La Otra Versión

    Día de Muertos, patrimonio de la humanidad

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La otra versión:

                             

                                                                                                               René Sánchez García

La celebración del Día de Muertos en todos los pueblos de la antigua Mesoamérica, es un acto que tiene mucho de espiritual, de mágico y de maravilloso. Debe entenderse como un acto de comunicación con los muertos que constituyen nuestra raíz, nuestra savia, nuestro equilibrio con la tierra y el cosmos. Igual, es un acto simbólico de respeto hacia la Tierra que está viva, habitada por todos nosotros, pero también ocupada por entes espirituales y divinos, o sea, nuestros muertos y nuestras ánimas que en algún tiempo pasado la poblaron, tal y como lo hacemos nosotros en este momento.

Las festividades del Día de Muertos es un escenario que permite recordar a nuestros muertos que nos dieron la vida y que no quieren olvido. Son rituales donde se tiene siempre presente la vida, la muerte y las ánimas de nuestro ser animal humanizado. Recordarlos es dar certidumbre de nuestra existencia, es la forma más sencilla de combatir lo efímero de esta vida, así como una estrategia del presente para renovarse y percibir lo eterno. El Día de Muertos es una tradición pagana que pasó a ser religiosa, que nos permite hablar con los que se fueron.

El Día de Muertos (así con mayúsculas) es una fiesta, es una representación colectiva donde todos somos actores: vivos y muertos. Es una especie de escenario o teatro colectivo y un espejo cóncavo y convexo. Es el momento en donde todos volteamos a verlos, pues ellos regresan en ánimas animadas para andar juntos por los caminos espirituales que nos dejaron. Los que vienen en esos días de fiesta son nuestros abuelos, nuestros tíos, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros conocidos, nuestros vecinos. Nuestros muertos sólo existen si los tenemos presentes en la memoria. Por ellos estamos aquí, recordarlos es un tributo que dignifica lo sagrado y la breve estancia de nuestra existencia en la Tierra.

“Sin duda somos un país afortunado por su patrimonio cultural y simbólico que nos habita porque todos los signos, significados y significantes de nuestras tradiciones son un patrimonio mundial en donde toda la gente del planeta puede mirarse en el espejo para reconocerse en la memoria de sus muertos”. “Nuestro Día de Muertos es patrimonio de la humanidad, pero en menoscabo de los que piensan que es sólo patrimonio intangible podemos decir que también es tangible porque en el diálogo con ellos ponemos su altar para que beban y coman lo que les ofrecen sus vivos en su ofrenda”.

Dice Jermán Argueta: la relación con ellos es un acto de memoria. Por eso no hay que dejar morir a nuestros muertos. Quien los deja morir no tiene memoria de origen; se le diluye poco a poco. Quien olvida a sus muertos inexorablemente se muere lentamente en sus olvidos, en soledad. El Día de Muertos tiene una significación que rebasa el mero festejo a nuestros difuntos, es un diálogo con la otra vida.

sagare32@outlook.com

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