“CABA”
“CABA”
Caballero siempre caballero
“A todos
los que todavía sueñan con futbol,
para los
que hicieron sus sueños realidad
y a
quienes se quedaron en el camino”.
Larimex
Esta es una de tantas
historias de vida que el futbol nos ha regalado. Una historia de vida de un
joven mexicano que al igual que cientos de miles que sueñan con jugar
profesionalmente, anotar goles en estadios llenos, ser estrellas, viajar por
las canchas del mundo, comprarle casa a su madre.
Esto sucedió más o
menos así, era diciembre del 1972, el Diario deportivo ESTO publicó en sus
páginas sepia la convocatoria
para que jóvenes futbolistas aficionados acudieran a las pruebas para formar
parte de la Selección Amateur de futbol, dando continuidad al proyecto de la generación olímpica de Munich 72.
Afueras del antiguo Centro de Capacitación, herencia del
mundial del 70, las filas de los aspirantes eran largas en la semana de visorías.
“Caba”, no pudo entrar, regresó al otro día. A sus 17 años trabajaba en un
laboratorio, aprovechó la hora de la comida ir a probar suerte, nuevamente la
fila de aspirantes era enorme. Decidido saltó la barda, el entrenamiento había
comenzado, a lo lejos lo vio, caminó hasta el entrenador que daba indicaciones
a los jóvenes que escuchaban, era “el pescado”, Alfonso Portugal, tenía un balón en sus manos. “Caba”, tímidamente
se acercó, y le dijo: “Quiero hacer la
prueba, deme chance”. Portugal, alzó la cara y le dijo: muchacho ya se terminó, llegaste tarde. “Soy
mejor que ellos”, replicó, con seguridad el joven aspirante. Entonces, el
entrenador lanzó el balón al aire con jiribilla, retándolo, a ver, ¿qué sabes
hacer? Nuestro, atrevido muchacho de cabello largo, hábilmente bajó el balón
con su pierna derecha y la dejó muerta en el piso para súbitamente elevarla con
sus pies y llevarla hasta la mano del entrenador para devolverla, “es suya”, le dijo mostrando una leve
sonrisa. Eso bastó para que “Poncho” Portugal, sonriera en señal de aprobación,
preséntate mañana temprano, le dijo.
Para logar tus metas se
requiere decisión, determinación y disciplina, justo “Caba”, había mostrado la
primera y una breve ejemplo de su calidad técnica que le acompañó a lo largo de
su carrera deportiva.
En su barrio “el lagito”, ahí
donde dos décadas atrás Luis Buñel filmó “Los
Olvidados”, de la colonia Atlampa al norte de la ciudad de México.
Jugaba para el equipo santa Rosa, por la derecha no se cansaba de dar pases de
gol cada domingo, era la estrella juvenil. Ahora se abría una puerta, ante la
escases de oportunidades a millones de jóvenes mexicanos que se pierden con sus
sueños de grandeza en el anonimato.
Al siguiente día, su madre lo
vio prepararse para el trabajo y llevar sus cosas de juego. ¿A dónde vas le
preguntó? No supo qué decir. Pensativo se fue, la duda le perseguía, dejar el
trabajo por el futbol significaba mucho. Una vez más salió de la chamba a la
hora de la comida, caminando soñaba despierto con pisar el césped donde solo
los profesionales acudían y claro la selección mayor, esa de Borja, Peña, Nacho Calderón y compañía,
era otra ilusión. Había que estar ahí, firme decidido y con determinación entró
a la cancha de los sueños de pantalón corto y camiseta blanca desbordaba por el
extremo derecho, encarando rivales, tal como lo hizo en la vida, con clase y
distinción.
Gran charlador, disfrutaba
actuando sus anécdotas, nos contaba: “Al
final reunieron a todos, era el señor Larios con libreta en mano daba
indicaciones y la lista”, cuando dijo José
Luis Caballero Flores, cerró los puños con fuerza, dejó el trabajo y fue en
busca de la gloria. Ahí aprendió que había que luchar todos los días para
ganarse un lugar.
Días después sin dinero para
los camiones, algo tenía qué hacer, recordaba, “ya sé voy con Julio Larios,
varias veces nos enfrentamos en el aniversario de la Cervecería Cuauhtémoc y
Famosa en la colonia del Gas, era la fiesta del barrio en una cancha de pasto
inglés cuidada por los alemanes de la fábrica cervecera, se dijo así mismo. Me acerqué a él para decirle, yo lo
conozco vivo por su tienda”, qué tal, vámonos súbete al auto”, un
oldsmobile color verde del año 56. Así cruzaban la ciudad, en un viejo carro, compartiendo
sueños de futbol.
El 18 de diciembre del 72 fue
el primer juego de observación en Tehuacán, Puebla, “El caba”, fue titular indiscutible e imprescindible en
convocatorias, giras y alineaciones, al igual que Víctor Rangel, quedaron en la lista final para nunca salir de ella
y convertirse en referentes.
Se concentraron en el CDOM, Centro Deportivo Olímpico
Mexicano, durante cuatro años, comían, dormían y entrenaban dos veces al día,
compartían con deportistas de élite de otras disciplinas, campeones mundiales y
olímpicos, “sabía que tenía que
prepararme más y más”. Siempre quiso ser el primero en todo. En ese
ambiente de camaradería y competencia interna aprendieron a vestir y defender
la casaca nacional.
Era tal la competencia interna
que, en un ejercicio de tiro a gol, se coló a la fila porque no tenía balón,
ante la oposición de un jugador que recién llegaba, se hicieron de palabras y
jaloneos, no pasó a mayores, a partir de esa día no se hablaron a pesar que fueron compañeros de habitación
durante los siguientes tres años, los involucrados recordaron la anécdota 40
años después, “bueno, nos hablábamos sólo
en la cancha”, repetía “Caba”, “Neto,
me cuidaba las espaldas, en la cancha éramos guerreros del mismo equipo, porque
las batallas las pelábamos juntos”, nos contó.
Era de los primeros lugares en
las pruebas de resistencia física, el Ajusco, el Desierto de los Leones, o en
la cancha lo demostraba día a día, en la pista de tartán, registraba un tiempo
de 4´38´´ en los 1200 metros, ante las órdenes de Larimex, del que fue
amigo y confidente.
Su primera gira internacional
fue a California, en enero del 73, “había
que foguear a los jóvenes conocer sus comportamientos dentro y fuera del
terreno de juego es importante”, recuerda su técnico Diego Mercado.
La clase técnica de José Luis Caballero le daba claridad al
equipo, penetraba por la banda o filtraba pases a profundidad que se combinaba
con la tríada de goleadores Víctor Rangel,
Hugo Sánchez y Héctor Tapia, forjando una generación de mexicanos ganadores
que destruía el mito de ratones verdes.
Su primer Torneo Internacional
fue Juvenil de CONCACAF, debutaron en el estadio Cuauhtémoc de Puebla, levantaron
la corona de campeones, se convirtió en campeón de goleo, jugando de extremo. Un
año después conquistaron el bicampeonato, portaba con orgullo y elegancia la
playera verde con el 8 en la espalda. “Cada
partido era una oportunidad para ganar porque solo así nos voltearían a ver,
los triunfos nos abriríamos camino”, me dijo en más de una ocasión.
Así lo hizo en Centroamericanos, ganado los juegos Afro-Latinoamericanos celebrados en
Guadalajara, también en Europa,
donde la exquisitez de su juego admiró a propios y extraños, al llegar a
Francia, los organizadores, del Torneo
de Cannes y Toulón preguntaban ¿dónde está ´Cabalero´, Hugo Sánchez? alzando
las palmas como una plegaria.
Una actuación memorable fue
ganar al Huracán que venía de lograr dos subcampeonatos seguidos en Argentina,
en sus filas estaba la estrella Miguel
Ángel Brindisi, en punta Rene
Houseman y en medio campo Osvaldo
Ardiles, los ches al ver a los jovencitos preguntaron, ¿con estos pibes?
Con el orgullo herido los mexicanos saltaron a la grama del Coliseo de L.A., para
dar toque a un rival que no daba crédito, las patadas y marrullerías
sudamericanas estaban a la orden, pero el buen futbol, garra, y meter fuerte la
pierna les dio la victoria ante la sorpresa de muchos. En los pasillos, el
directivo y entrenador argentinos le pidieron al promotor Hugo Bandi, la
revancha ofreciendo una buena cantidad de dólares a los mexicanos, la respuesta
fue: ¡No, tenemos otros planes! Contestó Joaquín
Badillo.
Caballero era considerado por
entrenadores rivales como el motor del equipo, y fue víctima de entradas
arteras para frenar su juego, nunca se “arrugó”, como en aquel juego contra
Israel cuando el volante israelí, un hombre alto, fuerte, medio calvo de 38
años le entró por detrás al joven de 21 años para hacerlo dar un giro en el
aire y lastimarlo. Se levantó como pudo rengueando no quiso salir del juego y
minutos más tarde asistir a Rangel quien
anotó dos goles para irse al descanso con esa ventaja, en los Juegos Olímpicos de Montreal 76.
Conquistaron el oro
Panamericano, llenaron el estadio de la bombonera de Toluca, en los juegos de
eliminatoria y el Azteca en la final y una vez más, por si había duda, despertando
la pasión del público. Les apodaron la esperanza verde a unos muchachos llenos
de ilusiones que salieron del llano para hacernos sentir ser parte de ellos.
Inspiraron a miles de jóvenes que deseban seguir sus pasos. Sabía que jugar al
futbol era cuestión de supervivencia y pasión.
La firma de su primer
contrato, fue con Cruz Azul, el poderoso tricampeón, “Caba”, contaba: “hacía antesala, veía como entraban las
figuras, salían unos entraban otros. Mientras rumiaba, voy a pedir tanto, no es
mucho, mejor menos, me van a decir que no, me contestaba en silencio. Estaba
muy nervioso, pasaron horas, hasta que por fin entré. Me recibió Billy Álvarez, me saluda y dice: ya
estoy cansado, no quiero seguir regateando más, te doy x cantidad sí quieres,
no hay más. Brinqué del asiento y pregunté de inmediato ¿dónde firmó?, “Caba”,
hacía la pausa se levanta actuando aquel momento, para rematar, “me ofreció diez veces más de lo que yo iba
a pedir”, nos contaba entre risas. Pudo cumplir su promesa y comprar casa a
su mamá.
Como profesional debutó junto
a varios compañeros del periplo amateur en Cruz Azul con el legendario
entrenador Nacho Trelles, que lo llamó a la selección mayor en un ascenso
meteórico. En los entrenamientos Paco Castrejón, le decía ¿otra vez tú? Le llamó “el
mil fintas”, porque en el mano a mano siempre amagaba antes de tirar a
gol, dejando sembrado al arquero.
Los golpes en ambas piernas le
persiguieron hasta llevarlo al quirófano, pasó al Guadalajara sin fortuna.
Buscó otra oportunidad entrenando con deseos inquebrantables, logró una
condición física envidiable, eran tal su deseo que firmó con Tecos de la UAG,
con una clausula desventajosa, cobraría sólo sí jugaba, aunque fuera un minuto,
calentó la banca durante el torneo, pero no entró. Se fue como llegó al futbol,
sin cobrar.
José
Luis Caballero, una historia singular, llena de buen futbol,
y tesón. Su disciplina y amistad le hicieron un empresario de éxito. Siempre
fue el mismo hombre de palabra, respetuoso, noble y solidario. Disfrutó en el
estadio Santiago Bernabéu de Madrid las
piruetas de Hugo Sánchez al
conquistar España con sus goles, como tal vez algún día soñaron juntos.
“Caba”,
Gracias por tu ejemplo y amistad.
Hasta siempre.