DÍA NACIONAL DE LA LUCHA CONTRA LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
DÍA NACIONAL DE LA LUCHA CONTRA LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
· Disminuye la
edad para presentar trastornos de la conducta alimentaria
· Estos padecimientos
tienen características específicas, algunos comparten sintomatología
psicológica: José Eduardo Otáñez Ludick
· Las familias sufren
porque quieren ayudar, pero no saben cómo, enfatiza al conmemorarse, el 2 de
junio, el Día Nacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta
Alimentaria
Se estima que en México 25 por ciento de
adolescentes padece, en diferentes grados, un trastorno de la conducta
alimentaria (TCA), la mayoría de los casos asociados con algún problema mental;
menos de 10 por ciento de los afectados está en tratamiento, de acuerdo con
datos de la Secretaría de Salud.
En la población en general la
incidencia se ubica de 1.5 a 3 por ciento, aunque las cifras probablemente se
incrementaron debido a la pandemia, refiere el docente de la carrera de
Nutriología de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, de la UNAM, José
Eduardo Otáñez Ludick.
Esos trastornos -anorexia y bulimia,
entre los más conocidos- afectan más a mujeres jóvenes, particularmente
adolescentes, aunque al parecer están afectando cada vez más a las infancias, a
menores de 12 años, alerta el experto.
Con motivo del Día Nacional de la Lucha
contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria, que se conmemora el 2 de
junio, el universitario señala que se trata de una serie de patologías mentales
donde el acto de alimentarse se altera. “Vemos un cambio en el comportamiento
de la alimentación”.
A la anorexia y la bulimia se suman
otros desórdenes, por ejemplo: evitación de la ingesta, de pica (cuando la
persona ingiere cosas que no se consideran alimentos, como barro o arcilla,
papel, gises, yeso, etcétera); o por atracón, así como la ortorexia (obsesión
patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos).
En el peor de los casos las consecuencias
de algunos de esos padecimientos puede ser la muerte, si el organismo no
adquiere los requerimientos nutrimentales mínimos necesarios para mantenerse
funcional, añade el psicólogo.
Otras tienen que ver con alteraciones
de índole psicológico, junto con la afectación de las redes de apoyo. “Las
familias sufren mucho porque quieren ayudar, pero no saben cómo”. En ocasiones
se requiere internar al paciente para que se recupere y no presente
consecuencias fisiológicas posteriores, como problemas de huesos o
gastrointestinales, subraya.
Multifactorial
Los TCA, explica Otáñez Ludick, son
multifactoriales; sus causas pueden ser de índole neurobiológica, es decir,
alteraciones en el proceso de saciedad; socioculturales, ciertos ideales de
belleza y de “cuerpos perfectos”; o familiares, por estilos de crianza
extremos, estrictos y limitantes, o laxos y con poca supervisión.
Se suman eventos psicológicos, incluso
traumáticos, que pueden generar aversión a ciertos alimentos, o comorbilidades
como depresión o ansiedad, y baja autoestima. El conjunto de variables que
refuerzan a los TCA era complejo; ahora se añade la emergencia sanitaria.
En este periodo, detalla, los hábitos
de alimentación cambiaron radicalmente. Con el teletrabajo y el telestudio fue más
fácil consumir alimentos ultraprocesados, como galletas, papitas o refrescos;
es decir, ingerir lo primero que se tenía a la mano sin importar su calidad. Y
en el caso opuesto, dejar de comer hasta terminar las clases o el trabajo.
Además, abunda, todos estuvimos más
expuestos a pantallas y a una gran cantidad de información que antes estaba
presente, pero no todo el tiempo. En especial, los jóvenes tuvieron con fluidez
acceso a redes sociales (Instagram, TikTok, etcétera), donde personas sin
preparación difunden contenidos de cómo reducir peso, por ejemplo.
Un factor más que influye en esta
problemática es la falta de atención. “En otros países hay seguros de salud que
cubren los trastornos del comportamiento alimentario; en México eso se ve
sumamente lejano”, enfatiza.
Focos rojos
Los TCA tienen características
específicas, mientras que algunos comparten sintomatología psicológica. En la
anorexia, por ejemplo, se observa alteración en la percepción de la autoimagen
corporal; si la apariencia del paciente es promedio, se ve al espejo y podría
percibirse con sobrepeso, aunque su índice de masa corporal esté por debajo de
lo recomendado.
En la bulimia se presentan conductas
compensatorias, como tomar diuréticos o pastillas para “bajar de peso”; en los
atracones se registra ingesta superior a lo que una persona debería comer en un
periodo de tiempo limitado, ante lo cual se generan sentimientos de culpa y
descontrol. Para el caso del trastorno por evitación, la persona toma en cuenta
la apariencia de los alimentos, por ejemplo, la consistencia gelatinosa o
alguna característica similar y “no lo soporta”.
Hay una variedad de síntomas que pueden
detectarse en cada uno de los trastornos; el problema es que no son
compartidos, lo cual dificulta su identificación por parte de los familiares.
En numerosas ocasiones se requiere la intervención de un experto.
Otáñez Ludick precisa que rara vez el
paciente está consciente de su padecimiento, y pocos toman la iniciativa de
pedir ayuda de especialistas. Hay que acudir a ellos cuando esas conductas
causan algún tipo de alteración en otras esferas, como la convivencia social,
al punto de que las personas empiezan a aislarse, dejan de salir con amigos y
se encierran para evitar comer o hacerlo en exceso.
En anorexia es común la pérdida de masa
muscular, se ve excesivamente delgada; o bien, puede haber alteraciones en los
dientes o dedos (que se usan para una conducta compensatoria, es decir,
provocar el vómito) en el caso de la bulimia.
De acuerdo con el experto, no existe un
único tratamiento para los TCA, ni un medicamento. La solución debe ser multi,
inter o transdisciplinar, con la participación de médicos, psicólogos,
psiquiatras, nutriólogos y, en caso necesario, de gastroenterólogos o
nefrólogos para ayudar a evitar recaídas y sanar.
Para prevenir los trastornos, es útil
identificar cómo es nuestro patrón de alimentación y reconocer cuándo no es el
adecuado. Pero, sobre todo, refiere José Eduardo Otáñez, saber que esas
enfermedades existen y que no se trata solo de comer de más o menos, sino que
puede ocurrir una problemática mayor.
La herramienta fundamental de
prevención es la educación. Aunque son pocos los programas gubernamentales que
abordan estos temas, hay instituciones y clínicas que ofrecen talleres, seminarios
y charlas para concientizar a la población. El Instituto Nacional de
Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz” tiene una clínica específica de
trastornos de comportamiento alimentario, y existen líneas de apoyo telefónico
gratuitas.
Debemos procurar mantener un estilo de
vida saludable y tener un equilibrio en lo que hacemos, porque los excesos o
las ausencias en la alimentación nos pueden llevar a esos trastornos. “Hay que
ser conscientes y empáticos, e informarse con las personas adecuadas acerca de
estas problemáticas” que pueden afectar a cualquier edad.
En los infantes hay que cuidar que la
alimentación sea saludable y equilibrada, pero no pasa nada si en ocasiones
comen unas rebanadas de pizza.
En 2018, el Senado de la República
aprobó declarar el 2 de junio de cada año como Día Nacional de la lucha contra
los Trastornos de la Conducta Alimentaria, con el objetivo de generar
conciencia sobre su prevención, detección y tratamiento.
FUENTE: UNAM