CRÍMENES DE ESTADO “A LA CARTA”
CRÍMENES DE ESTADO “A LA CARTA”
Por Aurelio Contreras Moreno
Además de resultar un distractor perfecto
frente a otras grandes falencias del régimen de la mal llamada “cuarta
transformación”, la resurrección del tema de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa
le devuelve al lopezobradorismo su “causa madre”, la narrativa con la cual
socavó hasta la raíz al gobierno de Enrique Peña Nieto.
Pero sin necesidad de ponerse muy quisquilloso,
es evidente que las conclusiones a las que arribó la Comisión Presidencial para
la Verdad y Acceso a la Justicia en el caso Ayotzinapa son muy similares a las
que se plantearon desde un principio: que los 43 normalistas fueron asesinados
casi inmediatamente por un grupo delictivo y que hubo agentes de diferentes
niveles de gobierno involucrados en el crimen.
Y aquí es donde empiezan los verdaderos dilemas
de quienes desde la oposición gritaban lo que hoy no se atreven ni a mencionar:
el gobierno de Andrés Manuel López Obrador clama que se trató de un “crimen de
Estado”, lo que implicaría una acción coordinada de diferentes autoridades del
más alto nivel en el país que habría llevado a decidir la muerte y desaparición
de los normalistas. Incluidos los mandos de las fuerzas castrenses a nivel
nacional y en el estado de Guerrero en ese entonces, así como el propio
Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, que no es otro que el Presidente de
la República.
De entrada, en el informe de la Comisión
Presidencial no se les menciona y el propio López Obrador ha descartado que, al
menos por ahora, existan elementos para responsabilizar al ex presidente Enrique Peña
Nieto y al ex titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, el general
Salvador Cienfuegos, a quien esta administración incluso fue a “rescatar” de la
prisión estadounidense donde fue ingresado acusado de tener vínculos con el narcotráfico,
mismos que el gobierno mexicano, una vez que logró su repatriación, jamás
investigó.
El informe de la Comisión centra sus
señalamientos en la extinta Procuraduría General de la República y en distintos
funcionarios -uno de ellos, Omar García Harfuch, pieza clave de la
“presidenciable” Claudia Sheinbaum, lo que le añade “jiribilla” al informe- que
habrían montado la versión conocida como la “verdad histórica”, por propias
palabras del hoy imputado y detenido Jesús Murillo Karam.
Pero con esos elementos no puede sostenerse
tampoco que haya sido un “crimen de Estado”. No si la procuración e impartición
de justicia no llegan a quienes tenían a su cargo las más altas
responsabilidades en México al momento del homicidio de los normalistas.
Asesinato que el lopezobradorismo fuera del gobierno se negó a aceptar,
exigiendo su presentación con vida y que hoy, tras cuatro años en el poder, no
le ha quedado más remedio que aceptar, cuando siempre fue evidente que era
imposible que siguieran vivos.
Lo que salta a la vista es el uso político que
siempre se le ha dado y se le sigue dando al caso Ayotzinapa. La narrativa del
“crimen de Estado” le dio grandes dividendos electorales al movimiento
lopezobradorista y por eso buscan mantenerla a como dé lugar, en la víspera de
las elecciones en el Estado de México y de la propia sucesión presidencial.
Pero no puede haber un “crimen del Estado” sin
que la cabeza del mismo esté involucrada y se le llame a cuentas. Y no parece
que haya intención de ir contra Peña Nieto. Muchos menos, contra los altos
mandos militares, a los que López Obrador trata con algodones y consiente como
nunca en la historia de México.
El gobierno de la “4t” estaría “catafixiando”
las “verdades históricas” por “crímenes de Estado a la carta”, a conveniencia y
hasta a la medida.
Por demagogia, para no caer en eufemismos.
El número
15
Con el de Fredid Román en Chilpancingo,
Guerrero, se registran 15 asesinatos de periodistas en México tan solo en lo
que va de 2022, lo que perfila a este año para convertirse en el más letal de
la historia del país para el gremio reporteril.
Otro rasgo que definirá los tiempos de la “4t”.
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