Cuitláhuac, una invitación al diálogo
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Por Edgar Hernández*
¡Llegó el momento de serenarse!
Quien esto escribe no representa al gremio periodístico, ni es exponente de nada. Mis créditos los ampara una columna diaria denominada “Línea Caliente” y el aval de casi 50 años entregado a esta honrosa profesión.
Acaso por ello observo con enorme preocupación un señalado desgaste del gobierno que encabeza Cuitláhuac García no visto en los peores momentos de la Fidelidad, ni en el Duartismo o en el breve gobierno Yunista que ya es decir.
Solo bastaron unos meses de la actual administración para constatar que las relaciones prensa-estado en Veracruz quedaron totalmente rotas.
No hay interlocución.
Solo amenazas veladas, torpes llamadas de advertencia, espionaje telefónico, burdos seguimientos de obtusos empleados que tal vez sirvan para algo menos para el espionaje.
La prensa escrita, la radio y la televisión no existen, los semanarios y ediciones mensuales desaparecieron y el hackeo en redes es el pan de cada día.
Del arranque para acá, el gobierno se ha dedicado a hacer tabla rasa colocando a la prensa veracruzana como “chayotera”.
Eso ha lastimado al gremio.
Por ello, salvo dos que tres excepciones que confirman la regla, la prensa en su conjunto lleva 15 meses dedicada a cuestionar el modo y forma del gobierno; a poner en tela de juicio la gobernabilidad, y a encontrar y denunciar el más mínimo resquicio de corruptelas y afanes nepotistas.
Los de dentro dicen que eso no le importa al gobernador, pero si ha de importarle.
A quién le gusta todos los días desayunar mojones, desprecios, burlas e hirientes comentarios. Quién en su sano juicio es capaz de resistir esa cascada de cuestionamientos sin perder el equilibrio emocional.
Quién, luego de leer cada mañana tanto golpeteo periodístico no quisiera desquitarse o, si es juicioso, mandar llamar a aquel comunicador para reconvenirlo.
La cerrazón es mala consejera. No conviene al gobernador y para los comunicadores tampoco cabe vivir en el día a día con las amenazas de los personeros del gobierno que tal vez no se cumplan –no se sabe- pero que de manera indiscutible no te dejan llevar una vida con tranquilidad.
Como periodista crítico hoy ya no puedes transitar en las calles sin el temor de que te vayan a meter un balazo o te inventen algo para meterte a la cárcel o violenten a tu esposa o secuestren a alguno de tus hijos, tal como advierten llamadas furtivas.
Tal vez se requiera que ambas partes nos serenemos.
Queda claro que la crítica nunca dejará de existir. Queda también muy claro que en un gobierno en movimiento no todo es aciertos porque la política la hacen los hombres no las damas de la caridad.
En ambas vertientes concluyamos que lo que se busca es el bien de Veracruz.
La crítica, análisis y comentarios en el marco de la pluralidad informativa siempre llevan el propósito de mejorar nuestro entorno y calidad de vida. Ni todos somos chayoteros ni todos somos honestos. Los periodistas nos dedicamos a una profesión como cualquier otra la diferencia está en la resonancia social.
Las mayorías decidieron por esta forma de gobierno la cual debemos respaldar siempre y cuando se den las condiciones de diálogo y respeto.
Se impone, por tanto, la concordia, una prueba de voluntad de ambas partes.
Decía Fernando Gutiérrez Barrios que para negociar se requiere que las partes pongan en la mesa sus respectivos capitales y a partir de un diálogo honesto y constructivo se llegue a un acuerdo que convenga a las partes en conflicto.
Esta columna “Línea Caliente” desde la segunda parte del gobierno de Fidel Herrera, luego con Javier Duarte y más tarde con Miguel Angel Yunes siempre ha mantenido una línea crítica, ácida, admonitoria teniendo como respuesta de parte de sus gobernantes en ocasiones asperezas, pero siempre diálogo y acuerdos considerando que un acuerdo es un convenio, es tregua, es respeto, es el convencimiento para evitar abonar a la división entre los veracruzanos.
En las relaciones prensa estado no todo es negro ni todo es blanco.
No todo es chayote, ni todos somos blancas palomas. Los claroscuros siempre existirán y los hombres habremos de pasar pero las instituciones pervivirán.
Si esta columna con su sola desaparición contribuyera a la armonía ciudadana o aportara un ápice al cambio en la voluntad del gobierno para reanudar la relación prensa-estado, con gusto dejaría de escribirla.
Si esta columna abriera posibilidad alguna de que la autoridad hiciera manifiesto su respeto a la vida y familia de los comunicadores, se mantuviera dispuesta a la relación informativa y comercial y dejara sus estúpidos espionajes y ofensivas llamadas, como gusto me retiraba a disfrutar de mis nietos.
Son tiempos de prudencia, señor gobernador. El buen gobierno está al alcance de su mano. Basta que se decida.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo