¿DE QUÉ ESTAMOS HECHOS LAS Y LOS MEXICANOS?
¿DE QUÉ ESTAMOS HECHOS LAS Y LOS MEXICANOS?
· Es el primero de cobertura
nacional en Latinoamérica
· Biobanco
Mexicano: diversidad genética, ambiental, histórica y de salud en nuestro
territorio
· Fueron analizadas 6,057
muestras de 898 localidades urbanas y rurales a lo largo de las 32 entidades
federativas; para cada una se examinaron 1.8 millones de marcadores
Agustín B. Ávila Casanueva
Las y los mexicanos somos difíciles de definir. No a todos les gusta el
picante y habrá quien no coma tortilla. Algunos no se saben ni un son o una
ranchera, pero cantan todas las del artista nacional de moda. Además, como dijo
Chavela Vargas, los mexicanos nacemos donde se nos da la gana. Sin embargo,
cuando juntamos información de miles de personas que viven en el territorio que
hoy llamamos México, podemos conocer más sobre la historia de las poblaciones
que aquí han vivido, y entender más acerca del estado de salud actual y, con
ello, prepararnos mejor para el futuro.
“Además, también estamos aumentando la diversidad y
la representación”, explica la doctora Mashaal Sohail del Centro de Ciencias
Genómicas de la UNAM. Sohail se refiere a la poca representación que hay en las
bases de datos genómicas de poblaciones latinoamericanas, lo que genera una
visión incompleta de la diversidad y variantes genómicas que presenta nuestra
especie.
El pasado 26 de octubre un grupo de investigadores
nacionales y extranjeros –de la UNAM, el Centro de Investigación y de Estudios
Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, las universidades de Oxford y
Chicago–, liderados desde la Unidad de Genómica Avanzada (UGA-LANGEBIO) por el
doctor Andrés Moreno Estrada, publicaron en la revista Nature el
artículo “El Biobanco Mexicano avanza la genómica poblacional y médica de
diversas ancestrías” (Mexican Biobank advances population and medical genomics
of diverse ancestries).
El proyecto está cimentado en la Encuesta Nacional
de Salud del año 2000, diseñada por el doctor Jaime Sepúlveda y realizada por
el Instituto Nacional de Salud Pública. En ella, más de 43,000 individuos no
solamente donaron un poco de sangre para el estudio, sino que también
respondieron una encuesta sobre su nivel de salud, que incluía información
acerca de sus hábitos, dietas y localidades.
“Esto es de gran importancia”, comenta Sohail
–quien es primera autora del artículo de Nature– “ya que nos
permite modelar juntos los factores ambientales y genéticos”. Esta
investigación fue posible gracias a que cuando se realizó la encuesta también
se pidió el permiso a las y los donantes de poder utilizar las muestras y la
información recibida en proyectos de investigación básica.
Para hacer el estudio del Biobanco Mexicano no se
utilizaron todas las muestras de la Encuesta Nacional de Salud, pero gracias al
financiamiento de Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías y el
Newton Fund se pudieron analizar 6,057 muestras de 898 localidades urbanas y
rurales, a lo largo de las 32 entidades federativas.
En cada una de esas muestras se examinaron 1.8
millones de marcadores a lo largo del genoma para poder estudiar no sólo las
cuestiones relacionadas con la salud, sino también con la ancestría genética y
conocer de mejor manera la diversidad genómica presente en nuestro territorio.
Con esa estrategia el Biobanco Mexicano es el
primer biobanco genómico de cobertura nacional en Latinoamérica. “Estamos
iniciando algo”, cuenta Sohail. “Es importante que surja desde México, de
manera local, y que se comparta para comenzar otros proyectos”.
A su vez, Moreno Estrada comparte en entrevista
para la revista Nature: “Nunca se habían genotipado tantas muestras
de ADN en un laboratorio nacional. Durante meses automatizamos el proceso y
después de procesar más de 6,000 muestras del Biobanco en el LANGEBIO es un
gusto decir que la tasa de error de genotipado fue menor al 0.5 %. El haber
instalado esta plataforma fortalece las capacidades científicas del país porque
la tecnología se queda en casa y está beneficiando a más proyectos genómicos al
ser un laboratorio de servicios abierto al público”.
No hay una historia única de nuestro país
Los datos que arroja el análisis de variantes
genómicas se resume en una sola frase que comenta Mashaal Sohail: “No hay una
historia de México”. Pero para desmenuzar un poco esto, María José Palma
–estudiante de Moreno Estrada al inicio del estudio y ahora de Sohail que
también participó en el proyecto– señala: “La población mexicana tiene una
historia distinta a la división política que vemos actualmente. La historia se
ha visto influida por los asentamientos y culturas que existen desde antes de
la Conquista”. Además, como añade Sohail, “la colonización [realizada por los
españoles] no fue igual en todo el país”.
Es decir, claramente tenemos un pasado y un
componente genético que corresponde con las poblaciones indígenas que habitan
el territorio mexicano, pero esto no quiere decir que es el mismo en todas las
regiones. Cada población indígena tiene sus propias variantes y patrones
genéticos que comparte con otras, así como sus propias costumbres, lenguas y
ambientes.
El término indígena en realidad engloba a muchas
culturas que no necesariamente tienen cosas en común. Este estudio permite
hacernos de una lupa que pone atención en estos detalles. Esto es muy claro en
la región de la península de Yucatán, donde los marcadores genómicos resultan
ser claramente distintos a los observados en el resto de la república mexicana.
Aunado a esto, se puede observar también el
componente de la ascendencia africana –que igual engloba a varias culturas y
comunidades– con marcadas diferencias dentro de distintas zonas del país, así
como uno asiático, vinculado con el Galeón de Manila o Nao de China más
reciente.
Todo eso genera una riqueza de ancestrías dentro de
nuestro territorio, como afirma Palma: “Cada población tiene su propia
historia”. Esto si bien genera muchas preguntas y análisis interesantes,
también complica más el estudio. Hay que ser muy cuidadosos. “Tienes que usar
un bisturí genómico”, precisa Moreno Estrada en la revista Nature. Este
esfuerzo “marca una pauta y demuestra que es posible realizarlo desde el sur
global y en una población tan diversa como la mexicana”, añade Sohail.
Predisposiciones a enfermedades
Otra parte del análisis se centró en variantes
genéticas que apuntan hacia distintas enfermedades o rasgos fenotípicos.
“Tomadas en conjunto, las variantes encontradas en el fondo genético indígena
se correlacionan con la estatura y con los niveles de glucosa, triglicéridos,
creatinina y colesterol”, acota Sohail. Sin embargo –y continuando con uno de
sus comentarios previos– hay un cierto límite de la información que se puede
obtener con 6,000 individuos y esto sólo es el comienzo.
Sohail compara el Biobanco del Reino Unido, donde
se tiene información de 450,000 individuos. “Conforme vayamos obteniendo más
datos, podremos predecir predisposiciones a enfermedades o rasgos complejos
para apoyar medicina preventiva y de precisión”.
Se ha discutido con anterioridad que una
ascendencia indígena se correlaciona con el sobrepeso, pero no hay evidencia
para sustentarlo según lo que encontró el grupo de investigación: “la
ascendencia genética indígena no se correlaciona con un alto índice de masa
corporal”, aclara Sohail, “ahí intervienen bastante los factores ambientales”.
Al respecto, Palma añade: “no todo es una carga genética, mucho tiene que ver
con el nivel de vida, los hábitos de alimentación y el ambiente”. Y esto vuelve
a resaltar la importancia de que el estudio esté respaldado por la Encuesta
Nacional de Salud, que justamente recaba información sobre hábitos alimenticios
y ambientales.
Llamar las cosas por su nombre
A este estudio, junto con otro realizado por un
grupo de investigación de la Facultad de Medicina de la UNAM, en conjunto con
el Tec de Monterrey, el Instituto Nacional de Medicina Genómica, la Universidad
de Oxford y el Centro de Genética Regenerón de los Estados Unidos, cuyo título
es “Genotipificación, secuenciación y análisis de 140,000 adultos de la Ciudad
de México” (Genotyping, sequencing and analysis of 140,000 adults from Mexico
City), y publicado en el mismo número de la revista Nature, se les
otorgó la imagen de la portada.
En esta segunda investigación –también conocida
como el estudio prospectivo de Ciudad de México– se analizaron a 140,000
individuos de las alcaldías Iztapalapa y Coyoacán, donde también se estudió su
ancestría buscando distintos fragmentos genómicos con diversos orígenes.
La ilustración de la portada, concebida por Moreno
Estrada y generada por Mauricio Guzmán, muestra la silueta de nuestro país,
dividido en distintos espacios con motivos wixaritaris, en la que los códigos
de color simbolizan las siete regiones mesoamericanas descritas por estudios
antropológicos y etnográficos que sirvieron como base para el artículo del
Biobanco Mexicano.
Esas investigaciones nos demuestran la importancia
de llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo: no darle un peso genético a
aquello que es ambiental, o no hablar de un solo grupo indígena cuando son
varios. Por ello no quiero cometer el error de llamar huicholes a los motivos
que sirvieron de inspiración a la portada de Nature. Según la Dirección
General de Educación Indígena: la palabra huichol se traduce como “el que
huye”, y ellos no huyen. El término wixárika significa “persona de corazón
profundo que ama el conocimiento”. Creo que es una gran alegoría para lo que
buscan estos estudios: ¿queremos huir de nuestro pasado o negarlo, o
adentrarnos hacia él con un corazón profundo?
FUENTE: UNAM
Portada de Nature. Foto: Nature.
| Ilustración: Andrés Otero.