De cubrebocas y ego
De cubrebocas y ego
Por Salvador Muñoz
La primera vez que usé un cubrebocas,
fue para asaltar un banco y aunque no lo crean, tuve éxito a pesar de que fui
ferozmente perseguido por los guardianes del orden que disparaban sobre mis
espaldas pero sin dar afortunadamente en el blanco… ¡qué tiempos aquellos!
Ahora, quién lo diría, tuvieron que pasar muchas décadas para que de la
imaginación de mis juegos infantiles a mi realidad de trámites de adulto,
entrara a un banco con cubrebocas pero sin un gramo de emoción en el asunto…
¡qué tiempos ahora!
No sé si a usted le pase, pero a mí
me zurra el Cubrebocas, pero no por usarlo como medida de protección, sino
porque de cierto modo siento que soy víctima del robo de identidad y a la vez,
el resto de la gente…
No es mi intención de ningún modo
llamar a No usar cubrebocas nomás porque el ego de quien escribe se siente
rebasado al no ser fácilmente identificado las veces que uno tiene que salir a
la calle, como para ir a hacer la despensa o ir al banco, como ocurrió la
semana pasada. No… esto como siempre, es sólo un punto de vista muy particular
de quien escribe que a pesar de que sienta que pierda “identidad”, está
consciente de que tiene que usar el cubrebocas por dos buenas razones:
1.- Por mi salud y la de los demás…
2.- Y por evitar una discusión con la
Mujer por el descuido de no ponérmelo… ¡Qué tiempos ahora! ¡Vamos! No se ponía
tan densa cuando años pasados, no me ponía “protección”… ¡qué tiempos
aquellos!
Insisto… no sé si a usted le pase,
pero a mí me cuesta identificar al vecino o la vecina que me lanza un saludo en
la sana distancia y ya por un reflejo de educación que raya en el “para no
quedar como pendejo”, alzo la mano con un “…nosdíasss”, “…nastardesss” o
“nasnochesss…” mientras para mis adentros me quedo con “¿Quién rayos es?”
A veces aplico la de Pedro Navajas y
puede que identifique a quien me saluda “con ese tumbao que tienen los guapos
al caminar”; otras, a la Miguel Bosé, “por ese modo de andar… ese look
chachachá”… y hay hasta la del General: “Tu la tienes toda por eso te ves buena
/ Digo corazón que tú te ves bien buena / Digo mi amor que tú te ves bien
buena…”, pero por supuesto que ésa no la he aplicado… ¡ay, ajá!
Lo cierto es que hoy, hay una
cantidad de cubrebocas de diferentes estilos, colores y texturas… una ocasión
vi a una señora con su hija, ambas llevaban cubrebocas con estampados… el de
la niña, era el de una princesa de Disney… el de la señora, la boca de un gato
que se integraba a la perfección con su medio rostro… saludé con un “Buenos
días” y dije a la señora: “¡Qué bonito cubrebocas!” y ambas me respondieron al
unísono con un “¡Gracias!” que por el tono, estoy seguro que esbozaron una
enorme sonrisa… la pude adivinar… estoy seguro que hasta la pude ver aun con el
cubrebocas… seguí mi camino cuando a los pocos metros, la niña me lanzó un
grito: “¡Señor! ¿Verdad que dijo que mi cubrebocas estaba bonito?”, y no tuve
el corazón para desmentirla gritando que “¡Síiii!”
En una de las sesiones recientes del
Instituto Veracruzano de Acceso a la Información, vi a la presidenta Naldy
Rodríguez con algo que pudiera aliviar a mi ego su complejo con la identidad:
¡Un cubrebocas transparente! Voltee a ver los cubrebocas de casa (la Mujer
tiene una “colección” por así decirlo) así como la careta que ocupamos para ir
al mercado y me sentí como el niño que tiene todos los juguetes del mundo, pero
no el que tiene el niño de enfrente… ese cubrebocas creo que podría dar sosiego
a ese ego pendejo que tengo por recuperar mi identidad que hasta podría pasar
por alto el que no pudiera identificar a mis vecinos con sus rudimentarios
cubrebocas… por supuesto, la Mujer prioriza otras cosas… primero la salud,
luego el ego… ¡claro! como que a ella le queda la canción del General, pero a
uno, ni aunque le canten la Patita lo reconocen… “¡Se va meneando al caminar /
como los barcos en altamaaar…”