DELINEA DUVERGER UN CORTÉS OPUESTO AL BÁRBARO INVASOR
DELINEA DUVERGER UN CORTÉS OPUESTO AL BÁRBARO INVASOR
Yanireth Israde
Agencia Reforma
El antropólogo Christian
Duverger, quien ha investigado durante cuatro décadas la figura de Hernán
Cortés, humaniza en su nueva obra al personaje, reivindica al escritor que fue
-incluso le otorga la paternidad de la novela mundial- y destaca la relación de
amor que sostuvo con Malinche y con el territorio que hoy ocupa México.
Memorias de Hernán, título de la autobiografía
ficticia publicada por Grijalbo a partir de hechos reales -«no inventé
nada», aclara el autor- retrata a un conquistador opuesto al bárbaro
invasor que arrasó con el territorio y sus pobladores.
«No es una voluntad de contradecir la
historia oficial. Ésa es la realidad: es un Cortés mucho más humano, mucho más
apegado a México, que como lo hemos entendido hasta ahora», dice en
entrevista el también arqueólogo, cuyas investigaciones sostienen que Cortés
fue el autor de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, y no
Bernal Díaz del Castillo.
«Mi presentación de Cortés es mucho más
relevante para la conciencia mexicana que la otra presentación: nacer de una
historia de amor es más agradable que nacer de una violación, y tener como
fundador del País uno de los más grandes escritores de la historia de la
literatura me parece que es algo muy positivo, pero yo sé que el discurso
negativo predomina en México», afirma el también autor de Vida de Hernán
Cortés.
¿Cómo explica la aparente contradicción entre
escribir una «autobiografía» ficticia del conquistador y a la vez
afirmar que usted no ha inventado nada, como la afirmación de la autoría de la
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España?
Tengo toda la certeza científica para afirmar
que Cortés, al final de su vida -entre 1543 y 1546- se dedicó en Valladolid a
escribir la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Decide escribir sus memorias, pero no lo puede
hacer por la censura, porque a partir de 1527 el Emperador Carlos V, por
envidia -no hay otra explicación- decidió impedir la impresión de las obras de
Cortés.
Hubo una cacería en las bibliotecas de España.
La ‘policía’ de la época, que no se llamaba así, entraba en las instituciones,
en los conventos, en las casas particulares, para checar si había libros de
Cortés.
Se salvaron muy pocos, los que estaban en
Francia, en Italia, en Alemania o en Flandes, y fue una prohibición que duró
prácticamente hasta la llegada de los franceses a España, en el siglo 19.
Dicha prohibición le habría impedido a Cortés
publicar cualquier obra bajo su nombre, porque la multa era enorme para la
imprenta y para los que posibles compradores del libro, expone Duverger,
miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México y cuyo nuevo
libro indaga la psicología del personaje.
Las Cartas de relación escritas por Cortés,
añade el especialista en la conquista y el mestizaje de México, también fueron
prohibidas y quemadas en plazas públicas, por ejemplo en Toledo o en Sevilla,
en una represión feroz que le orilló a recurrir a un narrador ficticio: Bernal
Díaz del Castillo.
«Era una especie de soldado raso, de
soldado de a pie, muy culto, que conoce a Cicerón, que puede citar la Biblia y
a los autores griegos, algo que no puede existir en la vida real. Un soldado de
a pie de la época de Cortés no tenía ninguna instrucción y no sabía leer,
entonces es un personaje ficticio y realmente es una creación literaria.
«Me vino la idea de hacer lo mismo con la
vida de Cortés. Todo lo que digo de su vida es la realidad, pero como soy yo el
narrador de la historia y hablo en lugar de Cortés, ésa es la parte ficticia. Y
por eso podemos considerar ésta como una obra literaria y como una novela. Pero
no es una contradicción, es una técnica».
En el libro, publicado por Grijalbo, el
conquistador relata su trayecto vital en una historia relatada a Martín, el
hijo concebido con la Malinche.
¿Se propuso reivindicar al Cortés escritor?
Definitivamente. Creo que Cortés es un
escritor nato, sabe y le gusta escribir. Hay que recordar que su segunda carta
de relación fue escrita después de la «Noche Triste», cuando ha sido
expulsado de Tenochtitlán junto a los españoles; en mal estado, se van a
Tlaxcala, donde tienen que renegociar su alianza, porque una cosa es aliarse
con personas que parecen poderosas, pero aliarse con vencidos es más
problemático.
Para renovar el pacto, los tlaxcaltecas les
pidieron probar su fuerza, atacar el enclave nahua de Tepeaca y entregarles la
ciudad. Cortés lo hace, y en condiciones difíciles, porque su tropa andaba muy
desanimada; pero finalmente gana la batalla, y en el lugar de la batalla, en
Tepeaca, dice: «Vamos a suspender todas las hostilidades y los soldados
pueden hacer lo que deseen. Yo voy a escribir».
No es común que un jefe de guerra utilice este
momento, antes de regresar a la guerra, para escribir, y escribir una obra
maestra, porque la segunda carta de relación realmente está bien escrita y es
fascinante, porque es una carta de amor a México.
Todo eso me interesa, porque siempre se
representa a un Cortés bárbaro, que quiere matar a todos los indígenas, pero no
es la realidad. Entonces hay que considerar a Cortés no solamente como el padre
de México, porque impuso el mestizaje, sino que también hay que considerarlo
como un gran escritor.
Lo postula incluso como padre de la novela.
Considero que años antes que Cervantes, Cortés
inventa la novela. En el libro aparece la figura de otro autor francés,
François Rabelais, quien recuperó el modelo de la novela de caballería de la
época y lo transformó; con Pantagruel y Gargantúa imaginó gigantes que vivían
de manera excesiva y que le permitieron describir, de manera muy crítica, el
funcionamiento de la sociedad francesa.
Y es contemporáneo de Cortés; escribe
prácticamente al mismo tiempo. Creo que son los dos momentos en los que podemos
ver cómo inicia la novela y cómo ésta viene de la censura: tanto en el caso de
Cortés, como en el de Rabelais, la novela es una técnica para burlarse de la
censura.
En 2019, al conmemorarse cinco siglos de la
Conquista, México pidió que España se disculpara por los «agravios
cometidos». ¿Usted pretendió, en este contexto, redimensionar a Cortés,
más allá de maniqueísmos?
Básicamente soy un científico, un antropólogo
conocedor de la historia prehispánica, y soy también arqueólogo. Trabajé
durante 10 años, por ejemplo, en Monte Albán. Dediqué varios libros a la
historia prehispánica, a los cronistas y a las crónicas. El tema de Cortés me
ocupa desde hace 40 años, no ahora. Como no es tabú para mí, investigué, y lo
que descubrí me llevó a considerar a Cortés como una persona muy diferente de
la que aparece en los libros de textos.
No es una voluntad de contradecir la historia
oficial. Ésa es la realidad: es un Cortés mucho más humano, mucho más apegado a
México que como lo hemos entendido hasta ahora. Es un hombre que, explico en mi
libro, habla náhuatl; ha pasado 15 años en las islas; en Santo Domingo y luego
en Cuba. Y tanto en Santo Domingo como en Cuba se hablan dos o tres idiomas,
pero básicamente uno: el taíno, y Cortés lo habla.
Pero el idioma general de Mesoamérica es el
náhuatl, y tanto los mercaderes que viajan a las islas, como la élite, lo
hablan, lo mismo en Cuba que en República Dominicana.
A partir de 1515, cuando Cortés se prepara
para entrar en la tierra mexicana, toma clases de náhuatl. Y, ¿qué hace cuando
llama a los 12 primeros franciscanos? Les dice que utilicen los idiomas
indígenas, que no hagan una cristianización en español, y todos los sermones y
la confesión se hacían en náhuatl. Entonces estamos muy lejos de la visión de
una invasión que destruye todo.
Hablar de Cortés sigue siendo en el País un
tema tabú. ¿También lo es su planteamiento del conquistador como autor de la
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España?
En realidad sí. Y como es el producto de una
investigación, para contradecir lo que expliqué hay que identificar fallas en
el proceso de la investigación. Pero todo lo que publiqué es la verdad y es
accesible a otros historiadores que pueden comprobar que mi caminata científica
es la buena.
Realmente, contradicción técnica, científica,
no recibí. Pero puedo entender que en México tocar el tema de Cortés es difícil
y que, como durante 150 años en las aulas de las universidades del País ha
habido cursos sobre Díaz del Castillo, en tanto es el autor de la Historia
verdadera, y como de manera paralela ha habido un discurso muy despectivo, muy
negativo en relación con Cortés, puedo entender que eso no se va a borrar así,
de inmediato.