Clásico de otoño.
Héctor Rebolledo M.
Terminó el pasado miércoles este magnífico clásico y no hay ningún premio mayor en el base ball de lujo que ganar la Serie Mundial, y si el equipo ganador ha tenido que esperar tanto tiempo para lograr su objetivo, es el caso de los Cachorros de Chicago, campeones en el 1908. Tuvo que llegar a siete juegos la serie para que Cachorros venciera a unos aguerridos Indios de Cleveland en diez dramáticas entradas que nos tenía a todos con los nervios de punta. Dos veces Cachorros dejó evaporizar una ventaja, primero de 5 a 1 y después en la octava entrada con la ´pizarra de 6 a 3, cuando Indios sensacionalmente empató a seis ante un estadio con casi 47 000 aficionados llenos de alegría. Al final triunfó el mejor, pero como decía en el número anterior, tendremos tema para discutir todo el invierno, y considero que el auténtico ganador fue el base ball.
Ambos equipos tuvieron muchos buenos peloteros jóvenes, la prueba está que el 2º juego de esta serie, ganado por los Cachorros tenía en su alineación a seis jugadores menores de 25 años de edad, siendo la primera vez que se produce un triunfo con estas características. La tribu a pesar de que se quedaron cortos por capturar su primera corona desde 1948, tienen muchos motivos para mirar hacia el futuro con optimismo. Al principio de temporada nadie los marcaba favoritos para ganar el título de la liga americana y terminaron con un magnífico record de 94-67, pese a que dos estelares en su pitcheo, Carlos Carrasco y Danny Salazar estuvieron lesionados gran parte de la temporada, así como el cañonero Michael Brantley.
Ben Zobrist fue nombrado el jugador más valioso, quien ganó el auto que cada año da la General Motors, por cierto que Zobrist participó por segunda vez con un equipo campeón, ya que fue parte de los Reales de Kansas City, ganadores del año pasado.
Felicidades a los nuevos campeones, más bien a ambos equipos que nos hicieron pasar momentos inolvidables.