DE MERCACHIFLES Y DEMAS
DE MERCACHIFLES Y DEMAS
René
Sánchez García.
Hace pocos días,
un amigo me comentaba acerca de todas las bellezas con que hoy cuenta la ciudad
de Orizaba, Veracruz. De unos años a la fecha, las autoridades municipales,
junto con la iniciativa privada y los habitantes, se han esforzado en darle
otra cara al turismo que los visita a diario y sobretodo en los períodos
vacacionales. Una vez que la industria textil, cementera y cervecera que
prosperaron fuertemente desde los tiempos de Porfirio Díaz, decayeron hasta
desaparecer, el municipio le apostó a la gente de fuera que lo visita, a fin de
reactivar su vida económica. Mucho tuvieron que ver las autoridades municipales
que siguieron un plan de desarrollo. Claro, también su gente que ama su lugar
de vida.
Hoy luce diferente la
ciudad de la Pluviosilla, misma que padeció durante los gobiernos priistas de
antaño, los múltiples problemas que hasta hoy siguen padeciendo todos los
municipios veracruzanos. No he tenido la oportunidad de comprobarlo, pero mi
amigo me comenta que su río luce totalmente saneado, así como ser una ciudad
limpia, debido a su puntual recolección de basura. Que puede decirse de su
perfecta vialidad, donde el orden es lo primero que se percibe. Cuenta con
museos de todo tipo, su palacio de metal ahora compite con sus bellas calles
pavimentadas. Bueno, hasta cuenta con parques temáticos y un transporte aéreo
para admirar la bella ciudad.
Mi amigo me comenta que
cuando llegó a laborar allí, allá por los noventas, la ciudad era un caos en
cuanto a los mercaderes que habían invadido las rúas principales del lugar,
convirtiendo sus calles en un verdadero mercachifle. El mercado estaba invadido
de vendedores de mercancías de todo tipo, lo que permitía no sólo los
desquiciamientos, sino el germen de la inseguridad. La solución fue la mano
dura de las autoridades municipales para ubicar a los vendedores en tres
lugares específicos. Así, se construyeron dos mercados más para comodidad de
sus habitantes. Ese orden comercial, donde cabe igual lo informal, ha seguido
conservándose hasta el momento. Estoy planeando visitar Orizaba para comprobar
la felicidad y orgullo de mi amigo.
Lo anterior viene a
colación, cuando observo con verdadera tristeza en lo que se ha convertido el Mercado Miguel Rebolledo de Coatepec.
Sólo es cuestión de caminar los sábados y domingos sobre las angostas banquetas
de esa cuadra de la calle de Miguel Lerdo, para comprobar que, desde el árbol
de buganvilia hasta el cruce con Juan Soto, existen en tres acomodamientos fuera
de la ley, la cantidad de 73 vendedores de mercancías de todo tipo: frutas,
verduras, pájaros, semillas, helados, flores, ropa, utensilios para celulares,
pescados y mariscos, dulces, pan, tortillas, juguetes, limpiadores de calzado,
etc., pero sobretodo frutas de todo tipo
y de la temporada, Ya que decir de 12 camionetas con futas, 7 taxis
estacionados y 8 de fila en espera de pasaje, donde muy amablemente, todos
ellos dejan un solo carril para circular y 6 perros huesudos que me encontré a
mi paso.
Ya dejemos de lado la
insalubridad, los malos olores que emanan, los tropiezos de los caminantes, las
aguas sucias, el calor sofocante y dos o tres agentes de tránsito al costado de
nuestro palacio municipal, donde se guardan a diario síndicos, regidores, jefe
de departamentos y un centenar de empleados, que no salen a la calle (salvo
limpia pública) jamás. Ojalá mi amigo Nacho Luna llegue a leer todo esto, ¡lo
que él también ya sabe y lo sabe bien!!!