COSAS DE LA PATADA
«Los delincuentes pobres son los villanos de la película;
los delincuentes ricos escriben el guión y dirigen a los actores».
Eduardo Galeano
LA protesta en las calles vuelve a Brasil, pero ahora no solamente se trata del incremento de los precios del transporte público en São Paulo (20 centavos), ni del despilfarro en obras de construcción o reforma de recintos que hará el gobierno brasileño para el mundial y las olimpiadas. No, ahora se suma el levantamiento de la población que habita en las favelas, principalmente en Río de Janeiro, por el fracaso del plan de «pacificación» que ya ha dejado más de 43 mil fallecidos desde el 2007 según cifras del Instituto de Seguridad Pública de Río de Janeiro (El País. 21/04/2014 p.5). Esto sin considerar los más de 38 mil desaparecidos.
El país sudamericano desde hace 11 años se ha ido colocando como una potencia económica mundial, la cual ha sacado de la pobreza a millones de brasileños con amplios programas de seguridad social y empleo. Este crecimiento le ha valido ser sede de un Mundial y unos Juegos Olímpicos. Sin embargo, el aumento del poder adquisitivo de la población, con un salario mínimo de 362 dólares que ha ido aumentando para amortiguar los efectos de la inflación, formó una clase media que cada vez exigía mejores servicios públicos, universidades, hospitales, vivienda, etc.
Ahora bien, en la pasada Copa Confederaciones quedó claro que algunos segmentos importantes de la población carioca no están contentos con el actual gobierno, y el ejemplo más claro de ello fue la gran protesta callejera que juntó a casi un millón de personas en la Avenida Paulista y que fue dispersada con gran violencia por la policía. Esto provocó que la Presidenta Rousseff saliera por un lado a prometer más gasto público a la población y por otro, lograr con todos los medios posibles la «pacificación» para tener contentos a los directivos de FIFA.
En los últimos días se han desatado protestas más violentas que las vividas hace un año por parte de los vecinos de las favelas, que incluyen la formación de barricadas incendiando camiones o automóviles cerrando el paso en calles y avenidas y el enfrentamiento con la policía. Todo esto debido a que la FIFA exigió al gobierno brasileño para la realización del mundial «eliminar el crimen en las favelas». Por lo tanto, se formó a la Unidad de Policía Pacificadora (UPP), la cual actúa con total impunidad para detener y asesinar a cualquier persona que les parezca sospechosa de ser parte de alguna banda criminal. Estos operativos de la UPP han provocado más de 5,677 muertos, quedando claro que las vidas de los habitantes de dichas poblaciones no valen nada para el gobierno brasileño.
Hasta ahora, no se han resuelto las demandas de la población que salió a las calles a protestar, y es más, «las subidas del transporte público, que fueron el detonante de aquellas mareas humanas enardecidas, han acabado aprobándose» (El País, 24/abril/14 p. 3). La realización de un mundial sin violencia cada vez se ve más lejos y el gobierno está dispuesto a hacer todo lo posible para ello, aunque eso incluya sacar el ejército a las calles.
La organización del evento más importante de futbol dejó de ser una fiesta para convertirse en un «impasse» para el gobierno. Las desigualdades que aún arrastra Brasil tienen que ver con problemas históricos y estructurales correspondientes a un país periférico y que no se pueden resolver con más policías y violencia. Se repetirá la fórmula de siempre. Mientras tanto, el único que hace negocio es la FIFA. Normal.
Algo Más.- La eliminación de los equipos mexicanos en la Copa Libertadores demostró que nuestro futbol todavía no está al nivel de los equipos sudamericanos, y eso que es la segunda liga más cara del continente (770 mdd), según la consultora brasileña Pluri. Una vez más se demuestra que gastar no significa ser más competitivo… Las declaraciones del joven jugador de Pumas Daniel Ramírez, que afirmó haber sido víctima de cobros para quedarse en Pachuca, retumbaron en los oídos de los entrenadores de las fuerzas básicas de todos los equipos de Primera División. Así se las gastan, y de hecho, hay múltiples historias, desde solicitar dinero hasta hostigamiento a las madres de los jugadores aspirantes. Testigos y víctimas sobran, sólo falta el valor para denunciarlo formalmente.
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