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23 de noviembre de 2019 viernes
Mi primo Rubén porta más de 8 décadas. Obrero textil desde la adolescencia; su bonhomía, sigue siendo la misma. Buen sentido del humor y buenas ocurrencias que, con sonoras carcajadas todos festejan. En una ocasión, junto con otros primos, tuvieron a bien interpretar El Brindis del Bohemio tocándole a él declamar las frases de Juan, al que a su mente llegue un torrente de inspiración divina y seductora. Al no aprender de memoria los párrafos, resolvió colocando el escrito adentro de la copa que alzaba; el problema fue la penumbra del salón Fábregas. En otro momento, le escuché narrar en el sonido local un partido de béisbol, poniendo la pimienta a las frases que, le dieron un carácter de comicidad.
En plena reflexión, y para hacer este relato, me pregunto en qué época de mi vida, perdí la frecuencia de la relación con mi primo. El tiempo y su velocidad inconmensurable, me hace recapacitar que, nunca es tarde para revivir el pasado. Esto viene a colación, porque el buen amigo César Guzmán, ayer me participó un escrito que le compartió el primo Rubén. Es una carta que, a sus ochenta y tantos años escribe a su padre, la cual y debido a la sensibilidad que causa la edad, hizo que los ojos me sudaran. Con el permiso de ustedes, aquí la transcribo.
Papá: Sé perfectamente que ya no vas a leer ni escuchar lo que aquí te escribo, pues ya estás gozando del sueño eterno. Yo sé y estoy seguro que, con el paso del tiempo, tendré que hacerte compañía.
Quiero decirte en estas líneas, aunque sea demasiado tarde y no lo hago como reproche, pero, cuando éramos jóvenes mis hermanas y yo, nunca supimos lo que era una reunión familiar, recibir de ti un consejo, hacernos una caricia, o un abrazo; lo malo de todo eso es que yo fui igual.
Pero yo creo que nuestra juventud hizo que no tomáramos en cuenta esa actitud; recuerdo a varios de mis amigos cuando se reunían con sus padres a la hora de la comida, para platicar todos juntos; había ocasiones en que se iba toda la familia a pasear, aunque fuera a Coatepec o al río, en esos casos era más que una reunión familiar. Recuerdo cuando tú y mi mamá se separaron. Yo era el más grande pero apenas contaba con 10 años, nunca supe las causas de la separación, lo único que sé, es que nos afectó mucho. En cuantiosos momentos yo quería ser como tú, pero qué bueno que ni lo intenté, pues si lo hubiese hecho siempre tendría que ser una copia de don Tino y yo siempre seré El Rubio.
En muchas ocasiones, en casi todas las familias, cuando el hijo es borracho, lo primero que dicen, lo heredó de su padre; cuando el hijo fuma, es lo mismo, pero en mi caso, quiero decirles a todas esas personas, que están completamente equivocadas, pues yo nunca te vi tomado y yo tomaba mucho, tú fumabas mucho y yo jamás he fumado. Pero quiero decirte que, sí heredé algo tuyo: tu amor al trabajo, pues tú fuiste muy trabajador. Bendito seas por siempre papá. Sinceramente, tu hijo Rubén.
Amigos, la Navidad se acerca, buen tiempo para reflexiones, y como dicen los que saben: “cuando algo malo te suceda, tienes tres opciones, dejar que te marque, dejar que te destruya o dejar que te fortalezca” usted elige.
¡Ánimo ingao..!
Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
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