Curiosas anécdotas de coatepecanos
Por: Norma Carretero Rojano
Así cuentan que pasó…
Coatepec de suyo es una población mucho muy especial, ¡con vida propia!, tratando de no ser visceral, por el gran cariño que siento por él, por mi terruño querido, es insoslayable todo lo hermoso que guarda y que, aún conserva. Está lleno de historias mágicas y, ¿por qué no decirlo?, también se ha engalanado de gente brillante que ha hecho historia no solo en Coatepec, sino en nuestro país.
Lo que a continuación voy a narrarle, dicen que sucedió por aquello de los años 50´s, de cuando las calles de Coatepec aun eran empedradas con aire de provincia y, son historias que yo vengo escuchando desde niña y que desde entonces me han robado gratas sonrisas. Como coatepecana que soy me gusta compartir parte de su vida y cultura urbana, en esta ocasión un poco chuscas, pero con mucho respeto y cariño hacia los personajes que enseguida nombraré y, que además con alguno hasta emparentada estoy. Algunos de estos personajes ya no se encuentran entre nosotros, pero siguen estando en nuestros corazones.
Como en muchos lugares, a la gente se le conoce por algún sobre nombre, bueno, pues en Coatepec, también a veces así ha sido.
Cierta dama poblana casó con caballero coatepecano, y hablo de Ttitina Carretero -quien siempre se caracterizó por su dulzura y sobre todo simpatía-, y de Alfonso Fernández del Campo, de ahí las anécdotas de hoy:
Un buen día se encontraba placenteramente sentado un caballero bien parecido, vestido de blanco, en una de las bancas del parque, cuando en eso llegó una señora sumamente apesadumbrada, quien se dirigió a éste, impecablemente vestido y le dijo: ¡por favor ayúdeme!, ¿quiere usted venir a ver la nalga de mi hija?, fíjese que tiene un tlacote y no sé qué hacer, le duele mucho. El caballero se paró de inmediato, emprendieron la caminata hasta la casa de la susodicha. El hombre
cuidadosamente revisó la nalga de la joven y entonces la señora le preguntó impaciente, ¡¿qué le hacemos, con que se lo quitamos?!, el caballero súbitamente le contestó: no lo sé señora, habrá que llamar a un médico, la señora sorprendida le interrogó, ¡¿pero cómo, no es usted médico?!. No señora, no soy médico, vine porque usted me pidió que le acompañara a verle la nalga a su hija, pero yo no soy médico…
En cierta ocasión un señor pedía desesperadamente la ayuda de un médico, cuando un lugareño se le acercó y le dijo, no se angustie tanto hombre de Dios, llame usted al “Pipias”, al “Solomillo” o al “Tinin”. Atónito el señor se volteó y le preguntó al lugareño, ¡oiga usted, ¿son doctores o son payasos?!…
De “el Pipias”, Dr. Martínez, no tengo más que agradecimiento, cariño y respeto, pues le salvó la vida a mi hermanita Elichabe cuando la intervino a los veintidós días de nacida; de “el Solomillo”, el mejor de mis recuerdos; cuando se necesitaba de alguna pócima no había más que acudir a su botica para obtenerla, así como un buen consejo para curar nuestros males y, del Doctor “Tinin” Martínez, también todo mi cariño, pues además de ser tío directo de mis primos hermanos (los Fernández Carretero), desde niña, le traté y su hija Cristy, casó con un primo hermano mío y, cuando niñas solíamos pasar largas vacaciones juntas.
“Siempre es bueno mantener el ánimo y reír un poco recordando a nuestra querida gente”.
Anónimo.
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