Como si no pasara nada
Como si no pasara nada
Por Martín Quitano Martínez
En política nada sucede por accidente. Si esto sucede, usted puede apostar que fue planeado de esa manera.
Franklin D. Roosevelt
A pesar de la terrible situación que
padecemos, pareciera que en este país no pasa nada. Se acercan los días de la
elección y el debate político nacional se ubica en una discusión atravesada por
la manifiesta incapacidad de propuestas que mejoren la vida nacional. Como si
la vida social no estuviera donde está, los actores políticos, todos, refieren
los viejos comportamientos, incluso en algunos casos con formas más acentuadas.
Los partidos políticos que se suponen garantes
de la discusión democrática, enfrascados en sus luchas de poder internas y
externas, reiteran los comportamientos que los marcan como instituciones
desprestigiadas para amplios sectores de la sociedad, mostrando una nula o
precaria democracia partidaria, reeditando actos grotescos en su vida interna,
ausentes de autocrítica, sin altura de miras frente a las crisis y con la
reproducción de viejos o nuevos cacicazgos.
Este momento político enfrenta los retos de
una democracia asediada por la polarización, la intolerancia y la
intransigencia, por la incapacidad de tirios y troyanos para determinar con
hechos y propuestas, diferencias claras entre unos y otros. Mientras la
sociedad mexicana camina entre sus muertos, entre las violencias y los miedos,
una mayoría de actores políticos y sociales definen sus prioridades en el marco
de aspiraciones facciosas, nada responsables ante nuestras tragedias.
Se reduce la posibilidad de armar un debate
de razones, de argumentos, que se abra paso entre la cerrazón de las posiciones
intransigentes, de las verdades únicas que descalifican todo aquello que sea
distinto; no se vislumbran asideros de diálogo y reconocimiento del diferente. El
hartazgo de una buena parte de la sociedad, la indiferencia de otra, y el
desenfreno de una parte más, no son referencias favorables para detonar con
efectividad comportamientos, imaginación o acciones alternas de beneficio
colectivo.
El ruido social privilegia las visiones
egoístas y las posiciones irreductibles. Los bandos no proponen, se atrincheran
en el lodazal de una competencia de ofensas, calumnias, mentiras, de ofertas
irrealizables, de mucho más de lo mismo de siempre.
Los abundantes problemas que tenemos, con un
elemental tacto y sensibilidad política, tendrían que ser suficiente para
orientar los actos y ofertas de quienes compiten o dirigen la competencia
electoral y no ha sido así. El adeudo es significativo y de no modificarse, el
alcance será negativo el próximo 6 de junio.
Se hacen realidad las consignas populares de
que en la política nada ha cambiado, de que todos son iguales, de que siempre
pierden los mismos, porque la vida de millones se mueve en medio de las
carencias y la vulnerabilidad, de los túneles sin luz al final. Para mejorarlo,
es necesario asumir que requerimos, que exigimos debates responsables, que
trasciendan la prevaleciente visión bicolor y planteen ideas que rescaten la
pluralidad y fortalezcan nuestra vida democrática actualmente en riesgo.
DE LA BITÁCORA DE LA
TÍA QUETA
Tiempo
de elecciones. Antes: Cállate chachalaca, al Presidente
en funciones. Ahora: Callar al
Presidente es coartar su libertad de expresión.