Cambios de look
Norma Carretero Rojano
Llevar el cabello largo no es cosa sencilla, requiere de un gran mantenimiento, desde la selección de un buen estilista, el shampoo a usar, los enjuagues, y sobre todo su lavado y cuidado permanentes al peinarse.
Lo ideal, quizás, sería siempre traer el mismo corte de pelo como la mayoría de los hombres, pero las mujeres –o por lo menos una servidora de Usted querido lector- cambio una o dos veces por año mi largo, mi estilo y hasta mi color. La verdad me siento muy bien haciéndolo. En épocas de calor lo prefiero un poco más corto de lo habitual y degrafilado para sentirme más fresca. Pero, ¿por qué todo este preámbulo?, bueno, a mi mente vienen recuerdos que quiero compartir con Usted como cada semana, recuerdos de una infancia llena de amor, vivida en nuestro Coatepec de antaño.
En aquellos días, mi mamá y mi hermanita Elichabe se encontraban fuera de la ciudad visitando a una amiga muy querida de la familia Rojano Martínez: Licha Sánchez Torres, que vive hasta la fecha en Ciudad Victoria, estado de Puebla. Para no variar me quedé en Coatepec con mi papá en esos días, como era de suponerse, para mitigar la ausencia de mi madre y mi hermana, mi papá me llevó de compras. No tenía mucho dinero en aquel entonces, pues empezaba a trabajar muy duro para lograr lo que años más tarde logró al lado de mi mamá, pero su amor de padre era más grande que dichas circunstancias.
Llegamos a Xalapa a una tienda de juguetes muy grande y me dijo: escoge la muñeca que te guste, vi una muñequita pequeña con ropita en tonos blancos y rosas; ésta tenía el pelito corto y güero, también tenía uno o dos cambios de ropa, una capa con el rededor en bies color rosa mexicano. ¡Woow!, que muñeca más bonita y femenina, la escena se complicó cuando de repente voltee y enseguida mis ojos se enamoraron de otra muñeca cuya cabellera se cambiaba, y déjeme comentarle que hace cuarenta y tres años eso no era común en un juguete. Mi corazón latía a mil por hora o más y entonces le dije a mi papá que quería la muñeca que tenía las tres pelucas, recuerdo que eran en cabello corto y se veían muy elegantes y bonitas, de diferentes colores: negra, rubia y pelirroja.
¡Mi papá no salía de su asombro!, su carita se tornó preocupada y con un dejo de tristeza. Suavemente se acercó a mí y me dijo: ¿y si te llevas la otra que vimos primero?, vale un poquito menos y es la que te puedo comprar ahorita. Me sentí un poquito decepcionada, pero verle esa mirada tierna que lo caracterizaba acompañada de su dulzura y delicadeza hacia mí, me ayudaron para tomar la primera muñeca y salir brincando feliz con mi nueva adquisición. ¡No pasaba nada malo!, acaso al contrario, habíamos pasado juntos una prueba más de amor filial en nuestras vidas.
La muñeca de las tres pelucas vive en mis recuerdos, y la experiencia al lado de Fredo –mi papá- quedó tatuada en mi corazón.
Algunos años después, ya en edad adulta me descubrí con un corte de pelo idéntico al de aquella muñeca, ¿acaso inalcanzable?…
“Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a mi padre”, Norma C.R., Abogada laboralista y administradora de empresas turísticas (1965- ).
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