Conversión
Rafael Rojas Colorado
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Hace más de veinte años que leí las “Confesiones” de San Agustín, disfrutando plenamente su poética lectura; de inmediato fui seducido a transitar por esos pasajes en los que se vislumbra un corazón inflamado de amor que es capaz de contemplar el rostro de Dios. Pero con el paso del tiempo se fue adormeciendo en mi ser el diálogo que el converso dirige sustancialmente al Todopoderoso. Hoy nuevamente abrí las páginas del texto y con más atención fui penetrando en su contenido, logrando apreciar que en el momento en el que el santo redactó dicha escritura había descubierto el verdadero sentido de lo que significa la divinidad para el ser humano.
A lo largo de libro se aprecia la necesidad del deshago de una vida frugal, reconociendo el camino equivocado que elige el ser humano, aún cuando parece transitar por el camino recto, alimentando diariamente los placeres carnales de una alma enferma que busca su propia satisfacción. Agustín consigue descubrir que a Dios no se busca en el exterior sino que vive en lo más hondo de su intimidad; es ahí donde se establece su reconciliación, renunciando a la vida fácil y cultivando con hechos una amistad que lo conduce al profundo enamoramiento del ser supremo. “Señor, estás tan dentro de mí que si voy al infierno allí mismo tú descenderías para auxiliarme”. “Tú eres mi Dios; por ti suspiro día y noche, y cuando por vez primera te conocí, tú me tomaste para que viese lo que existía lo que había de ver y que aún no estaba en condiciones de ver”. “Levántate, tú que duermes, y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo”.
La interrogante surge cuando se alude a la comunidad de Dios; bueno, suponemos que así es, pero en la realidad cuántos nos confundimos al momento de buscar al creador y a menudo generamos en la mente una imagen equivocada de lo que creemos que es Dios. Donde más se nota esa confusión es en los ministerios que el feligrés se responsabiliza a cumplir, es ahí donde afloran las conductas totalmente ajenas, a lo que es moldear buenas actitudes en el servicio e ir depurando esa gracia que Dios amorosamente regala a cada uno de sus hijos, pero que desde temprana edad la contaminamos con el diario proceder, influenciados por entorno en el que nos desarrollamos. No olvidemos la humildad de Cristo Jesús, subyugando su voluntad humana a la voluntad divina, entregando así la vida plena de amor por el pueblo que ama.
El texto de las “Confesiones”, bien puede ser un antídoto de conversión espiritual, si se lee con los ojos del alma, pues al igual que San Agustín, quien por muchos años su espíritu fue gobernado por el pecado, un día con profunda disposición y fe iluminó su ser con el resplandor divino convirtiendo su vida en un apostolado espiritual e intelectual, aportando obras maestras para el estudio y alabanza de la sustancia eterna; nosotros estamos en el mismo camino, todo es cuestión de actitud y disposición.