Día de Muertos: una tradición que vale la pena preservar
Linda Rubí Martínez Díaz
Hola amigos lectores, les saludo con el cariño de siempre. Una de las festividades que mejor nos identifican como mexicanos ante el mundo, es la del Día de Muertos y Fieles Difuntos, mezcla heterogénea resultado de creencias de nuestros antepasados mesoamericanos, junto con la tradición cristiana traída por los españoles desde el viejo continente. Sin embargo, hoy con la globalización se han difundido otras tradiciones que distan de la nuestra y que pueden ponerla en peligro, sobre todo por su afán mercadológico. Por ello, es importante que ante un suceso que ha logrado sobrevivir generación tras generación, la defendamos para evitar que desaparezca en poco tiempo.
El día de muertos se celebra principalmente con una ofrenda para aquellos seres queridos, amigos y familiares, héroes nacionales o personajes relevantes que han dejado huella, en la que se les da la bienvenida después de su largo viaje desde el más allá. Normalmente esta tradición varía de región en región, otorgándole diversidad en la decoración de acuerdo a la disponibilidad de la zona, pero también a los gustos personales que el difunto tenía en vida. La ofrenda debe conectarse con un camino trazado para guiar su camino, y en algunos lugares se acostumbra a adornar e iluminar las tumbas de los cementerios, pernoctando durante toda la noche e interpretando canciones tradicionales.
Para el resto del mundo es un poco extraña nuestra actitud ante la muerte, aceptándola como un elemento diario y constante en nuestras vidas, al grado de hacer fiesta antes que negarla. Este humor positivo se muestra también en la creación de catrinas y rimas poéticas, así como el crear dulces y comidas con forma de calaveras o de cadáveres. El pan de muerto y los tamales son emblema de dicha tradición milenaria, en el que reconocemos que hay dolor en esta tierra, pero lo afrontamos con fortaleza y picardía.
Amigos lectores, nuestras costumbres son clave para configurar nuestro pasado con lo que queremos ser, y creo que ésta que ha prevalecido por tanto tiempo, corre el riesgo de ser gravemente deteriorada. Por ello, yo les invito a seguir preservándola entre familiares y amigos, así como enseñándoles a las nuevas generaciones el valor que tiene como parte de nuestra identidad nacional.
Nos leemos la próxima, que Dios los bendiga.