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CIRO… ¿QUIÉN ORDENÓ EL ATENTADO?

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CIRO… ¿QUIÉN ORDENÓ EL ATENTADO?

Por Edgar Hernández*

 

Buena nota la aprehensión del presunto responsable del ataque contra el periodista Ciro Gómez Leyva.

Gran noticia en paralelo la detención de la banda de malandros cómplices. Fue un golpazo de la policía cibernética y también de la “científica” al concluir que se pagaron 400 mil pesos por una ejecución no cumplida.

¿Pero, quién lo mandó matar?

Versiones muy a modo dan cuenta que el responsable del atentado al periodista no fue el Cartel de Sinaloa, el de los Chapos, sino el Jalisco Nueva Generación “ya que los detenidos traían gorras del CJNG”, se dijo.

¿Raro, no?

Otras apuntan que fue una organización criminal local de la ciudad de México dedicada al narcomenudeo a la que se encontraron “drogas, armas y una camioneta, un auto negro y motocicletas” previamente encontradas en una colonia popular y el estado de México.

¿Más raro, no?

Pero, bueno esa es la versión oficial que para Palacio Nacional fue todo un éxito ya que se actuó con celeridad al darse con los responsables y en lo que toca al de siempre ofendido y calumniado por el presidente López Obrador, es decir Ciro, ya podrá dormir tranquilo ya que no habrá más malandros que lo acechen.

¿Pero, quién lo mandó a matar?

Si fue un atentado por encargo necesariamente tendríamos que remitirnos a quien no gustan sus noticias y comentarios que en buena parte son de carácter político, nota roja y censura al presidente.

Las agudas entrevistas de Ciro con personajes críticos al sistema, a no dudar, son las que han acrecentado su audiencia y popularidad.

El revelar la verdad, dar noticias en contexto y mostrar cuan mentiroso es el Presidente y sus programas de gobierno, así como la escalada criminal que alcanza los 140 mil muertes, son el tono de sus informativos en radio y televisión.

Y eso seguro que no gusta.

Incluso su postura, acaso justificatoria, de dar cabida a todas las voces, incluso la gubernamental a través del periodista mayormente beneficiado por el presidente, Epigmenio Ibarra, a quien se le hizo un préstamo de 150 millones de los cuales no ha abonado un quinto, termina por no gustar al oficialismo.

Y es que cada que aparece Epigmenio en la TV es vomitado por la audiencia.

El no ser apóstata de los chairos, el no comulgar con los extraños ideales del Peje, similares a los del chavismo de pagar a los pobres para mantener la gobernabilidad y perpetuidad y dar cabida a la pluralidad, son un golpes al hígado y a la vanidad del Peje.

Por ahí podría estar el origen del atentado.

En alguna ocasión mi querido amigo Ignacio Morales Lechuga me comentaba a propósito de lo mismo, que había que observar que si un líder, un presidente de la república o un dirigente de masas censura, critica o lanza condenas contra un periodista, político o adversario, siempre habrá algún acomedido o queda bien que busque complacerlo.

Recuerda que en la época de Miguel Alemán Valdés, en una reunión de amigos, el presidente manifestó su incomodidad por un Senador de la república sumamente crítico y opositor a las políticas públicas de su gobierno.

Al otro día de ese convivio, muy temprano, uno de los asistentes de don Miguel le llevó los diarios en donde la nota de ocho adelantaba un atentado que costaría la vida al legislador. El diario llevaba anexa una tarjeta de parte de uno de los comensales del día anterior que lacónicamente le decía: “Señor Presidente: ¡Ya no tendrá más esa incomodidad!”.

Queda claro que López Obrador no dio la orden de echarse al plato a Ciro, queda, sin embargo, la duda qué parte del sector oficial ligado al crimen organizado, ordenó el operativo y sacó de la bolsa 400 mil pesos para consumar lo que finalmente sería un asesinato frustrado.

Queda en la resaca del imaginario colectivo ¿Qué hubiera pasado de haberse consumado el atentado? ¿Estaría feliz AMLO y premiaría en la discreción al autor intelectual?

Tal vez si, tal vez no.

Lo que es un hecho, sin embargo, es que a pesar de los 160 periodistas asesinados a lo largo del sexenio, cuando cae un comunicador otro toma la estafeta.

Muere uno, nace otro, ni en las peores dictaduras ha sido posible asesinar la libertad de expresión.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo