¿Cuál es la agenda de Peña?
Pedro Peñaloza
“Pienso que todos estamos ciegos.
Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran”.
José Saramago
1. Reflejos lentos y publicistas ágiles. El estallido político de Iguala puso al descubierto la añeja debilidad de una clase política que está acostumbrada a las lisonjas y a las abyecciones, pero es incapaz de encarar crisis fuera de su control. Los «oficios» de los operadores del grupo gobernante se han derrumbado. Osorio Chong desapareció de la escena y confirmó que Gobernación es una oficina demasiado grande. César Camacho, simple empleado del Presidente, se ha escondido en la bruma de las generalidades. Confirmado: el grupo peñista sabe construir escenas para reflectores, pero lo ciega la confrontación con irrupciones sociales. Ni los voceros oficiosos han podido «lavar» la imagen de un gobierno descontrolado. Los plumíferos de espinazo dúctil también se muestran incapaces de ponerle celofán a la crisis.
2. Crisis de legalidad y legitimidad perdida. El pactismo en desbandada. Es evidente que el aparato político está crujiendo y con él las formas tradicionales de dominación, no obstante ello la clase política se comporta con una insolencia pasmosa, ya para la clase gobernante basta sacar propuestas del archivo de la manipulación para calmar las aguas de la protesta, es la lógica de quienes creen que el control político y la disciplina son categorías y prácticas eternas. Es impresionante, por su carencia de análisis serio, que el inquilino de los Pinos proponga un «pacto por la defensa del Estado de derecho», cuando es precisamente el grupo gobernante, en sus distintos niveles, quien ha fracturado la normatividad jurídica. La rutina de reciclar acuerdos de «buena voluntad», forma parte de la crisis endémica que arrastra a la dinámica institucional y que convierte a la superestructura -como lo sentenciaba el viejo Marx- en un simple aparato de opresión y legitimación.
3. ¿Reformas estructurales rodeadas de tumbas? Es evidente, que el impacto del caso Iguala y de otras ramificaciones de desapariciones y violaciones a los derechos humanos en todo el territorio nacional, tendrán algún impacto en el comportamiento de los inversionistas foráneos. Y aquí hay un grave problema que puede trastocar los planes iniciales de la tecnocracia mexicana, a saber, los compromisos contraídos con las agencias internacionales y con las instituciones del capitalismo trasnacional, que habían magnificado el proceso de aprobación de las reformas neurálgicas de los circuitos de la economía nacional. Nada fácil será convencer a los segmentos burgueses que ya tenían listo engullirse al apetitoso menú mexicano. Aunque como siempre, la sed de ganancia es insaciable.
4. ¿Elecciones con incredulidad partidaria? Los teóricos de lo superfluo -es decir los politólogos weberianos- suponen que los próximos comicios intermedios de junio se podrán llevar a cabo en condiciones de «normalidad democrática», parten de la premisa repetida y reaprendida de que la mayoría de la población carece de memoria y se guía por brújulas pragmáticas y satisfactores estomacales, con lo cual se viene construyendo un escenario que presuntamente pavimentará el rencor social acumulado y la inequidad galopante. Es decir, el minutero del reloj político avanza contra la clase política. ¿Cómo lograr que para el primer domingo de junio la mayoría de la población tenga ánimos y certezas para concurrir a sufragar su voto? Las expectativas no son nada esperanzadoras, máxime si nos atenemos a esta clase política paquidérmica y torpe.
Epílogo. Frente a este nada halagador panorama y con una economía con crecimiento económico mediocre, subyace una necesaria e imprescindible pregunta ¿Cuál es su agenda ciudadano presidente Enrique Peña Nieto?