena charlista, con
sus papás y sus hermanos y su marido que tanto quiso y que se le adelantó sin
querer hace más de 30 años.
Era la mayor de tres hermanas y la segunda de seis hermanos, y le pesaba ser la
última que emprendiera el viaje sin retorno, a donde ya se habían ido Alfonso y
Rubén y Julio, y en donde también está Irene. A los sobrinos Levet nos queda
todavía la tía Esther, que llena todos los lugares en donde estén ella o su recuerdo
con su bondad, su sonrisa luminosa y su carácter inmejorable.
La tía Ausencia se llamaba así porque el abuelo, don José Onesto Levet Lambert,
estaba leyendo una novela cuya protagonista tenía ese nombre, y como le gustó
tanto la historia decidió eternizarlo en su familia poniéndoselo a su hija primera.
Pero… cosas de la vida, a la abuela Beatriz Lambert se le ocurrió empezar a
llamar a la nena por su diminutivo, y se quedó Chita para toda la vida o, para sus
20 sobrinos carnales: la querida tía Chita, y para sus tres hijos: la inolvidable
mamá Chita, a quien asistieron y acompañaron hasta el último día de su larga y
entrañable existencia.
Sé que Carlos, Arturo y Beatriz Galindo Levet están profundamente tristes por la
intempestiva y decembrina ida de su madre, pero también están resignados y
consolados ante la seguridad de que ella vivió como quiso, cumplió su ciclo en
esta vida y ahora se dispone a estar aún mejor en el lugar en el que esté.
  • De doña Ausencia Levet Lambert nos quedan muchos recuerdos: su voz femenina
    y cálida que era una caricia a los oídos de su vasta parentela; el amor por sus
    padres, por sus hermanos, por su esposo y por sus hijos, que nunca conoció la
    capitulación; su grata presencia que a pesar de los años siempre recordaba su
    juventud hermosa de muchacha sana y bien nacida.
    Este jueves 17 en Martínez de la Torre -que fue el lugar que eligió para forjar su
    familia de gente honrada- la tía Chita regresó a ser abrazada por la tierra que tanto
    quiso, a la que tanto le dio y que tanto le dio a ella, según confesaba a las
    primeras de cambio.
    La vamos a extrañar, vamos a sentir ese vacío cuando pasemos por su casa y ya
    no esté para saludarnos con su perfecto acento de Coapeche, lugar de la
    hacienda original de sus ancestros, en donde ella mantuvo su heredad y que
    ahora conservan sus hijos, mis queridos primos Carlos, Arturo y Beatriz, a los que
    les reitero la condolencia.
    Ya no escucharemos la plática fresca y agradable de la tía Chita, pero al pasar por
    la casita de siempre sabremos que está finalmente en donde quería, y que no se
    quedó sola en este mundo, desde donde la extrañamos y le hemos dado el último
    adiós…
    Que te vaya muy bien, tía, lo mereces.
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