El primer día en la escuela secundaria, sus compañeros lo confundieron con el profesor; los maestros lo confundieron con algún supervisor escolar. Él, con la mirada en alto, con coraje, con deseo ardiente, con dignidad y con casi cincuenta años encima, pensaba en alcanzar el título de Licenciado en Derecho, para contender contra las injusticias sociales.
Ni las obligaciones familiares, ni su responsabilidad de obrero, ni sus carencias, lo inhibieron para ocupar una silla de paleta, junto a alumnos pubescentes, que volteaban a verlo como a un ajeno.
En tres años, esa etapa quedó concluida. El segundo peldaño de su IDEAL, es viajar todos los días a Jalapa, porque DEBE SER BACHILLER. En ese lugar, se encontró con su amigo de la infancia, que cumplía con el cargo de director del plantel.
Dos años más de estudio y solicita su ingreso a la Facultad de Leyes; ahí se rodea con diferentes camaradas que le comparten sus juventudes y sus vivencias a cambio de experiencia y de convicciones.
Un día, el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana, fue testigo de la presentación de un examen profesional, donde los miembros del jurado eran mucho más jóvenes que el sustentante.
El alumno, se había sometido a las asignaturas del Alma Máter; había alcanzado su creencia, había cumplido con su proyecto, entendiendo que con éste, daba inicio al siguiente que imaginaba; el de ser un luchador social, pero sobre todo el de enfrentarse a los prejuicios, a las adversidades y el de disputarle tiempo a la vida.
Donde quiera que estés padre mío, el recuerdo de tus buenas actitudes, hacen que tus defectos no resalten y estoy con la certidumbre, en plenitud de vida, de que algún día, en algún lugar, estaremos juntos.
¡Ánimo ingao…!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
Tan contento está el DJ, que se acordó de algo que a Don Julio le agradaba: