DESCALIFICACIONES
Entre Columnas
Por
Martín Quitano Martínez
twitter: @mquim1962
“Las mentes que buscan venganza destruyen
los Estados,
mientras que las que buscan reconciliación
construyen naciones.
Al salir por la puerta hacia mi libertad
supe que,
si no dejaba atrás toda la ira, el odio y
el resentimiento, seguiría siendo prisionero”.
Nelson Mandela
El griterío de las
descalificaciones es cada vez más ensordecedor. Crece la intransigencia y se
reducen las oportunidades para el debate que debe darse entre todas las fuerzas
políticas para la construcción del diálogo mediante el que superemos nuestras
diferencias como sucede o debería de suceder en cualquier democracia.
Lo que no tendría que ocurrir
es que desde el poder, se pretenda sustituir el diálogo con descalificaciones;
nuestra democracia actual y futura, merece mucho más que el tableteo de los
denuestos, de los señalamientos que van desde amenazantes a burlones, llegando
incluso a un escalofriante nivel de indiferencias y ataques hacia el conjunto
social que no le suma votos, que no le aplaude sus gracejadas.
Es un hecho visible e
inobjetable que la aventura del pensamiento único no fraguó totalmente para el
grupo en el poder. La escaramuza de erigirse en poseedores de la verdad
absoluta y someter a todos los mexicanos a dicha visión de gobierno ha quedado
en evidencia como una falacia. Primeramente, porque la pluralidad política es
normal e incluso deseable para el buen funcionamiento de una democracia y en
segundo lugar porque sus postulados se han ensombrecido con sus mentiras y mal
proceder.
En lugar de rectificar el
rumbo, la opción elegida es la anulación, no del adversario, sino del enemigo.
En lugar de mejorar las razones y justificaciones de sus acciones, se opta por
atacar con escarnio a los que piensan distinto. Repetir y repetir y repetir la
misma excusa día a día, que los otros eran peores, que ya no es como antes, que
no somos iguales, mientras se acumulan las evidencias que desmienten tal
discurso.
Frente a esta dinámica, la
respuesta puede y en muchos casos ha sido igual de beligerante y esa dinámica
es precisamente la que hay que revisar y sopesar de no escalar antes de
provocar una profundización de las descalificaciones que inhiban cualquier, por
mínima que sea, oportunidad de diálogo.
El cierre de murallas sobre la
base de posesiones absolutas de verdad y el exterminio del otro como razón de
ser no debe plantearse como la ruta de los demócratas. Una importante porción
social, lo creo, no ha optado por la cancelación de escuchar a los distintos y
situarse tan solo en alguna de las trincheras irreconciliables, sino al
contrario, están ciertos de la necesidad de abrir los espacios de diálogo para
desterrar los fanatismos utilizados como sellos de seguridad, como marcas de
pertenencia a la verdad.
Las razones, la reflexión, reconocer
que como país nos encontramos en punto de quiebre y por ende entender que es
indispensable mirarnos como una sociedad que debe de romper con la idea de
visiones únicas, entendiendo que gran parte de nuestra riqueza social se finca
en asumirnos como un México plural, multiétnico y multicultural que se
resguarda en valores que se han ido construyendo, con gran esfuerzo, de
libertades, tolerancias y derechos humanos y civiles, que los pendientes de
superar sobre injusticias sociales y ambientales, de luchas contra la
impunidad, la corrupción y la violencia, no podrán salir victoriosas si se
acude al referente de una solo figura, una sola idea, una sola verdad.
En este momento, el dilema es
reforzar o no el planteamiento que domina, el de las descalificaciones al otro,
donde priva la cerrazón y la polarización, donde no se entiende el intercambio
de los ejercicios democráticos que abren los diálogos y generan puntos de
coincidencia reconociendo las diferencias, lo que implica resolver las
contradicciones sin la eliminación de los adversarios y por ende, se supera el
planteamiento de amigo/enemigo.
Los desencuentros entre distintos
deben mirarse como una condición del juego democrático; asumir la pluralidad
como una virtud y no como una traición de las verdades de las partes. Reducir
las visiones es signo de intolerancia y da paso a la ofensa y en muchos casos a
la violencia y al autoritarismo. Nuestro país ya tiene demasiada violencia para
ahora incrementarla con la violencia política que ha empezado a asomar su cara
grotesca en las iniciativas de quienes ahora encienden antorchas contra los que
llaman peligrosamente traidores a la patria, incentivarla y dejarla crecer es un
mal augurio para todos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En México 2021, cada
día desaparecieron 14 niñas, niños y adolescentes. El horror cotidiano que no
puede ni debe continuar.