CUBA: LA UTOPÍA PERDIDA Y ENSANGRENTADA
CUBA: LA UTOPÍA PERDIDA Y ENSANGRENTADA
Uriel Flores Aguayo
La revolución cubana liderada por Fidel Castro,
en 1959, representó una luminosa esperanza para los pueblos del mundo y
especialmente de América Latina. Se vio como una transformación radical que sí
era posible realizar. Era un sueño hecho realidad para millones de hombres y
mujeres que anhelaban un mundo mejor, con justicia social, democracia y
progreso económico. Las circunstancias que la rodearon, como el asalto al
cuartel Moncada, el exilio en México y la travesía por el mar en una pequeña
embarcación llamada Granma, le dieron una atmósfera de hazaña y altura de
héroes a sus protagonistas. Del ejemplo de esa revolución surgieron movimientos
que intentaron replicarla en todo el mundo: el llamado foquismo revolucionario,
es decir, la idea de que un pequeño grupo guerrillero puede ser la vanguardia
de la movilización popular; el ejemplo más visible lo tenemos en la mortal
expedición que, en Bolivia, organizó el Che Guevara. En medio de un régimen que
utilizaba la propaganda como elemento central de su discurso estaba la política
de exportar su revolución a la vez que le funcionaba también como escudo de
defensa ante el asedio Estadunidense.
La revolución cubana perdió cualquier rumbo
colectivo y justiciero cuando se proclamó socialista e ingresó a la espera de
influencia de la Unión Soviética, con las consecuencias negativas de sufrir los
efectos de la guerra fría entre esa potencia imperial y los EEUU. La adopción
del socialismo no estaba en el programa del inicial movimiento 26 de
julio, que fue el núcleo que desarrolló el movimiento que les permitió tomar el
poder a los llamados barbudos. Cuba adoptó un sistema, el socialismo realmente
existente, que no existía como tal y que, desde entonces, ya mostraba severas
deficiencias y fracasos, tantos que llevó a la desaparición de la URSS en 1991.
En realidad, el poder cubano abrazó al Estalinismo, como se dio en llamar al
modelo de gobierno de José Stalin, sucesor de Lenin en el gobierno soviético. Ese
modelo giraba en torno al mando unipersonal, al pensamiento único, al
unipartidismo, al culto a la personalidad, a la propaganda patriótica, a la
educación en la doctrina oficial, a la absoluta prohibición de derechos
políticos, a la represión y el terror, a un sistema policiaco, al control de
los medios de comunicación, a la parálisis económica, a un igualitarismo
inútil, al fracaso del colectivismo, al presupuesto militarizado, etc.. El
modelo cubano, también llamado Castrismo, se volvió dinástico y combinó con
perfección al Estalinismo con el fascismo.
A estas alturas el sistema cubano no tiene
ningún sentido en el mundo y no funciona. Ya no existe la URSS, tampoco el
socialismo realmente existente y la guerra fría se terminó en 1989 con la caída
del muro de Berlín. Es un anacronismo que significa sufrimiento y miseria para
su pueblo, con el agravante de una vida sin libertad. Es costoso en exceso para
los cubanos sostener a una nomenclatura que sostiene desvencijadas y
prescindibles banderas de una ideología obsoleta. El poder en Cuba lo concentra
una familia rodeada de los militares que suelen hablar en nombre del pueblo y
ofrecer un mejor futuro que nunca llegó. Lo que no ha funcionado en sesenta
años ya no va a funcionar nunca. Mucho daño le ha hecho al pueblo cubano, por
las carencias que implica y por servir de pretexto al gobierno, el embargo
Estadunidense.
Las inéditas protestas populares ocurridas
recientemente indican hartazgo y desesperación, como una muestra de ya no tener
más que perder y olvido del miedo. Son reflejo de la coyuntura actual, crisis
de salud y mayores carencias económicas, pero vienen del profundo anhelo de
libertad. Son tiempos de redes sociales con todo y que en ese país el internet
es caro y escaso, controlado por el Gobierno. Con mayor comunicación ciudadana
el aparato gubernamental pierde fuerza, la gente se informa y convoca. La
juventud cubana, por su edad y visión del mundo, ya no cabe ni concibe vivir
gobernado por una gerontocracia, sin libertades y con carencias extremas; es
obvio que no está dispuesta a un heroísmo hueco y a seguir consignas absurdas e
inútiles.
Provengo de la izquierda histórica de México,
fui integrante del partido comunista, del socialista unificado y mexicano
socialista entre 1976 y 1989. En esas filas se admiraba hasta la veneración a
la revolución cubana, al PCC y a Fidel Castro. Se les veía como ejemplo de
lucha contra el imperialismo yanqui. En los congresos y festivales los aplausos
eran estruendosos y duraderos, especiales y emocionantes, cuando anunciaban a
los delegados cubanos. Entre nosotros no había espacio para la crítica a lo que
su propaganda presentaba como el territorio libre de América y ejemplo de
dignidad nacional. Fui integrante de una asociación de amistad xalapeña con
Cuba y conocí la isla, en 1980, en un viaje estudiantil. Tengo, por lo tanto,
una relación regular con ese país que fue de la admiración al desencanto.
A mí formación de izquierda democrática, donde se lee, informa y se practica la
autocrítica, le debo mi postura sobre el gobierno y la sociedad cubana. Creo
que las revoluciones suceden en cierta coyuntura histórica, como fue con la
mexicana, que seguir auto llamándose así, después de ocurrida, es una estafa;
creo que la experiencia cubana es una tragedia social y humanitaria; creo que
ese pueblo sufre por la patológica determinación de un grupo de mantenerse en
el poder a toda costa; creo que el sistema cubano mal llamado socialista no
funciona y no tiene futuro; creo que quienes desde México apoyan al régimen
cubano lo hacen desde la nostalgia o la simulación; creo que debe haber un
proceso de transición democrática sobre la base de la reconciliación nacional,
con garantías y sin venganzas. Es triste lo que pasa en Cuba, que en pleno
2021, en un mundo globalizado y conectado por el internet, sigan sosteniendo a
una clase gobernante que solo ve por sí misma.
Recadito: es duro aceptarlo para quienes han
soñado en un mundo justo, pero habrá que superarlo y ponerse de lado del pueblo
cubano.