CAMPAÑAS FANTASMAS, CANDIDATOS DUENDES.
Uriel Flores Aguayo
Un poco por la obvia y contundente inequidad, otro tanto por la estrechez de recursos económicos, mucho más por la debilidad partidaria y también por la casi general falta de imaginación las campañas electorales en curso en Xalapa apenas se perciben, hasta parecer inexistentes y fantasmales. Es caro colocar anuncios espectaculares, salvo el partido oficial casi nadie más lo puede hacer, como muy costoso desplegar grupos de brigadistas y promotores; en razón de ese dato se puede deducir que es menor la visibilidad de las candidaturas y sus promotores. El efecto es de un ambiente entre frío y relajado, dando la impresión que no hay nada, que las elecciones no tienen fecha ni concreción en figuras y tendencias.
Salvo la novedad de dos candidatos independientes, el resto de fórmulas más o menos se ajustan a los esquemas tradicionales: foto, nombre y lema nada más. A estas alturas, con el sesenta por ciento de la campaña recorrida, todavía no logran suficiente penetración como para ubicarlos en sus posibilidades y tendencias; la motivación para sufragar va muy lenta, a modo para un resultado cómodo para el oficialismo. Urge mayor dinamismo de campañas, más temas locales, más presencia de candidatos y un despliegue de alta intensidad para no ver el regresivo y lamentable espectáculo del abstencionismo inútil e inmovilizador.
Es de una subrayada irresponsabilidad que los candidatos del partido oficial no asistan a foros, exposiciones y debates, de por sí escasos y con poca proyección. No sólo incumplen con una obligación básica, la de fijar posturas y convencer, sino que le faltan el respeto a los organizadores y a la ciudadanía. No se debe minimizar esa postura omisa y despectiva, debería haber consecuencias muy claras en sanción social y en las votaciones. A su exceso de confianza se adjunta la falta de ideas mezclada con un tufillo de prepotencia y una cultura evidentemente autoritaria. Hay que ponerle el foco de severa crítica a esos desplantes antidemocráticos.
En treinta y nueve años que tengo de participar en campañas electorales nunca había observado algo como lo que está pasando en Xalapa con la candidata oficial y el PRI: no aparece ningún tipo de publicidad donde se anuncie como aspirante y se pida el voto para ella y su partido; al menos no en las calles y avenidas. En tanto se develan las razones de esa línea de acción o la estrategia respectiva, uno puede especular abierta y alegremente sobre las motivaciones de algo que resulta, al menos, extraño. Las respuestas pueden estar en algo innovador o en una lectura de desgaste de imagen; puede ser que encontraron, contra sus buenos deseos, un regular nivel de rechazo. A reserva de una sorpresa de último momento, digamos que en los últimos diez días se emparejen y nos bombardeen de propaganda, todo indica que le están apostando al voto duro, cautivo y al de movilización el día de la jornada electoral.
Los candidatos opositores deben evaluar sus posibilidades, a estas alturas, cuento faltan tres semanas de campaña, ya deben tener una idea de sus alcances y el rumbo que puede tomar su aspiración. Es de obviedad que algunos de ellos quedarán en los últimos lugares, en posiciones muy remotas que se vuelven intrascendentes y de relleno. Si su motivación principal es la de que gane un opositor, del signo que sea, deberían pensar seriamente en las declinaciones para la suma. Debe aceptarse que no es fácil dar ese paso, que hay motivaciones diversas y aspiraciones muy respetables: habrá quien participa porque si, a quién no le interesa el lugar en que quede, los que piensan en su partido, los que aprovechan el espacio para difundir sus ideas, etc.
La frialdad de estas elecciones ya de por sí poco atractivas como son las intermedias no conviene a las aspiraciones democráticas, puede hundirnos en el abstencionismo, ola de apatía y refugio individualista. No deben ser las clientelas, de voto cooptado, las que definan la representación legislativa; de darse ese fenómeno deriva en diputados ilegítimos, ajenos a la gente y en la base de un círculo vicioso donde el voto y la representación no ayudan a fortalecer a la sociedad. Todavía es tiempo para que los candidatos lleguen hasta el último rincón del distrito, ocupen muchas horas del día, den la cara y convenzan de votar, de hacerlo masiva y libremente. Se ocupa mucho dinero del presupuesto nacional, que no sobra, en sostener procesos electivos que deben ser de calidad y eficacia para dar satisfacciones y confianza a la ciudadanía.
Recadito: Llamamos a votar y que el voto sea libre.